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Ignorancia y ocurrencia son dos hermanas siamesas de la demagogia

Felipe Guadamuz Flores redaccion@larepublica.net | Martes 18 mayo, 2021

Felipe

Volando Guayabazos

Felipe Guadamuz Flores

La semana pasada analizamos el tema de las elecciones en el choque de las civilizaciones, indicando que los partidos tradicionales deberán convertirse en movimientos sociales si desean competir contra el PAC. Esto es así porque solo el PAC no es un partido político sino un movimiento social, el cual ha logrado entender que las ideologías quedaron en el pasado después de la caída del Muro de Berlín y, por lo tanto, invocar ideologías trasnochadas en pleno siglo XXI para intentar ganar una contienda electoral, es el equivalente a poner a un solo caballo a tirar de la carreta de un furgón, pensando que ese caballo no solo tirará del vagón, sino que avanzará a 100 KPH en pista abierta.

Es ilógico pensar que con recetas viejas se ganarán las elecciones. El PAC se ha logrado colocar a la delantera, porque no ha necesitado activar la economía ni mejorar al país, sino rasgar el tejido social y ponernos a pelear para luego mantenerse en el poder. Los ganes del PAC son porque el electorado vota, no por la mejor propuesta económica, sino por quien mejor dice, defenderá los valores culturales de los ticos, aunque al final de cuentas se sabe que no es así, pero gran parte del electorado rara vez vota por razones más que por emociones. Es exactamente la misma receta utilizada por el Imperio Romano y por eso logró estar en el poder por tantos siglos, porque aplicaba la máxima: “divide y vencerás.”

Algunos incautos o, quizá, no tan ingenuos como se presentan ante el público, dicen que debe volverse al estatismo, pregonan discursos de “buenos tiempos pasados” los cuales, analizados desde el pensamiento crítico, muestra que fueron brevísimos, algo así como quien tiene una tarjeta de crédito, se va de viaje, compra cosas, sale de paseo, pero por un tiempo, porque en pocos meses ya llegó al límite de crédito y luego tiene que pagar todo ese dinero mal gastado. Esa fue la receta de los años setenta del siglo pasado y por eso el país quedó endeudado.

Es innegable obviar que la intervención estatal en algún momento fue beneficiosa, pero el coste del beneficio versus los perjuicios posteriores traídos por ese estatismo es tan dispar que, a largo plazo, la intervención estatal más bien afectó la economía, algo que muchos economistas desde los años sesenta del siglo pasado advirtieron, pero que los demagogos actuales pregonan, presentándose como los salvadores de los partidos políticos tradicionales y agentes de cambio, cuando en realidad sus recetas son trilladas, añejas y más de lo mismo. Aclaro, no todos los líderes de los partidos tradicionales son demagogos, pero algunos aspirantes a las candidaturas de esos partidos sí son populistas.

Las políticas públicas del siglo XXI y del siglo XXII deberán ajustarse a los avances económicos y culturales, los cuales constituyen y constituirán los fenómenos sobre los que esas políticas se desarrollarán. Entonces, pensar en recetas de la época de la Guerra Fría y de la Revolución Industrial sin entender el paradigma de organización política actual, condena a cualquier partido que todavía recurra a la maquinaria electoral a perder las elecciones y a darle el gane al populismo, el cual está en auge y continúa creciendo, y quienes se presentan como los salvadores de esos partidos tradicionales con esas recetas rancias podría considerárseles adivinos del pasado, pero jamás como líderes ni promoventes del futuro próspero ansiado por los votantes.

Ya hay expertos quienes afirman que el inicio de la Tercera Globalización comenzó en esta década de los 20 por el COVID. Entonces, en un planeta organizado de hecho en culturas, con una globalización económica cuyo principal obstáculo serán los choques culturales y no tanto los territoriales, pensar en dar mayor poder al Estado es dispararse en el pie y todavía más grave es recurrir al paradigma de las ideologías desfasadas.

Las ideologías se han mezclado con los valores culturales tradicionales y esto ha creado nuevos valores culturales que la evidencia empírica, es decir, aquella evidencia constatable porque puede ser observada, demuestran cambios a nivel de la organización de la humanidad, en los cuales, muchas veces las personas prefieren morirse de hambre antes que sus valores culturales sean mancillados o exista riesgo de perpetuar ese mancillamiento.

Como en la política la percepción es realidad, solo el PAC ha logrado capitalizar con un movimiento social estos elementos, mientras que los líderes de los partidos tradicionales se rehúsan a aceptar la realidad. Por eso quizá ahora el tema que algunas diputadas de esa fracción legislativa tocan sea el del aborto, pues están preparando el camino para ponernos a todos a pelear, tal y como hicieron con el matrimonio igualitario en las elecciones pasadas.

Independientemente de si los líderes de los partidos políticos tradicionales quieren o no aceptar los hechos, esos sucesos están y generarán las bases para analizar y ganar esta contienda electoral. Dependerá de los líderes de los partidos tradicionales si continúan bajo la creencia de que con maquinaria electoral ganarán las elecciones y se llevarán la desagradable sorpresa de haber perdido nuevamente las elecciones en febrero de 2022, rascándose la cabeza sin querer entender que, en el choque de las civilizaciones, las elecciones no tienen que ver con ideologías sino con valores culturales.






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