Tan importante como elegir entre Biden y Trump es preservar la más antigua democracia moderna: Miguel Ángel Rodríguez
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 29 octubre, 2020 07:13 a. m.
Miguel Ángel Rodríguez E.
Expresidente de Costa Rica
Exsecretario General de la OEA
El 30 de abril de 1789 el general héroe de la guerra de independencia de las 13 colonias George Washington tomo posesión como primer Presidente de los EEUU. Este 3 de noviembre, 231 años después, los EE UU elegirán una vez más al jefe de su Poder Ejecutivo, sin interrupción en su práctica de la democracia y las sucesiones pacíficas del cargo.
Esa es en mi concepto la mayor importancia de esta elección, pues se da cuando en el mundo occidental a lo largo de este siglo se ha venido deteriorando el aprecio de los pueblos por la democracia y el estado de derecho.
Lograr la preservación de las sucesiones democráticas no es poca cosa. La democracia es una forma de gobierno basado en discusión libre e inteligente, para llegar a soluciones, por la regla de la mayoría. Por lo tanto, se asienta en la cultura del pueblo que la quiere adoptar y defiende su preservación, y por eso es tantas veces víctima de quienes por su afán de poder sacrifican los limite al ejercicio del poder que la democracia demanda de ganadores y de perdedores.
En las elecciones actuales de los EEUU se da un enconado enfrentamiento entre posiciones antagónicas que dividen ese país por su geografía, por visiones culturales y raciales, por género y por diferencias en sus niveles educativos. La dificultad de acuerdos entre los grupos políticos hace aún más importante el respeto a las reglas del juego democrático.
Pero concurren otros elementos que resaltan la importancia de estos comicios para los Estados Unidos y para el mundo.
Así como el aprecio por la democracia está en declive en el mundo, también lo está la globalización con sus elementos característicos del período posterior a la II Guerra Mundial: la libre movilidad de bienes servicios y capitales sometidos a normas de generalizada aceptación y la institucionalidad internacional promotora de la paz, los derechos humanos y el desarrollo económico y social.
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Esta ola de globalización se ha venido estableciendo gradualmente con avances y retrocesos, y ella implica límites a cada país en el ejercicio de sus acciones frente a otras naciones y a las personas extranjeras. Esos límites afectan a todos los países y su vigencia depende en especial de ser aceptados por los más poderosos.
Desde mediados del siglo XX y a pesar de sus instintos aislacionistas, EEUU ha sido el mayor promotor de esta globalización, pero sus acciones recientes han debilitado las alianzas democráticas que la promueven.
Además, en los años recientes se ha puesto en duda la importancia del apoyo de EEUU a la preservación de los derechos humanos en el mundo, lo que ha facilitado el fortalecimiento de autoritarismos populistas, aunque en algunos casos como los de Venezuela, Irán y Nicaragua el gobierno de ese país ha ejercido una oposición frontal a sus violaciones.
También en estas elecciones de los estadounidenses se da una confrontación entre posiciones que buscan el crecimiento económico sin que les importe que los instrumentos utilizados concentren la riqueza, y posiciones que privilegian políticas económicas que favorecen la igualdad, incluso si se afecta negativamente la producción. Confrontación que puede ocultar la posibilidad de políticas que puedan simultáneamente incrementar eficiencia y equidad.
Y como si fuera poco está la pugna entre quienes defienden a ultranza la matriz energética basada en hidrocarburos y quienes defienden a las futuras generaciones de las catastróficas consecuencias del calentamiento global.
Finalmente radicalizan este proceso las diferencias de estilos y de trato a los electores entre el Presidente Trump y el Vicepresidente Biden.
Son todas estas diferencias entre los contendientes republicano y demócrata las que dan tanta trascendencia al resultado electoral en curso.