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Infancia bajo fuego: Los niños de los Ortega-Murillo

Marlon Segura elcuerpopolitico@gmail.com | Lunes 23 julio, 2018

opinion

Infancia bajo fuego: Los niños de los Ortega-Murillo

Quiero pensar que un abrazo 

pudo cambiarle la vida 

una canción de cuna 

un beso por la mañana

y uno al ponerlo a dormir 

pobre soldado manchado

cuánto amor mal repartido

cuánto amor sin repartir.

Inicio de “El niño y el soldado” de la artista nicaragüense Katia Cardenal. Un poema dedicado al adolescente Alvarito Cardenal, recientemente asesinado. El mensaje es esencialmente una pregunta para entender a los que asesinan.

Nacieron en una Nicaragua llamada cristiana, socialista y solidaria. Fue el inicio de una época en la que no se regresó al poder por las armas, sino que se llegó por medio de alianzas y de cambios en las reglas del juego electoral. Fueron los días cuando el presidente comandante y su compañera reinaban con comodidad, donde la oposición era lentamente descabezada, mientras miembros de las elites, de las clases populares, así como un silencioso cardenal, se convirtieron en aliados claves para la reinvención del minúsculo clan Ortega-Murillo. Eran los tiempos en que los recursos de los países del ALBA parecían llover del cielo, donde numerosos humildes comenzaron a recibir gallinas, chanchitos, semillas o latas de zinc. El turismo crecía, bosques enteros eran arrasados para cultivos y en las maquilas se generaron empleos de subsistencia. Donaciones internacionales fueron parte de las “grandes obras del gobierno”. En los barrios se multiplicaron los “sapos” (espías o informantes). El alegre color rosado invadió espacios por doquier. En las aceras y vías de Managua poco a poco germinaron gigantescos árboles de lata que de noche cobran vida. Con tantas luces se generó ilusión. ¡En la Nicaragua donde “el pueblo es presidente” todos los días parece ser Navidad!

La Nicaragua “socialista” es generosa. Acá se han regalado puntos a los alumnos que asistan a un plantón a favor de la causa Ortega-Murillo, para muchos niños ha habido mochilas con los colores del régimen y en numerosos parques ha existido Internet gratis. Ganarse el agradecimiento de los chavalos no les cae mal a quienes viven en barrio El Carmen. Este es un país donde no solo regalan bonos solidarios (víveres), sino que también regalan muertos.

Es en esa Nicaragua “bendita”, como le llama Rosario Murillo, donde nacieron los hermanos Matías y Daryeli Velásquez. También el bebé Teyler Lorío, de 14 meses. Todos aniquilados recientemente luego de iniciar la crisis de régimen, el 18 de abril. ¿Sus crímenes? Ninguno. La estrategia: crear sufrimiento e inspirar terror hasta que los movimientos se desunan, la población se rinda o se canse. En el país de “buena esperanza y victorias” hoy yacen bajo tierra niños que semanas atrás apenas aprendían a sostener su pachita (chupón), corrían por los barrios, o repartían agua a estudiantes en lucha. En la Nicaragua de “fe, familia y comunidad”, la rosa blanca que entre sus manos sostenía una niña en la Marcha de las Flores se la mancharon. La niña recibió un refilón de bala en su cabeza (elnuevodiario.com, sábado 30 de junio de 2018).

La Nicaragua de los repartidores Ortega-Murillo. En los años 80 se quedaron los añejos colores de la bandera del Frente Sandinista para dar paso a una imagen “renovada” con el rosado intenso, el blanco y el amarillo. Daniel está escrito en blanco. Este color se asocia con pureza, inocencia, y virginidad. Es un tono que además aporta tranquilidad, alivio y sensación de limpieza. Sonrientes, triunfantes y con un gesto de aplauso, así se muestra a Rosario Murillo y al presidente comandante. El dúo presidencial parece inyectar energía, alegría y motivación al pueblo.

No más pequeños pasos. Solo unas horas antes, el pequeño Teyler Lorío gateaba sobre las dispersas figuras de cerámica blanca y celeste que su padre pareciera mirar. El bebé de 14 meses recibió un disparo en la cabeza para el Día del Padre. Sus papás aseguraron a miembros de Derechos Humanos que los responsables fueron policías (lajornadanet.com, 25 de junio de 2018). En uno de los documentos entregados en el Hospital Alemán se indica que la muerte del niño queda como sospecha de suicidio, lo cual no solo los padres lo consideran absurdo, sino que sería incompatible con lo que se muestra en un vídeo grabado desde una ventana próxima a donde ocurrieron los hechos. Días después, la persona que filmó fue arrestada (www.univision.com, 25 de junio de 2018. 100% Noticias, Managua).

La rosa blanca y la blusa pertenecen a la niña de diez años que recibió un refilón de bala en la Marcha de Las Flores el sábado 30 de junio de 2018 en Managua. La marcha fue convocada como un gesto de solidaridad por la muerte de más de 16 menores que hasta ese día habían fallecido (al 8 de julio de 2018 son 25 los menores asesinados). La madre afirma que la niña fue con solamente una flor en sus manos (Laprensa.ni sábado 30 de junio de 2018).

¿Una dolorosa verdad? Este niño denuncia que en su país matan a cualquiera, independientemente de la edad. De parte del régimen ha habido señales de diálogo, pero hasta hoy los hechos parecen confirmar que es solo un espejismo, pues simultáneamente el pueblo es desangrado por policías y grupos de matones que les llaman “turbas” o motorizados.

¡Viva san Jerónimo!

El pequeño Manuel Antonio tiene cuatro años y ya empieza a hacer preguntas incómodas a sus papás. La familia vive en el histórico barrio de Monimbó, Masaya. Desde que inició el enfrentamiento entre grupos de choque y de la sociedad civil, el niño escucha disparos a diferentes horas. En un inicio sus padres le dijeron que había fiestas para un santo llamado San Jerónimo, pero las supuestas celebraciones del amado patrón bochinchero llevan más de 79 días continuos. Si se sobrepasaran los tres meses de enfrentamientos, que es lo que tradicionalmente duran los festejos, serían las fiestas más largas que hasta ahora haya conocido Monimbó.

Tenemos algo que decir y mucho que sentir…

Emmanuel es un niño de 11 años del Departamento de Carazo. Por las tardes asiste con varios niños a lecciones en una casa. Inicialmente se les preguntó a los padres si estaban de acuerdo con que a sus hijos se les hicieran algunas preguntas sobre lo que está sucediendo en el país, posteriormente se les preguntó a los niños sobre quiénes estaban dispuestos a conversar sobre el tema. Emmanuel fue uno de los varios voluntarios.

Cuando se le consulta qué ha visto que sucede en Nicaragua, primero hubo un breve silencio, luego presionó los labios y se trajo su mano derecha hacia la oreja izquierda: “Bueno pues, eso sí de lo que está pasando en Nicaragua es horrible (gira su cabeza hacia un lado, mira para abajo y agita su mano derecha con la que sostiene un lápiz de madera), por ver a la gente cómo muere… los dos niños cuando murieron y la familia también (vuelve a mirar hacia el entrevistador), y eso…(vuelve a mirar hacia un lado y hacia abajo) eso sí es triste, es triste”. Se observa una cierta incomodidad a la vez que en su lenguaje corporal se percibe tristeza.

Apretar los labios hasta casi desaparecerlos. Se produce cuando retenemos una idea, una reacción o una emoción. Comúnmente se interpreta como una señal de tensión o como un esfuerzo por mantener el control sobre uno mismo. Al considerar el contexto por el que país atraviesa y por la forma de expresarse de Emmanuel, este gesto es totalmente coherente y justificable. La imagen es una captura de pantalla del vídeo de la entrevista realizada.

1978-9: El niño del Madero Negro

“Mi niñez era que yo me iba a jugar a un palo en el patio de mi casa. Madero negro se llamaba. Tenía una flor rosadita. A mí me gustaba la altura (ríe). Cuando me iban a pegar yo salía corriendo y nadie me bajaba de ese palo. Con tal de que no me pegaran, una vez ahí me quedé hasta que se hiciera de noche. Un día que llegué de la escuela me subí. Esa vez rondaban dos helicópteros, verde oliva eran, entonces yo más alto me subía… para alcanzarlos según yo (casi todo este tiempo Juan ha mirado ligeramente hacia su izquierda y hacia arriba (como si se conectara con algo). Eran de la guardia de Somoza. Para ese entonces yo ya tenía siete años. Recuerdo que mamá salió y me dijo: “Bájate de ese palo que cuidado te pegan un balazo” pero como uno no entendía lo que pasaba, uno quería seguir viendo. Más adelante cuando todo empeoró… había francotiradores que se subían a los árboles. Desde ahí disparaban”. (Juan se queda unos segundos viendo hacia un lado, luego rápidamente desconecta la mirada y continúa hablando).

Después hace su cuerpo hacia atrás. Se reacomoda en la silla. “Cuando ya estaba la insurrección me acuerdo que poníamos los colchones debajo de la cama y ahí dormíamos. Había días que no teníamos luz o agua. El tele lo prendíamos pero con el volumen bajo. Lo que ahora llaman “sapos” (informantes), en ese entonces le llamábamos “orejas” (con una de sus manos hace el gesto de pegar la oreja a una pared mientras parece reírse). Los del sandinismo luego podían decir que uno escuchaba noticias de Somoza. De noche evitamos hacer bulla o a veces apagábamos las luces para ver por las hendijas si afuera se veía algo. Luego uno se tomaba el tibio con una galleta simple y a la cama. Para ese entonces no había infancia. Uno tenía que estar listo para correr y esconderse… en el palo este, ahí sí jugábamos. Uy, una vez (ríe) nos pusimos a jugar que éramos el Circo London (ríe), con un mecate guindamos del palo a una chavalita para que se sintiera trapecista. La cirquera le decíamos. La subimos altísimo pero el mecate se reventó (agita la mano derecha). El juego del circo casi no duró nada. No sé cómo no se mató la chavalita”.

Después sí me acuerdo que la situación se ponía horrible. Hubo un tiempo también en que se subían a los palos con armas y desde ahí disparaban. Mucho cambió después de la muerte del periodista Pedro Joaquín Chamorro, que de eso sí me acuerdo. En la cuesta El Plomo aparecían muchos muertos, muchos estudiantes. Otros eran tirados dentro del cráter del volcán Masaya. ¿Usted lo ha visto? Ahí cualquiera se deshace en segundos. Ahí echaron a un tal Macho Negro que era de Masaya, según se dice. Así se deshacían de mucha gente, de ambos bandos, de los de la guardia de Somoza y del lado de los sandinistas de Daniel Ortega. Pero ya eso uno lo supo tiempo después, que le contaban a uno cuando todo había pasado. Incluso hubo sandinistas que mataban a la misma gente y luego culpaban a Somoza. Y como nadie veía nada, no se sabía. Mucha gente solo aparecía muerta.

Una de las primeras cosas que recuerdo a los ocho años fue que un día mataron a un chavalito ahí a unos 50 metros sur de la casa de mamá. En los entierros también se manifestaban. Ya era tarde cuando iba saliendo el funeral y esa calle estaba llenísima, una calle principal. Llegó la policía, la guardia, a reprimirlos a todos. En la casa de mamá corrió un motón de gente a meterse. El funeral después se fue. Al chavalo se lo llevaron quién sabe por dónde.

“Daniel y Somoza son la misma cosa”

Vea usted ahora que murió esta familia quemada en el barrio Carlos Marx. Esa misma noche según entiendo yo, a la vela llegaron sandinistas para callar a una de las que sobrevivieron. Para mí que fueron para matarla. A ella y al primo. A ella porque en el momento que se tiró del balcón comenzó a grabar y gritar diciendo que eran los policías de Daniel Ortega. Busque el vídeo y verá.” (Entrevista realizada desde Managua los días 28 y 29 de junio de 2018).

Que vivan los niños, ¿pero cómo?

Durante la Marcha de Las Flores, una niñita sostiene un aparente mortero artesanal (explosivo artesanal de pólvora) y un lanza morteros (dispositivo normalmente hecho de tubos, utilizado para proyectar el explosivo). Se lee: “que vivan los niños”. En su camiseta está escrito Patria Libre. El pañuelo es alusivo a los colores de la bandera nicaragüense, azul y blanco.

Los lanza morteros, con sus estruendos, fueron concebidos inicialmente para animar distintas celebraciones, pero han tenido cambios en la historia de enfrentamientos en Nicaragua, al causar quemaduras y en algunos casos la muerte. En 2003, cuando el actual mandatario, Daniel Ortega, decía “gobernar desde abajo”, durante una manifestación sindical, él protagonizó el lanzamiento de un par de bombas (La Prensa, 13 de junio de 2010). Hoy las bombas y las protestas lo tienen a él como objetivo. ¿Debe el rey abdicar?

Entre la población civil hay quienes se han defendido y atacado a fuerzas de choque por medio del lanza mortero. Por otro lado, muchos de los fallecidos, incluso niños y adolescentes, han perdido sus vidas a través del uso de armas letales, como rifles AK-47 (diariolasamericas.com, 12 de junio de 2018). Independientemente del impacto de un lanza mortero o un rifle, hay una realidad: ambos son armas, y el ambiente de enfrentamiento que se vive podría ser difícil de controlar, revertir o superar. En medio de esta dinámica de conflicto se encuentran los niños, los cuales son un segmento vulnerable. Cabría cuestionarse entonces si en Nicaragua ha existido un incumplimiento de sus derechos por parte del Estado nicaragüense, pues la Convención sobre los Derechos del Niño claramente señala:

“…el niño debe estar plenamente preparado para una vida independiente en sociedad y ser educado en el espíritu de los ideales proclamados en la Carta de Naciones Unidas y, en particular, en un espíritu de paz, dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad”. Convención sobre los Derechos del Niño. Adoptada y abierta a la firma y ratificación por la Asamblea General en su resolución 44/25, de 20 de noviembre de 1989. Entrada en vigor 2 de septiembre de 1990, de conformidad con el artículo 49. (www.ohchr.org, Naciones Unidas, Derechos Humanos).

Granada y La Chureca: realidades y anhelos

Cuando conversamos con los niños hay un patrón: quieren que lo que se está viviendo acabe. En su barrio, a las afueras de Granada, María Jesús, de seis años, nos dijo: “Yo sueño que todo esto termine, quiero ver a Nicaragua normal… como siempre” mientras que juega con un poco de zacate que recién viene de arrancar.

Siempre queremos leer la mente de los otros. María Jesús por momentos cogía zacate mientras conversaba. La mayor parte del tiempo sus manos las mantuvo libres y sueltas, lo cual es un indicio de sinceridad.

Para recabar otro punto de vista nos desplazamos a La Chureca. Este es el vertedero más grande a cielo abierto que existe en Centroamérica. Se ubica en Managua. Cuando llegamos, algunos niños y adultos corrieron hacia nuestro carro pensando que algo íbamos a lanzar. Los niños aparentan estar en otro mundo. Escarbar y estar bajo el sol es rutina. La mayoría de ellos tenía su rostro quemado por el calor y la suciedad en sus caras, cuello, manos y ropa era considerable. Llamaremos Daniel a uno de los niños con el que hablamos. Le consultamos qué le diría al presidente de su país si lo tuviera ahí mismo. Esto nos respondió: “Lo primero que le diría es esto que acabe para que la gente se vuelva feliz, ya… que estén más mejores, que se recuperen más… y pues… que siga siendo Nicaragua como era pues, buena (el niño suspira). Primera vez que miro esto pues” .

¡Ay Nicaragua!

Los niños son uno de los segmentos más sensibles ante conflictos como este, pues se ven afectados de muchas maneras: muchos tienen a uno o ambos padres desempleados, la mayoría no asiste por ahora a clases, hay quienes escuchan detonaciones a diario, otros lloran la pérdida de familiares. Estar en la calles se ha convertido en un riesgo. Para otros no hay otra opción que tomarse el riesgo de trabajar al aire libre y convivir con el peligro. Hay zonas donde vimos a niños jugar fútbol en sus patios. Algunos lo hacían en plazas. Otros, como lo constatamos en Monimbó, Masaya, ayudan a sus padres a arreglar zapatos. Unos, a pesar de la caída del turismo, asisten a familiares haciendo canastos. Los tranques (barricadas) no solo se han convertido en refugio de combatientes, sino que a sus pies también bebés han nacido, como sucedió recientemente en Jinotepe (www.codeni.org.ni 8 al 19 de junio de 2018).

En este “estado policial” donde la violencia ha llegado lejos, hay niños, como Juan Francisco, de Jinotega, quien recientemente preguntó a sus papás qué es un “polisicario.” La incertidumbre parece aumentar. El trabajador social nicaragüense, Yaser Morazán, mencionó el 24 de junio en su página de Facebook que hay niños en su barrio que han hecho una pregunta a sus padres. Una pregunta que hace unos meses a muchos ni les pasaba por la mente, pero por las miradas que he visto, esa pregunta pueda que otros niños nicaragüenses también la hagan: ¿cuál es la diferencia entre un delincuente y un policía? El desenlace ante estas circunstancias es por ahora incierto. Lo que sí parece evidenciarse es aquella frase de Parménides de Elea: “La guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos”.

Queda entonces el reto de que estos niños hereden esperanzas, no nuestros horrores, los horrores de un tirano y los de su misteriosa mujer. Incluso con la eventual salida de los Ortega-Murillo, quedaría un enorme desafío para la sociedad nicaragüense, el cual es debilitar al monstruo de tres cabezas que desde hace mucho tiempo está arraigado en tierras pinoleras: pobreza, violencia, y corrupción.

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