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COLUMNISTAS


Insultos, agresiones, descalificaciones y pleitos. ¿Soluciones?

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 08 septiembre, 2023


Para cualquier josefino que aborda un autobús de Sabana Cementerio o de Desamparados resulta evidente por las conversaciones de los pasajeros que en el país se vive una furia, una rabia, un profundo disgusto contra los partidos políticos, los líderes tradicionales e incluso algunas empresas del país. Todos ellos emblemas y cara del “status quo” son despreciados por serlo sin mayor análisis. Por ser parte del “status quo” se presume que son sinvergüenzas, corruptos, fuente de las desgracias sociales y políticas que desde hace años venimos viviendo los costarricenses. Como este es un estado producto de percepciones que forman la realidad política, la presunción de inocencia ha sido sustituida por muchos irresponsables por la presunción de culpabilidad. Como la presunción de culpabilidad ha sido impuesta, las pruebas están sobrando. La presunción de inocencia, importante fundamento de los derechos humanos, ha sido eliminada en Costa Rica. Juzgamos a punta de suposiciones, insultos, descalificaciones y percepciones y todos resultan culpables. Es claro que ha habido casos comprobados y castigados de corrupción. Políticos para ganar popularidad y ascendencia empujan esta narrativa de corruptos y ahora la generalizan de manera universal.

Primero vinieron los linchamientos políticos. Periodistas metidos a políticos ayer desde sus medios de comunicación y hoy aún más, lincharon a través de estos a figuras y líderes nacionales. Ellos emprendieron dicha acción de acusadores y usaron esa herramienta para vender más ejemplares y subir audiencias y para focalizar la furia y el disgusto públicos en personajes que ellos de una o de otra manera querían acabar. Fue entonces una forma de ejercicio de poder. Los medios verdugos de ayer son los perseguidos hoy.

Los escándalos y linchamientos de telenoticiero, periódico o radioemisora nunca son comparables a los rigurosos procesos de enjuiciar en los estrados a las personas. Claro los escándalos de medios al llegar a los estrados no conseguían las condenatorias deseadas porque las pruebas judiciales requieren de integridad y deben de tener transparencia o rigor comprobatorio. Los juzgados buscan siempre justicia distributiva como es dar a cada quien lo suyo. Los linchamientos de medios llevan ya la sentencia y la condenatoria elaboradas y concluidas al empezar sus publicaciones. Los linchamientos mediáticos buscan causarles daño a blancos particulares. Las personas no familiarizadas con un juicio, pero familiarizados con escuchar locutores o leer titulares dieron credibilidad a estos últimos, y cuando los tribunales rechazaron las acusaciones, los televidentes y radioescuchas juzgaron a los tribunales corruptos. Hay una guerra política de gran intensidad entre grupos políticos y medios.

El guión del imaginario social y la ilusión para el descrédito fueron bien planeados para tener justificaciones sociales o políticas. La explicación era sencilla. Los dueños de los partidos elegían a los diputados y éstos elegían a los magistrados que amparaban y protegían a los dueños de los partidos. Todos eran corruptos. Por ser corruptos no condenaban a los acusados por la prensa, a los linchados, a los que se ahorcaban de los postes de los telenoticieros. La mezcla de verdades a medias, sugerencias y percepciones les dieron credibilidad a estas historias. En esta refriega el gran perdedor ha sido el poder judicial y el país.

Eran y son el linchamiento y el escándalo un excelente negocio de medios y prensa. Y apareció un político que comenzó a llamar a quienes hacían los linchamientos “prensa canalla”. La prensa acusada de canalla se opuso a él, pero él comenzó a subsidiar a los medios digitales alternos para que hablaran bien de él. Ahora hay dos bandos canallas, los que atacan a unos y los que defienden a otros. Muchos de los periodistas se han cambiado de sus medios originales, unos ya escriben o fundaron medios de su propiedad y algunos antiguos comunicadores hasta participan del liderazgo político en el parlamento.

Si algún valiente defiende la buena fe, la verdad objetiva y la información sin manipulación, ese es un corrupto que defiende al “status quo”. Si se miente poco y en beneficio propio eso resulta apropiado según algunos. Las agresiones no paran, las descalificaciones buscan acabar con la credibilidad de quienes traen un mensaje que pudiera perjudicar a alguna parte de esas involucradas en las luchas políticas. ¿Adónde van a parar las consecuencias de todo esto? ¿Alguien las habrá previsto, medido o las estará midiendo? Sobre la confianza de los gobernados en las instituciones y las leyes descansan la democracia, la gobernanza y a gobernabilidad.

Llevamos más de un año de pleitos y pleitos, confrontaciones y luchas, ¿qué ha resultado de todo esto? ¿Ha gozado el país de solución pronta a sus verdaderos problemas? El resultado más fácil de percibir es que los costarricenses observan a los diputados más desacreditados que nunca antes, miran a los jueces y magistrados como unos sinvergüenzas según su percepción social, y claro que el consejo de gobierno nunca ha estado peor en su imagen. La publicación de las renuncias de directores y gerentes solo en la CCSS le paran el pelo al más valiente. La institucionalidad costarricense construida con cuidado y esfuerzo en el tiempo parece que no va a aguantar esta tormenta. ¿De qué ha valido toda esta trifulca diaria, qué ha ganado Costa Rica?

Estamos cansados de este juego de culpas, de este entrecruce de descalificaciones, de los enjambres de troles diciéndose unos a otros que ellos son los peores y más nefastos, que todos son corruptos, que todos son ladrones, que todos son la escoria de la sociedad. ¿Adónde nos llevarán estas percepciones? ¿Saldrá fortalecido el país y su institucionalidad? ¿Hemos alcanzado mejores y mayor número de soluciones a nuestros problemas fundamentales? ¿Nos estamos entendiendo mejor? ¿Reina la concordia ciudadana? ¿Estamos hoy más dispuestos que ayer a defender la democracia y nuestra libertad? ¿Estamos hoy formando un formidable equipo nacional para sacar a Costa Rica adelante entre todos?

Es el momento de reflexionar. Tenemos tanto que perder siguiendo este camino. Tenemos tanto que perder de continuar esta estrategia de fracturar la sociedad para ganar elecciones. Tenemos tanto que construir que no se está haciendo, tanto que educar que está olvidado, tanto que facilitar para que todos tengamos trabajo digno e ingreso satisfactorio. Hay que rectificar. Hay que enmendar. Hay que volver a tener un país y dejar de ser un campo de batalla lleno de indignidades. Hay que cambiar pleitos e insultos por trabajo y soluciones comunes, por respeto y comprensión mutua de nuestras aspiraciones y diferencias personales y grupales, no hay otra forma conocida en democracia. Debemos volver a tomar altura. ¡Que vivan siempre el trabajo y la paz!

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