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Joe Biden: qué significa su victoria en las elecciones en EE.UU. para el resto del mundo

Redacción - BBC News Mundo | Lunes 09 noviembre, 2020


Un agente de seguridad chino, junto a la embajada de EE.UU. en Pekín.
Getty Images
El mundo entero ha seguido atentamente la reñida carrera por la Casa Blanca.

Tras días de incertidumbre, Joe Biden ha ganado las elecciones presidenciales de Estados Unidos, según la proyección de la BBC y de los principales medios de comunicación mundiales.

En los cuatro años de Donald Trump como presidente, las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo cambiaron profundamente.

Periodistas de la BBC en todo el mundo, desde Berlín a Pekín, pasando por Latinoamérica, explican cómo se ha recibido en los distintos países la noticia de la victoria de Biden y qué puede significar para sus relaciones con Estados Unidos.

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No todo son ventajas en la derrota de Trump

El triunfo de Biden supone un nuevo desafío para el sistema chino, informa John Sudworth desde Pekín.

Pudiera pensarse que Pekín estaría feliz con ver cómo Donald Trump toma el camino de salida. Como principal azote de China, le ha declarado una guerra comercial, le ha impuesto duras sanciones, y la ha culpado por la pandemia de coronavirus.

Pero algunos analistas sugieren que los dirigentes chinos podrían encontrarse ahora secretamente decepcionados. No porque tengan ninguna inclinación por Trump, sino porque su permanencia otros cuatro años en la Casa Blanca aleja la tentadora perspectiva de un premio mayor.

Divisivo en casa, aislacionista en el exterior, Trump parece la encarnación del declive del poder estadounidense, tan largamente anticipado y deseado en Pekín.

Fue un mensaje repetido en China por los boletines de televisión, controlados por el Partido Comunista. Se centraron no en la elección, sino en las protestas, el rencor y el aumento en los contagios de coronavirus que ocurrían al mismo tiempo.

China podría encontrar una ventaja en la voluntad de Biden de buscar la cooperación internacional en asuntos como el cambio climático. Pero también ha prometido restablecer las alianzas de Estados Unidos con sus socios tradicionales, lo que podría probar ser mucho más efectivo en la contención de las ambiciones de China de convertirse en una superpotencia que las políticas aislacionistas de Trump.

Y el triunfo de Biden plantea otro reto para el sistema político chino, carente de controles democráticos. Lejos de mostrar la decadencia de los valores estadounidenses, el relevo en el poder es en sí mismo una prueba de que esos valores permanecen.

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Las dos Coreas: los cálculos de Kim Jong-un ante la llegada del "perro rabioso" Biden

Corea del Norte describió una vez a Biden como un "perro rabioso", pero ahora Kim Jong-un debe de estar haciendo cálculos cuidadosos antes de provocar al nuevo presidente de Estados Unidos, afirma Laura Bickeren Seúl.

Pareciera que el presidente Kim de Corea del Norte hubiera preferido otros cuatro años de Trump.

La reunión sin precedentes entre ambos líderes y los encuentros posteriores supusieron grandes oportunidades para colocar fotos en los libros de historia, pero dejaron poco contenido sustancial. Ninguna de las partes consiguió lo que quería de esas conversaciones: Corea del Norte ha seguido reforzando su arsenal nuclear y Estados Unidos ha seguido aplicando estrictas sanciones.

Joe Biden, en cambio, ha reclamado a Corea del Norte que muestre su voluntad de renunciar a su programa de armas nucleares antes de mantener ningún encuentro con KIm Jong-un. Muchos analistas temen que, a menos que haya muy pronto una invitación del gabinete de Biden para iniciar conversaciones con Pyongyang, podrían regresar los tiempos de "fuego y furia".

Puede que Kim quiera captar la atención de Washington con un retorno a los ensayos con misiles de largo alcance, pero no buscará elevar la tensión hasta el punto de que su ya empobrecido estado sea golpeado por nuevas sanciones.

Corea del Sur ya ha advertido al Norte para que no siga la senda de la provocación. Seúl ha sufrido a veces para manejar a Trump, pero el presidente Moon desea poner fin a la guerra de 70 años en la Península de Corea y ha elogiado a su homólogo estadounidense por haber tenido el "coraje" de verse con Kim.

El Sur estará muy atento a cualquier indicio de que Biden estaría por la labor de hacer lo mismo.

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Rusia: entre las diferencias de Putin con Biden y la expectativa de un gobierno más previsible

Un gobierno más previsible en Washington puede ser el lado positivo del triunfo de Biden para Rusia, explica Steven Rosenberg desde Moscú.

El Kremlin tiene un agudo sentido del oído. Así que cuando Biden identificó recientemente a Rusia como "la mayor amenaza" para Estados Unidos, se oyó alto y claro en Moscú.

Y el Kremlin también tiene buena memoria. En 2011, el entonces vicepresidente Biden dijo que si él fuera Putin no se presentaría a la reelección como presidente porque sería malo para su país y para él mismo. Putin no habrá olvidado eso.

Biden y Putin no forman una pareja ideal en el cielo de la geopolítica. Moscú teme que la presidencia de Biden signifique más presión y mas sanciones. Con un demócrata en la Casa Blanca, ¿puede haber llegado la hora de pagar la supuesta injerencia rusa en las elecciones de 2016?

Un diario ruso afirmó recientemente que con Trump, las relaciones entre Estados Unidos y Rusia habían caído hasta "el fondo del mar". Pero presentó a Biden como una draga que iba a "perforar aún más profundo". No es una sorpresa que Moscú tenga esa sensación de hundimiento.

Pero podría haber un lado positivo para el Kremlin. Los comentaristas rusos vaticinan que el gobierno de Biden, al menos, será más predecible que el de Trump. Eso podría hacer más fácil alcanzar acuerdos en asuntos urgentes como el Nuevo Start, el crucial tratado bilateral de reducción de armas nucleares que expira en febrero.

Moscú querrá pasar página de la era Trump e intentar construir una relación que funcione con el nuevo equipo en la Casa Blanca. No hay garantías de éxito.

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Alemania: la esperanza del retorno a unas relaciones amistosas con un aliado clave

Los alemanes esperan volver a tener una relación sin sobresaltos con un aliado clave una vez Trump haya salido, cuenta Damien McGuinness desde Berlín.

Alemania respirará aliviada tras el resultado.

Solo un 10% de los alemanes confían en la política exterior del presidente Trump, de acuerdo con el Centro de Investigaciones Pew. Es más impopular en Alemania que en ningún otro país de los estudiados. Incluso el líder ruso, Vladimir Putin, o el chino, Xi Jinping, salen mejor parados en las encuestas en Alemania.

A Trump se le acusa de haber socavado el libre comercio y desmantelar las instituciones multilaterales, factores de los que Alemania depende económicamente. Sus disputas con China han inquietado a los exportadores alemanes y es notoria su mala relación con la canciller, Angela Merkel.

Cuesta imaginar dos líderes con una ética y una personalidad tan diferente. Los políticos y los votantes alemanes han estado estos años impactados por el estilo corrosivo de Trump, su inusual enfoque de los hechos y sus frecuentes ataques a la industria automovilística alemana.

Un hombre con la bandera de EE.UU. frente a la puerta de Brandenburgo.
Getty Images
La relación transatlántica es crítica para la seguridad europea.

Pese a todo esto, EE.UU. es el principal socio comercial de Alemania y la relación transatlántica es crítica para la política de seguridad europea, por lo que la presidencia de Trump ha sido un viaje accidentado.

Ministros alemanes han criticado los llamamientos de Trump a que se detuviera el recuento de votos y sus acusaciones no probadas de fraude electoral. La titular de Defensa, Annegret Kramp-Karrenbauer, describió la situación como "explosiva".

Se tiene la certeza de que hay algunas diferencias políticas principales entre Berlín y Washington que no van a desaparecer con la llegada de Biden a la Casa Blanca, pero Berlín ansía el momento en el que poder volver a colaborar con un presidente que sí valore la cooperación multilateral.

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Irán: la esperanza de una vuelta a la negociación

La victoria de Biden podría hacer que Teherán volviera a la mesa de negociación, explica el corresponsal del servicio persa de la BBC Kasra Naji.

En las semanas anteriores a las elecciones en Estados Unidos, el presidente Trump comentaba con bastante optimismo que una vez reelegido la primera llamada que recibiría sería la de los dirigentes iraníes pidiéndole negociar.

Esa llamada a Trump, si hubiera ganado, nunca iba a ocurrir. Negociar con el gobierno Trump hubiera sido imposible para Irán: sería demasiado humillante.

Bajo las sanciones del presidente Trump y su política de máxima presión, Irán ha quedado tambaleándose al borde del colapso económico.

Trump se retiró del acuerdo nuclear. Peor aún, ordenó la muerte del general Qasem Soleimani, un amigo íntimo del líder supremo iraní, el ayatolá Ali Jamenéi. Vengar esa muerte sigue estando en los primeros lugares de la agenda de los sectores más radicales en Irán.

La elección de Biden facilita mucho la participación en una negociaciones con Estados Unidos. El presidente electo no tiene el mismo bagaje. Ha dicho que quiere recurrir a la diplomacia y regresar al acuerdo nuclear con Irán.

Pero los partidarios de la línea dura en Irán no volverán fácilmente a la mesa de negociación.

Mientras los estadounidenses se encaminaban a las urnas el 3 de noviembre, el líder supremo aseguró que la elección "no tendría ningún efecto" en las políticas de Teherán. "Irán sigue una política sensible y calculada que no puede verse afectada por los cambios o por las personalidades en Washington".

Millones de iraníes pensaban de modo diferente mientras seguían discretamente el desarrollo de la jornada electoral a través de sus conexiones clandestinas a la televisión por satélite, convencidos de que su futuro dependía de los resultados y esperanzados con que una victoria de Biden signifique un relajamiento de las sanciones.

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Venezuela: Maduro ansía un alivio de las sanciones, pero a Biden tampoco le gusta el "dictador"

El cuestionado presidente venezolano, Nicolás Maduro, espera un alivio de las sanciones con Biden, pero este ya ha dejado claro que lo ve como un "dictador", comenta Guillermo D. Olmo desde Miami.

Nicolás Maduro repite hasta la saciedad que Trump y el "bloqueo" estadounidense son los culpables de la histórica crisis de Venezuela.

La mayoría de analistas, en cambio, señalan años de mala gestión y corrupción de los gobiernos socialistas en Venezuela.

Sea como sea, las fuertes sanciones impuestas por Trump han hecho las cosas todavía más difíciles para el venezolano de a pie, que, habituado a sufrir para proveerse de artículos esenciales, ahora tiene también que ingeniárselas para conseguir gasolina debido a las restricciones estadounidenses a la importación de combustible.

Las sanciones han sido el medio con el que el gobierno Trump ha buscado forzar la caída de Maduro y su sustitución por el dirigente opositor Juan Guaidó, una agresiva apuesta lanzada a comienzos de 2019, cuando "todas las opciones estaban sobre la mesa " en Washington, y que ahora parece definitivamente olvidada.

Maduro ya le ha pedido a Biden "el fin de la demonización de la revolución bolivariana" y probablemente sueñe con que su nuevo gobierno afloje la presión, pero lo cierto es que el rechazo al líder venezolano y sus aparentes abusos es una de las pocas cosas que hoy pone de acuerdo a demócratas y republicanos en Washington.

Pese a todo, Biden ya ha marcado algunas diferencias. Para empezar, se ha mostrado a favor de conceder una protección temporal especial a los inmigrantes venezolanos en Estados Unidos, algo a lo que Trump nunca accedió.

Y aunque el presidente electo ha dejado claro en actos de campaña en Florida que él también ve a Maduro como un "dictador", es probable que oriente la política de Estados Unidos en la línea que en los últimos meses impulsa la Unión Europea, que busca más una solución negociada entre los actores políticos venezolanos que una salida por la fuerza de Maduro.

No está claro que una nueva política tenga éxito. Lo que dejó claro la era Trump es que Maduro está decidido a resistir aunque el país se arruine y que las sanciones contribuyen más a ese desenlace que a cualquier otra cosa.

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México: un nuevo comienzo con Biden

Tras unos años de aparente cordialidad y buena sintonía con el presidente Donald Trump, al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, le tocará empezar una relación casi de cero con Joe Biden, explica Marcos González, corresponsal de BBC Mundo en México.

Para empezar, AMLO tendrá que enmendar la decepción que supuso para el Partido Demócrata su visita a la Casa Blanca el pasado mes de julio, y que fue vista por la formación de Biden como un apoyo claro a Trump de cara a las elecciones.

Es muy probable que Biden traiga un claro cambio en cuanto a migración, uno de los temas más importantes junto a seguridad y narcotráfico de la agenda bilateral de México y EE.UU.

Se espera que flexibilice la dureza de las medidas que Trump impuso a su vecino del sur para frenar la migración de centroamericanos, y ya prometió facilitar que los llamados "dreamers" consiguieran la ciudadanía estadounidense.

En el plano económico, aunque en el seno de los demócratas se criticaron abiertamente algunos aspectos del nuevo tratado comercial para Norteamérica (T-MEC), expertos no creen que renegociar el acuerdo vaya a ser una prioridad de Biden.

Sí lo podría ser tratar de recuperar la relación de Washington con Pekín, lo que perjudicaría directamente a México, que gracias a la guerra comercial se convirtió en el primer socio comercial de EE.UU.

Otra cuestión que podría impactar la relación entre ambos países es lo referente a energías renovables o "economía verde", considerada fundamental por Biden, al que podría chocar el impacto ambiental de grandes proyectos defendidos por AMLO como la refinería de Dos Bocas o el Tren Maya.

De cualquier modo, una de las grandes ventajas para la futura relación es que Biden es uno de los políticos de EE.UU. con más experiencia en su relación con México, país que visitó como vicepresidente en 2016 y al que pidió disculpas entonces por la "retórica dañina" y duras críticas a los migrantes mexicanos en la campaña presidencial de su país.

"No es la opinión de la mayoría de la gente de mi país, es lo opuesto", aseguró.


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