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La Asamblea Constituyente venezolana

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 04 agosto, 2017


Pareciera que las palabras dichas por el dictador de la Unión Soviética Joseph Stalin: “Los que votan no deciden nada, los que cuentan los votos deciden todo”, describe con precisión lo que ha ocurrido. Una nube sombría de totalitarismo y despotismo oscurece el presente de Venezuela

Sinceramente


La Asamblea Constituyente venezolana

Un gobernante tiene la obligación de dirigir a su pueblo en pos de las posibles satisfacciones de sus aspiraciones. Un gobernante no gobierna para sí, gobierna para el pueblo y para encauzar las soluciones a sus problemas. Gobernar no es imponer. Gobernar es educar, es interpretar deseos y necesidades populares y convencer de las mejores soluciones con liderazgo. Gobernar no es vencer al pueblo, es educarlo y persuadirlo. Gobernar es traer solución a sus problemas. Gobernar no es profundizar las dificultades o aplastar a una parte de la comunidad.

Un gobernante no divide la sociedad que gobierna. Un gobernante no motiva a una parte de la sociedad a volcarse violentamente sobre otra de las partes. Un gobernante no suprime libertades por alcanzar objetivos políticos que son desaprobados por una parte trascendental de sus administrados. Un gobernante jamás debe segar la vida de quienes gobierna por conservar su posición de mando o imponer sus ideas, objetivos o propósitos.

La convocatoria a una asamblea constituyente, como el señor presidente Nicolás Maduro ha hecho, no es sino un pretexto para acabar con la república liberal y democrática que vive aún parcialmente Venezuela. Está claro para todos que la nueva constitución, variando partes esenciales de la anterior, no va a agregar libertades sino potestades al gobierno para hacer lo que este tenga por propósito. Se utiliza una mascarada electoral para dar una imagen de democracia y libertad, proyectándola al mundo. La jarana saltará a la cara temprano antes que tarde, más en esta época de las comunicaciones.

Pareciera que las palabras dichas por el dictador de la Unión Soviética Joseph Stalin: “Los que votan no deciden nada, los que cuentan los votos deciden todo” describe con precisión lo que ha ocurrido. Una nube sombría de totalitarismo y despotismo oscurece el presente de Venezuela.

La gran desaprobación de los venezolanos hacia la convocatoria de la constituyente, las advertencias de la comunidad internacional y de jefes de Estado dentro y fuera de Latinoamérica deberían haber hecho recapacitar al señor presidente Nicolás Maduro. Esta Asamblea Constituyente dividirá profundamente al país y podría ser el inicio de un proceso insurreccional generalizado en toda la república. Con espíritu autoritario, respaldado por las fuerzas armadas, la inteligencia castrista y miles de hombres del ejército de aquel país y los “colectivos armados” de la revolución, pareciera que se propone imponer lo que él y su grupo desean. Pareciera que se ahogará en sangre a la oposición.

Es claro que una guerra activa de desinformación pretende oscurecer la visión de venezolanos y del mundo. Las agresiones verbales, los muertos en las calles y los saqueos son utilizados para la propaganda de ambos bandos. No es posible ver la reconciliación nacional con la división profunda existente, con los odios y furias desatadas.

Espero sinceramente que nuestro país no se vea jamás en la encrucijada que vive Venezuela. Para no llegar a ella debemos revisar los orígenes del chavismo. Existía furia y descontento por la corrupción. Venezuela padecía brechas insondables en riqueza e ingreso. Prevalecía falta de habilidad política de los Adecos y Copeyanos para maniobrar y sentar las soluciones reales que el país requería. La falta de comprensión del fenómeno social que vivía aquella nación, así como el activismo de una izquierda solapada que termina por unirse en el PSUV y ser una fuerza aglutinadora del descontento por la situación imperante, que dispararon el chavismo.

Muchos de los problemas que había en el momento fueron atendidos por el chavismo. Muchas de las causas profundas que generaron el chavismo fueron resueltas. El chavismo entendió mejor los problemas y aprovechó la falta de unidad y la profunda dispersión de los sectores democráticos. Claro está, la destrucción de la legitimidad del liderazgo de la clase política tradicional les había dejado el camino libre. Lo grave fue que la solución de los problemas pasó por la estatización, la persecución, la supresión de la libertad y el cierre de medios de comunicación colectiva.

La destrucción de la legitimidad política del liderazgo nacional, la dispersión de todos los grupos verdaderamente democráticos y la unidad alcanzada en el PSUV dieron lugar a la explosiva transformación. Aún hoy el número de partidos políticos en aquel país es inmenso. La división democrática es profunda y los acuerdos entre ellos muy difíciles de alcanzar. ¿Cuáles de estos fenómenos están reproduciéndose en Costa Rica?

¿Estamos atendiendo la pobreza extrema? ¿Estamos cerrando las brechas en ingreso y riqueza? ¿Estamos uniendo fuerzas democráticas o dispersando esfuerzos en muchísimos partidos a nivel nacional? ¿No estamos dispersando los esfuerzos democráticos al llevar 11 o 15 fracciones diferentes a la Asamblea Legislativa?

Muchos de los rasgos de la crisis de Venezuela existen en Costa Rica. Muchas de las causas sociales están presentes. Jugamos con fuego y el costo de ello podría ser la pérdida de libertad, de la democracia efectiva y de la iniciativa individual.

Todos debemos recapacitar. Todos debemos pensar más y mejor en los acontecimientos presentes y las consecuencias de nuestro actuar político. Costa Rica debe ser defendida de los extremismos, de las luchas fratricidas, de las cicatrices imborrables causadas por muertes, odios y furias desatadas.

No debemos dejar que los Cuatro Jinetes del Apocalipsis cabalguen en nuestra patria. Hagamos todo esfuerzo por Costa Rica, la patria es primero.

Emilio R. Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net

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