La economía de la soledad

Jaime Robleto Gutiérrez

Abogado, filósofo y psicólogo forense

No siempre es fácil definir la soledad, ni este artículo pretende hacerlo. Es muy posible que todos hayamos sido echados de más y con suerte también de menos. Elie Wiesel, sobreviviente del horror del Holocausto en Auschwitz, nacido en Rumania, nacionalizado estadounidense, activista de los derechos humanos y Premio Nobel de la Paz en 1986, afirmó con gran sabiduría que lo opuesto del amor no es el odio, sino la indiferencia.

Si los años ochenta marcaron la consolidación del neoliberalismo y la competitividad feroz afectando el tejido social con la proclama tácita que cada uno debía velar por sus propios intereses, el 2011 es el año que marcó una inflexión tecnológica sin precedentes porque significó la expansión de los teléfonos inteligentes a escala mundial y con ello la conexión extrema al alcance de la mano (literalmente). La paradoja es que pese a ese rango de comunicación cada vez más poderoso y barato, se deterioraron progresivamente las relaciones de calidad entre los seres humanos, prosperando y propiciándose un clima de desconfianza, desinformación e intolerancia.

Las grandes ciudades conllevan el anonimato, la etiqueta no escrita es que resulta invasivo interactuar con los otros en los sitios públicos, por ello surgieron los escudos sociales en forma de celulares, audífonos y otros artilugios. El espacio urbano está repleto de gente, pero a la vez nulo de conexión. Si a ello se le suma la prisa de la vida posmoderna y la urgencia de la productividad, queda muy poca probabilidad de llenar los vacíos interiores de la condición humana, que se intenta paliar con el consumo de bienes y servicios; o en el peor escenario con el abuso de sustancias, sexo, comida, entre otros.

Lo cierto es que la soledad humana es tanto un problema de Salud Pública como un nicho de mercado. Estudios publicados en 2017 revelaron que la soledad es tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día. En ese mismo orden de ideas, se ha demostrado que vivir solo, aumenta el riesgo de enfermedad cardiaca en un 29%, y dobla la posibilidad de padecer Alzhéimer. Según el proyecto Making Caring Common de la Universidad de Harvard, un 36% de las personas que viven actualmente en Estados Unidos de Norteamérica se sienten solas. Este problema no es solo un tema de personas mayores, en España, cuatro de cada cinco jóvenes entre 18 y 25 años declaran sentirse solos. En efecto, según una encuesta del 2023 efectuada en 142 países por Meta-Gallup, casi 1 de cada 4 adultos en todo el mundo afirmó sentirse bastante o muy solo, siendo que los índices de soledad más elevados correspondían a los adultos jóvenes, ya que el 27% de entre 19 y 20 años declararon sentirse bastante o muy solos frente a solo el 17% de 65 años o más. Desde el punto de vista gubernamental el Reino Unido tomó la delantera, en 2018, la fugaz primera ministra Theresa May nombró a Tracey Crouch como encargada de un Ministerio de la Soledad, toda vez que en ese momento 9 millones de británicos (13.7% de la población total) sufrían de esa condición. Japón, considerado por muchos el país más silencioso del mundo, estableció en 2021 el Ministerio de Soledad y Aislamiento, a cargo de Tetsushi Sakamoto. Esta institución se enfoca en combatir la soledad no deseada a través de la creación de comunidades locales más fuertes y el fomento de las relaciones sociales. Según informes del gobierno, la soledad ha afectado a más de 16 millones de personas en Japón, desde ancianos que se sienten abandonados hasta jóvenes solitarios que no pueden adaptarse a las presiones de la sociedad.

Una de las aplicaciones tecnológica niponas realmente innovadoras se llama fureai kippu (moneda de tiempo), es un banco de tiempo que permite a los usuarios acumular "monedas" virtuales por hacer trabajo voluntario o al brindar ayuda a la comunidad. Estas monedas luego pueden ser canjeadas por servicios de atención, como el cuidado de los ancianos o la limpieza de la casa. Esta iniciativa ha ayudado a fomentar la participación de los mayores en la sociedad japonesa y, a su vez, ha ayudado a combatir la soledad.

 

En cifras, la soledad reporta pérdidas de hasta 35.000 millones de euros anuales, según el gobierno británico. Otros estados de Occidente, como Francia, Alemania o Canadá han emprendido políticas dirigidas a reforzar los vínculos afectivos de los mayores, involucrando tanto a los vecinos como a distintos profesionales de la administración, como solución a la soledad. Se piensa que el problema de la soledad tenderá a intensificarse porque las generaciones más jóvenes tendrán cada vez mayor dependencia a la tecnología como sustitución a las relaciones presenciales. Todo ello, orienta la creación de productos y servicios nuevos que ayudan a emular la socialización. Esto se llama “Loneliness Economy” (la economía de la soledad). Este “pequeño” nicho de negocios ha significado 6 mil millones de dólares en su punto de partida y se espera que lógicamente su crecimiento será exponencial. Por ejemplo, una empresa que fabrica mascotas robóticas es “Joy for All”, que fue fundada por empleados de Hasbro al darse cuenta de que había un tremendo nicho de mercado que estaba siendo desatendido en los adultos mayores, crearon gatos de compañía que cuentan con una serie de sensores para hacerlos reaccionar a instrucciones y movimientos de sus dueños capaces de maullar y ronronear, moverse con autonomía, sin los desechos que producen los animales reales. El éxito fue inmediato, ayudaron significativamente a mejorar la calidad de vida y el ánimo de pacientes con Alzheimer, demencia y ancianos que viven solos. Por su parte la compañía Tombot fundada por Tom Stevens es justamente la contraparte perruna y tienen un aspecto aún más realista.

Expertos estiman que para el año 2030 se habrán vendido 13 millones de dispositivos de estos robots solamente en Estados Unidos.

Otro ejemplo de este modelo de negocios es la aplicación RentAFriend, que como su nombre indica, ayuda a emparejar a personas solitarias con "amigos", conviene aclarar que no se trata de Tinder para amistades, sino de un servicio transaccional, donde se paga un promedio de 40 dólares la hora para que alguien sea tu amigo temporal. Proveerá alguien que almorzará, escuchará, e incluso, por un cargo extra, asistirá a un concierto con quien lo contrate, pero no tendrá sexo con esa persona. Opera en docenas de países de todo el mundo y ofrece más de 620,000 amigos platónicos de alquiler en línea. Si esta idea le parece patética, entonces ¿por qué es un negocio en crecimiento? Y, además, surgen aplicaciones similares de manera continua. Según una encuesta reciente, alrededor del 57,7% de las personas que viven solas dijeron que el consumo es una forma efectiva de combatir la soledad, ello entraña oportunidades de un segmento específico a un costo humano alto a nivel ético.

La soledad no deseada afecta al 13,4% de la población española, al 23% de las personas con discapacidad, al 22% de las personas jóvenes. Su coste asciende a un 1,17% del PIB de 2021, es decir a 14.141 millones de euros al año. Es una cantidad considerable. El estilo de vida de la economía de la soledad tiene algunas características propias sobre los hábitos de consumo, implicando gastos medios en alimentación un 25% superiores a la media y el gasto de un 60% adicional por pagos de servicios, como luz, gas, vivienda, Internet o plataformas de streaming. No es causalidad que los servicios de entrega a domicilio estén al alza, parece que no solo nadie quiere salir de casa, sino que la experiencia de ir fuera y socializar conlleva riesgos y experiencias no deseadas. En 2017, alrededor de 130 millones de personas pidieron comida para solo una persona a través de la aplicación de pedidos de comida china en línea Meituan.com, según esa plataforma. Otros beneficiarios de la economía de la soledad incluyen restaurantes que ofrecen mesas diseñadas para personas solteras, habitaciones de hotel cápsula e incluso mini gimnasios para un individuo.