La educación y los impuestos, el invaluable ligamen entre la colaboración y la recaudación.
Alonso Erak alonso.erak@cr.gt.com | Martes 11 enero, 2022
Alonso Erak
Director de Fiscalidad Internacional
La educación y los impuestos, el invaluable ligamen entre la colaboración y la recaudación.
El pasado mes de noviembre la Organización para la cooperación y desarrollo económicos (OCDE) publicó la segunda edición de su reporte “Fomentando la cultura tributaria, el cumplimiento fiscal y la ciudadanía: Guía sobre educación tributaria en el mundo”.
Este reporte tiene como objetivo mostrar los avances de distintos programas realizados alrededor del mundo, dedicados a incentivar la educación cívico-tributaria, así como analizar los beneficios que estos programas brindan a la recaudación y cumplimiento de obligaciones tributarias.
Para empezar, con total honestidad, es importante que hablemos de lo incómodo y lo obvio, a nadie le gusta pagar impuestos. Solo el hecho de pensar en que una parte de los ingresos que generamos con el esfuerzo de nuestro trabajo, deban ser retenidos y enviados hacia una institución gubernamental puede generarnos desde alergias hasta espasmos, sin embargo, también es importante decir que, más allá de sesgos ideológicos, tenemos un deber importante de contribuir con los gastos públicos, lo cuales se traducen en bienes y servicios que recibimos del estado.
Una de las premisas más importantes del informe emitido por la OCDE, radica en el éxito que han tenido los países cuya ruta inicial de educación tributaria, ha sido el cambio de paradigma respecto de la relación estado/contribuyente, la cual ha pasado de ser una relación coercitiva a ser una relación colaborativa.
El razonamiento detrás de este cambio, lógico para la mayoría, radica en que no importa que tan grande o tecnológica sea una administración tributaria, nunca tendrá los suficientes recursos para fiscalizar detalladamente a todos sus contribuyentes. Siendo así, la educación tributaria se vuelve una herramienta valiosa para que los contribuyentes actuales y los futuros tengan un conocimiento claro, no solo de sus obligaciones de cumplimiento, sino de las reglas bajo las cuales se rigen.
Si bien es cierto no todas las iniciativas de educación tributaria son iguales, la mayoría están centradas en tres enfoques clave: la enseñanza, la comunicación y la prestación de asistencia práctica. En primera instancia cuando hablamos de enseñanza, usualmente pensamos en escuelas y colegios, la realidad es que la enseñanza debe darse a todos los niveles, estudiantes, empresas y particulares, de forma que tanto los actuales como los futuros contribuyentes reciban explicación y entrenamiento respecto de temas tributarios, no solo de sus deberes sino también de sus derechos.
Con respecto a la comunicación, el enfoque debe centrarse en campañas informativas, entablar relaciones positivas y emitir mensajes a la medida. No basta con solo proporcionar información básica a los contribuyentes, sino que la información debe ser puesta en contexto, simplificada y resumida de forma que los lectores puedan asimilarla de una manera más clara y concisa. Mensajes diferenciados para distintos tipos de industrias y de contribuyentes, ayuda a evitar que la información se vuelva excesiva y confusa.
Siguiendo con la asistencia a los contribuyentes, aún con procesos de enseñanza y comunicación, siempre existirán contribuyentes que requieran asistencia para cumplir con sus obligaciones, establecer puntos de contacto tecnológico, oficinas móviles y entrenamiento específico en el uso de las herramientas, son estrategias para llegar a zonas/grupos de contribuyentes con limitaciones de conocimiento o acceso tecnológico.
El caso de Costa Rica y su estrategia de educación tributaria
Si bien es cierto, debemos reconocer los esfuerzos del Ministerio de Hacienda y sus direcciones generales, la verdad sea dicha, como país estamos en pañales en nuestra estrategia de educación cívico-tributaria. Existen retos enormes que deben ser afrontados no solo con valentía, sino con inteligencia y, sobre todas las cosas, con un cambio de mentalidad.
Primero que nada, si bien es cierto en todo rebaño hay ovejas negras, la Administración Tributaria costarricense debe dejar de ver a los contribuyentes como sus enemigos, como evasores e incumplidores. Difícilmente una estrategia educativo-tributaria será exitosa si llevamos a las aulas y a los centros de entrenamiento este sesgo ideológico. Si, en el proceso de cumplimiento tributario se debe ser estricto en las fiscalizaciones, pero los procesos educativos no son fiscalizaciones y el objetivo primordial debe ser explicar, entrenar y practicar.
El segundo reto más importante, será la generación de confianza por parte de la administración tributaria hacia los contribuyentes. Decían nuestros abuelos que “cuentas claras y chocolate espeso”, no hablamos solamente de demostrar el correcto uso de los impuestos que pagamos (aspecto importantísimo valga decir), sino en respetar la claridad de las leyes tributarias, dejar de emitir análisis rebuscados que evidencian solamente la intención de gravar a toda costa. No podemos enseñar y educar tributariamente, si constantemente el fisco busca adecuar las reglas a su beneficio, sin el respeto a lo establecido en nuestras leyes.
Por último y no menos importante, así como los contribuyentes no son el enemigo, el sector privado tampoco lo es. Los recursos de las administraciones tributarias siempre serán limitados, por lo que los esfuerzos de enseñanza, comunicación y asistencia práctica deben verse acompañados de la colaboración del sector no gubernamental. Universidades, colegios profesionales, firmas y consultores independientes de alto renombre, todos podemos colaborar y aportar en un proceso educativo cívico-tributario que solamente puede traernos beneficios a largo plazo.