La gentrificación y las sociedades paralelas en Costa Rica
Luis Felipe Bolaños felipebose18@gmail.com | Lunes 18 noviembre, 2024
Luis Felipe Bolaños
Economista graduado de la UCR y de la Universidade Nova de Lisboa
Si a alguien se le preguntase qué tienen en común Medellín, Ciudad de México, Lisboa y Nosara, probablemente esta persona respondería que lo único que comparten es que son zonas geográficas. Sin embargo, tienen otro punto en común, son todas víctimas de una de las consecuencias más tristes de la globalización y la digitalización: la gentrificación.
El término gentrificación viene de la palabra inglesa “gentry” y significa “un determinado cambio demográfico en un barrio o zona geográfica”. En el mundo pospandémico ha ocurrido con gran frecuencia que personas de países desarrollados con trabajos remotos y salarios elevados, se mudan a países de menor ingreso para aprovechar los precios más bajos, los diversos atractivos y el estilo de vida que ofrecen estos sitios. En Costa Rica este fenómeno se ha dado especialmente en las zonas costeras. Se ha vuelto común que extranjeros de alto poder adquisitivo vayan a vivir a estas zonas y desplacen a las personas locales. Lugares cuyos precios antes eran asequibles, hoy en día se han vuelto impagables para los locales, obligándolos a alejarse de los centros urbanos, las playas y sus trabajos. Sin embargo, estos desplazamientos de las poblaciones locales son únicamente “la punta del iceberg” de una problemática que no solo tiene consecuencias económicas, sino también culturales y sociales. Producto de esta dinámica, en Costa Rica se ha ido creando poco a poco una sociedad paralela a la nuestra.
En esta sociedad paralela, los precios están en dólares y a niveles similares a los de Nueva York o Miami. El idioma oficial es el inglés y se hablan dos palabras de español: Pura vida. En esta sociedad no se pagan cargas sociales porque una gran parte de sus integrantes tienen visado de nómada digital o salen del país cada tres meses en excursiones organizadas a Peñas Blancas solo para volver a entrar sin que se les haga ninguna pregunta, fenómeno conocido como Visa Run. Los menús en los restaurantes están mayoritariamente en inglés. Además, se celebran costumbres como “Thanksgiving” y “Halloween” mientras no se tiene la menor idea de qué es una mascarada. En esta sociedad de inmigrantes premium se busca el confort, “reconectar con la naturaleza” y no hace falta conocer las costumbres del país ni mezclarse con las personas locales.
Lo anterior refleja la cruda realidad del país hoy en día, especialmente en las zonas costeras las cuales han sido frecuentemente marginadas por los gobiernos de turno. Costa Rica, país que ha sido desigual desde de la década de los ochenta, ahora corre el riesgo de ser aún más desigual producto de esta sociedad de “expats” que ignoran la cultura e historia local, que a menudo no se preocupa por la biodiversidad y pretende vivir en Costa Rica bajo el slogan “pura vida” sin demostrar interés por la sociedad y las personas que aquí habitan.
Costa Rica es un país que depende en gran medida de la industria turística. Los ticos nos hemos caracterizado por siempre ser amables, hospitalarios y abiertos con los extranjeros que llegan a conocer el país. Sin embargo, al igual que cualquier actividad económica, el turismo, la inmigración de “expats” y los bienes raíces deben tener un componente de sostenibilidad que fomente la cohesión social, la prosperidad y el crecimiento económico. Hoy en día en Costa Rica es urgente tomar medidas para limitar este nuevo tipo de inmigración y turismo descontrolado que promueve la desigualdad social, la marginalidad y que poco a poco tienen mayor cabida en nuestro país, un terreno a la vez. Hay medidas migratorias y legislativas que se deben tomar. No solo a nivel nacional sino también a nivel de local. Lo anterior se debe hacer sin satanizar el turismo sostenible, la inmigración y mucho menos los extranjeros que aman el país y se interesan por la cultura local. Sin embargo, si no cortamos con esta dinámica corremos el riesgo de que estas sociedades paralelas crezcan y esto en un futuro puede llevar a una mayor conflictividad social, marginalidad, criminalidad y menor bienestar.