La gran "Chiquita"
Carmen Juncos cjuncos@larepublica.net | Martes 30 septiembre, 2008
La gran “Chiquita”
El autor de “Chiquita” Premio Alfaguara de Novela 2008, conversó con Magazine sobre esa obra y sobre la literatura como seducción y entretenimiento
Carmen Juncos
cjuncos@larepublica.net
“Chiquita” existió y ya adulta medía 65 centímetros, aunque su cuerpo era proporcionado, grácil y armonioso. Por lo que se supo a través de sus decisiones y acciones, fue una mujer de mucho talento y fuerte carácter.
Cuando el escritor Antonio Orlando Rodríguez recibió de manos de Cándido Olazábal, de más de 80 años, en Cuba, dos cajas llenas de hojas que contenían datos de la vida de “Chiquita”, no imaginó que al abrirlas y empezar a leer quedaría atrapado en la fascinación ejercida por esa pequeñita gran mujer al punto de querer escribir una novela sobre ella.
Pero así fue, porque para Rodríguez la historia también podría seducir a otros y para él “cautivar al lector es lo más importante”, es su prioridad ya que piensa que es así como se puede a la vez transmitir ideas, sugerir reflexiones.
“Confío mucho en el poder de la palabra escrita, ya sea en un libro, un blog o cualquier otro soporte, para salvar a la gente porque si bien estar en la realidad es muy importante, la literatura y el ensayo nos permiten entrar al mundo que nos otorga el poder de soñar y pensar” afirma refiriéndose a esa capacidad de crear un mundo cada vez mejor.
La historia de “Chiquita”, es la vida novelada de una artista cubana liliputiense nacida en 1869 en Cuba, quien partió un día hacia Nueva York con el deseo de triunfar como bailarina y cantante.
Tuvo que ser un reto enorme en una sociedad que, como cualquier otra, suele marginar a los seres diferentes. “Tenemos que aprender a reconocernos como diferentes más allá de lo que está a la vista, en lo que no se ve”, dice Rodríguez.
Sobre el sentido de la novela como género, Rodríguez dice que ha cambiado “en los casos en que se privilegia el transmitir ideas al acto de seducir y entretener. Yo, en ese sentido, me identifico con la literatura antigua”, concluye el escritor.
El autor de “Chiquita” Premio Alfaguara de Novela 2008, conversó con Magazine sobre esa obra y sobre la literatura como seducción y entretenimiento
Carmen Juncos
cjuncos@larepublica.net
“Chiquita” existió y ya adulta medía 65 centímetros, aunque su cuerpo era proporcionado, grácil y armonioso. Por lo que se supo a través de sus decisiones y acciones, fue una mujer de mucho talento y fuerte carácter.
Cuando el escritor Antonio Orlando Rodríguez recibió de manos de Cándido Olazábal, de más de 80 años, en Cuba, dos cajas llenas de hojas que contenían datos de la vida de “Chiquita”, no imaginó que al abrirlas y empezar a leer quedaría atrapado en la fascinación ejercida por esa pequeñita gran mujer al punto de querer escribir una novela sobre ella.
Pero así fue, porque para Rodríguez la historia también podría seducir a otros y para él “cautivar al lector es lo más importante”, es su prioridad ya que piensa que es así como se puede a la vez transmitir ideas, sugerir reflexiones.
“Confío mucho en el poder de la palabra escrita, ya sea en un libro, un blog o cualquier otro soporte, para salvar a la gente porque si bien estar en la realidad es muy importante, la literatura y el ensayo nos permiten entrar al mundo que nos otorga el poder de soñar y pensar” afirma refiriéndose a esa capacidad de crear un mundo cada vez mejor.
La historia de “Chiquita”, es la vida novelada de una artista cubana liliputiense nacida en 1869 en Cuba, quien partió un día hacia Nueva York con el deseo de triunfar como bailarina y cantante.
Tuvo que ser un reto enorme en una sociedad que, como cualquier otra, suele marginar a los seres diferentes. “Tenemos que aprender a reconocernos como diferentes más allá de lo que está a la vista, en lo que no se ve”, dice Rodríguez.
Sobre el sentido de la novela como género, Rodríguez dice que ha cambiado “en los casos en que se privilegia el transmitir ideas al acto de seducir y entretener. Yo, en ese sentido, me identifico con la literatura antigua”, concluye el escritor.