La OPEP+ pondrá a prueba al planeta, otra vez
Daniel Suchar Zomer daniel.suchar@hotmail.com | Lunes 07 agosto, 2023
Daniel Suchar Zomer, PhD
Analista Financiero. Profesor Universitario.
Email: daniel.suchar@hotmail.com
En medio de un contexto económico complejo y desafíos globales, la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus aliados (OPEP+) han tomado la decisión de implementar fuertes recortes en la producción de crudo. Para este año 2023, la rebaja alcanza la cifra del 3,6% de la oferta mundial petrolera, extendiéndose hasta finales del 2024.
Estas acciones buscan estabilizar los precios del petróleo y mantener el equilibrio entre la oferta y la demanda. Claramente, “la moderación” está buscado por aquellos proveedores de Oro Negro para no sacrificar sus márgenes de ganancias, siendo Rusia y Arabia Saudita quienes lideran esta cruzada petrolera. Y como buenos “influencers”, sus mas fieles seguidores (13 Socios de la OPEP y 10 productores independientes) harán “likes sin chistar” a dichos acuerdos de producción.
Estos recortes en la producción buscan ajustar la oferta de crudo en el mercado global, especialmente en respuesta a los impactos generados por la pandemia de COVID-19 y otras dinámicas geopolíticas, incluyendo la tan conocida invasión de Rusia a Ucrania. Eso sí, sin velar por las consecuencias aguas debajo de los derivados del Oro Negro.
De todo ese “benevolente recorte”, el aumento de los precios del petróleo (que ya sobrepasan los US$80 el barril WTI) y sus derivados (Plásticos, Olefinas, Combustibles, Ceras, Parafinas, Fertilizantes, Agroquímicos, Polímeros, entre otros), conlleva directamente a contraer importantes consecuencias económicas a nivel global. Los principales impactos económicos irán directamente a los consumidores, que al final, terminan pagando “por esta fiesta petrolera” incluyendo las contrataciones de Cristiano Ronaldo y Karin Benzema para los amantes del futbol saudí.
En primer lugar, se la Inflación. Uno de los mayores riesgos es la posibilidad de que los precios más altos del petróleo desencadenen un proceso inflacionario en distintos sectores económicos. A medida que los costos de producción y transporte se incrementan, este aumento se traslada a los precios de bienes y servicios, afectando el poder adquisitivo de los consumidores. El mejor ejemplo es el año 2022, con precios exorbitantes a todo nivel.
Seguidamente, impacto en las balanzas comerciales de los países. Para las naciones que dependen en gran medida de las importaciones de derivados del petróleo, los precios más altos implican un aumento en sus gastos en energía, transporte y a la postre, aumento en aranceles de importación. El impacto no solo es en balanza comercial, sino también dificultar la estabilidad económica, conllevando incluso, a problemas de abastecimientos en países destinos.
En tercer lugar, pero no menos importante, es la vulnerabilidad financiera. Los países importadores que no tienen suficiente capacidad para producir su propio petróleo podrían enfrentar una mayor vulnerabilidad financiera. La volatilidad de los precios del petróleo genera incertidumbre y afecta la confianza de los inversionistas. Inclusive, la factura petrolera conjuntamente con un desbalance financiero presiona aún más al Tipo de Cambio en naciones con soberanía monetaria (Costa Rica, Perú, Hondura) y un aumento en las Tasas de Interés en aquellos donde la divisa norteamericana es considerada de circulación nacional (El Salvador, Panamá o Ecuador)
Si por la víspera se saca el día, el año 2024 se vislumbra claramente con posibles procesos inflacionarios causados por los precios más altos del petróleo. En el 2022, el promedio de inflación mundial fue de +8% (según FMI) donde hubo países que convivieron en doble digito varios meses de dicho año. El 2024 puede copiar el mismo patrón de precios.
Con un continuo recorte de producción de la OPEP+ y la demanda global se recupera (basado en el crecimiento del PIB Mundial en +3,0% (2023) y +3,0% (2024) según el FMI), todo indica que los precios sigan al alza. Esto afecta (si o si) el comportamiento inflacionario en diferentes economías durante esos años.
Claro está, que, del otro lado de la acera, queda plasmar los desafíos para aquellos países importadores de esa gran cantidad de derivados que brinda el petróleo. Dichas nacionales, se enfrentarán (una vez más) a las siguientes situaciones.
Primeramente, prepararse para la Carga económica que se viene. Los mayores costos de importación de energía pueden generar una carga económica adicional para estos países, afectando su capacidad para financiar otros sectores críticos. En el caso Latinoamericano, las inversiones en Educación, Infraestructura y Salud serían las “premiadas” por estos aumentos del Oro Negro y compañía.
Acto seguido, pensar rápidamente en la posible pérdida de competitividad internacional. Las industrias que dependen del transporte y los combustibles derivados del petróleo podrían experimentar una disminución de su competitividad, ya que enfrentan costos más altos en comparación con países productores de petróleo. Y nuevamente, al no poder competir en mercados internacionales, la facturación quedará mermada y por ende, el impacto en las empresas recaerá en pérdidas de empleo mundial.
Es fundamental que los países estén preparados para abordar estos desafíos y buscar alternativas sostenibles en el uso de energía para garantizar un futuro económico estable y resiliente, pues la OPEP+ moverá y pondrá a prueba al planeta, otra vez.