La prevención de la violencia es un tema de educación y reconstrucción cultural

Dra. Ana Carolina Paris G.

Psicopedagoga de UCIMED

La formación en cultura de paz, la práctica real de estrategias de negociación para resolver las diferencias y la educación de las emociones, especialmente el manejo de la frustración y la capacidad para mostrar compasión, son las estrategias más importantes para prevenir la violencia en los centros de estudio. Pero, como todo, más que hablar sobre esto, tenemos que reflejar a través de nuestras conductas, nuestras creencias.

La violencia es la expresión física a una gran frustración, sazonada con pensamientos recurrentes que nos bloquean, todo esto, acompañado de imágenes mentales que suben la temperatura de nuestro sistema emocional.

Se trata de un cuadro propiciado por no poder lograr lo que se quiere y en el que se dificulta la capacidad de pensar y razonar; es como acelerar un vehículo que está en neutro o con la caja de velocidades trabada.

Como la mayoría de las construcciones humanas, en la violencia interviene la capacidad para pensar, con una emoción y se convierte en un comportamiento.

Ahora bien, la violencia responde a una expresión emocional, que llega a convertirse en un comportamiento. Por lo que prevenirla, es posible solo si trabajamos en las tres esferas que convergen en esto: el pensar, el sentir y el actuar.

La capacidad para pensar y razonar todo lo que hagamos, nos permitirá tomar conciencia y ayudar a otros a tomarla, sobre el hecho de que todos somos diferentes, por ello, pensamos, actuamos, sentimos y deseamos cosas diferentes. Pero, sobre todo, nos ayudará a comprender que solo a través de la negociación, conseguimos espacios para superar esas diferencias. Esto se convierte en un gran antídoto contra la violencia.

Es claro, que esta negociación debe incluir como condición, la posibilidad de que el otro gane algo y aunque no hay un perdedor feliz, se debe tener la tolerancia y respeto para aceptar que no siempre las cosas son como queremos que sean.

En este sentido, educar para la negociación se convierte en una acción indispensable, para poder contrarrestar conductas culturales que tanto daño le hacen a la sociedad.

Por su parte, la educación de las emociones nos proporciona un marco amplio para trabajar la frustración, entendiendo que la emoción puede modularse, subir o bajar el nivel de tensión a partir de la respiración, las imágenes y los pensamientos.

Debemos tener claro que, la expresión de las emociones, en este caso de la frustración, establece patrones de conducta. Al principio estos patrones son copiados de las figuras representativas, luego se interiorizan y se repiten. De ahí la importancia de actuar con el ejemplo, para prevenir conductas violentas.

Hay razones fisiológicas que apoyan las reacciones automáticas agresivas y se denominan “asaltos límbicos”.

Un "asalto límbico", se refiere a una situación en la que una persona experimenta una respuesta emocional intensa y desproporcionada, debido a la activación del sistema límbico del cerebro, que es responsable de las emociones y las respuestas de supervivencia. Esto ocurre sin la mediación de la corteza cerebral, que es la responsable de la racionalidad.

La activación de los “asaltos límbicos” puede ser provocada por estímulos que son percibidos como amenazas, o por situaciones de alto estrés, y puede llevar a reacciones que, en condiciones normales, nunca hubiéramos realizado.

La comprensión de estos comportamientos es realmente útil, para poder ayudar a las personas a manejar mejor sus respuestas emocionales y a desarrollar estrategias que les permita mantener la calma y no responder violentamente.

De esta manera, es posible prevenir la violencia y enfrentarla desde diferentes ángulos, pero debemos enfocarnos en nuestra propia capacidad para modular nuestro sistema y surfear las diferentes olas de emoción que implica el estar vivo.