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La Caja y la cueva de Alí Babá

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 11 noviembre, 2011



La Caja y la cueva de Alí Babá


La crisis y desmantelamiento paulatino de la Caja Costarricense de Seguro Social es el problema más significativo de todos los males que aquejan hoy a nuestra sociedad.
La Caja en esencia es la responsable de la más importante evolución social de nuestro país, al ofrecer un estado de salud pública, en sus mejores años, envidiable en la región.
Sin embargo, nos dormimos en los laureles.
A vista y paciencia de todo el país, la Caja se fue transformando en una gran maquinaria política electoral, de privilegios empresariales y en una cueva a la cual nada más le hace falta una estatua de Alí Babá.
Insisto en que esto sucedió frente a los ojos del pueblo, de la prensa, de la oposición política, de las mil y una contralorías de este país.
¿Cómo fue posible semejante invisibilización?
La respuesta a la actual crisis que estalló precisamente en fechas cercanas al 70 aniversario de la institución ofrece indicios interesantes sobre este fenómeno de ceguera colectiva.
El zafarrancho actual ha sufrido un desenlace por fases.
La negación. Tras las investigaciones periodísticas, entre las que destacan reportajes de este periódico, se puso el dedo en una gigantesca llaga abierta. La respuesta inmediata de Ileana Balmaceda, presidenta de la institución fue negar que había una crisis, en programas radiales, televisivos e incluso en la propia prensa escrita.
La aceptación. Tras las evidencias innegables, no quedó más que aceptar a regañadientes, hecho que se volvió imposible de mitigar una vez que el informe de la Organización Panamericana de la Salud desnudó la actual triste realidad de la Caja.
El arrepentimiento. Los políticos de turno y en especial los oficialistas aprovecharon para públicamente darse con una piedra en el pecho, y asegurar y reasegurar que estaban haciendo todo lo humanamente posible, sin responder por qué no fue así en el pasado.
La promesa. Acto seguido prometieron cielo y tierra para “rescatar la institución”, todo lo que fuera necesario, por supuesto menos intervenirla, claro está, una cara factura política para la administración actual.
El olvido. Desgraciadamente entramos en esta fase, ya ha corrido tanta agua bajo el puente, que el problema se empieza a diluir. Surgen nuevos temas y “necesidades”, mientras los planes de rescate quedan en una memoria de muy corto plazo. El pueblo sigue soportando la mala atención, y los medios sacan nuevos trapos sucios que corren ya como parte del torrente desbordado de la incompetencia para enfrentar la crisis del Seguro Social.
La actitud. Hoy, como que aquí nada pasó.

Luis Alberto Muñoz

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