La Comedia de las Equivocaciones
Pedro Oller poller@ollerabogados.com | Martes 08 octubre, 2013
Ha sido una comedia en tres actos, a la salida, un espectador dice “Mae, no puedo creer que hayamos malgastado tiempo en esta vara”
La Comedia de las Equivocaciones
Vivimos días extraños tras una semana de absurda fijación en torno a la figura de Rodolfo Hernández y sus decisiones. Ha sido una comedia en tres actos, casi escrita por Juan Cavestany de cuya última obra, Gente en Sitios, ha dicho la crítica “De repente, todo en su disparidad tiene sentido, todo obedece a un ritual tan perfectamente extraño como propio y lo cotidiano se antoja extraordinario, lo vulgar excelente. Somos el residuo de nuestras propias existencias. Hemos llegado”.
Acto Primero: Se abre el telón en el auditorio del TSE y ahí está Luis Antonio Sobrado convocando oficialmente a las elecciones de febrero próximo. Declama un discurso pausado y sobrio que recuerda “estas elecciones tienen que ver con esas cosas: las que nos preocupan y molestan, las que nos tienen enfrentados y las que anhelamos”. Atentos lo escuchan todos los actores menos uno. Hernández está suspicazmente ausente.
Se apagan las luces y aparece en el escenario una carta con todas las luminarias dirigidas a su texto. El espectador distingue claramente palabras como intriga, envidia, egoísmo, traición y deslealtad que saltan en negrita sobre la página blanca. Sin embargo, lo demás discurre entre claroscuros y grises sobre todo las sombras de sus enemigos que apenas se sugieren en el trasfondo. De nuevo se apaga el escenario.
Acto Segundo: Teléfonos celulares, tabletas y computadoras portátiles flotan e iluminan el escenario. En ellas se observan claramente discusiones en Facebook y Twitter en torno a Hernández. Reina la confusión y crecen los murmullos, aparecen siniestros intereses en pantalla, imágenes del sufrimiento de don Rodolfo que se ha subido solo a la cruz y del caballero Piza que salvará al Partido en su hora más oscura. Aflora sugerente la chota.
Dos pantallas se juntan a un lado y dibujan un mapa de la Fuente de la Hispanidad. Se les suman dos más y caminan hasta un portal que se ilumina al otro extremo de las tablas. Al llegar las pantallas se reparten imágenes del pabellón nacional y de la bandera rojiazul del PUSC. Aparecen Hernández y su esposa quienes ríen y lloran mientras él abraza a un actor vestido de línea de la pobreza y como MacArthur y Schwarzenegger dice (sin acento) “Volveré”. Una pantalla atrás muestra la leyenda *Aplican Restricciones mientras se escuchan las notas de El Arrepentido de José Alfredo Jiménez. De nuevo se apaga el escenario.
Tercer Acto y Final: Al abrirse el telón, el escenario está ahora mucho más lleno de dispositivos móviles a los que, en un giro interactivo, se suman también los de la audiencia. Todos giran en torno a Hernández. La chota va in crescendo así como la exasperación. Aquellos cuatro del portal se acompañan ahora de actores vestidos de trol. Hernández aparece vestido de verdugo y prepara monigotes del Comité Ejecutivo, de los ex Presidentes Calderón y Rodríguez en una guillotina plenamente iluminada. Irrumpe la voz de Abel Pacheco con su familiar “¿Qué tal amigos?” Se apagan las luces y se escuchan unos tímidos aplausos.
A la salida, un espectador pregunta “¿Qué te pareció?” El otro contesta “Mae, no puedo creer que hayamos malgastado tiempo en esta vara”. El fin.
Pedro Oller
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