La complacencia
Leopoldo Barrionuevo leopoldo@amnet.co.cr | Sábado 07 mayo, 2011


Elogios
La complacencia
Viajar nos obliga a entender otros modos de expresar el idioma cotidiano que muchas veces nos producen risa o vergüenza o a lo sumo sorpresa y casi siempre, ridículo. Veamos si no: al llegar a Tiquicia, la aduana se demoraba demasiado en reconocer el menaje para instalar la casa y teníamos molestos a los vecinos por pedirles los utensilios más elementales, como son los de comer, así que decidí visitar un bazar para adquirir lo más necesario.
En mi español familiar existían dos tipos de platos: los soperos y los chatos o llanos, así que pedí seis platos hondos y seis platos playos, la risotada aún resuena en mis oídos; por esa razón es que busco siempre nuevas definiciones y esto me está pasando con la complacencia, cuya definición de la RAE no acaba de convencerme:” Satisfacción, placer y contento que resulta de algo” por complacer “que es causar a alguien satisfacción, placer o agrado”, pero imagina a un marido complaciente y te darás cuenta que por lo general se dice del carente de calcio o descalcificado, es decir, del cornudo.
Sin embargo, la complacencia es según mi leal saber y entender, el estado que sigue a los grandes esfuerzos o mejoras para salir adelante porque cuando un equipo de vagabundos obtiene un logro, pronto caen en la complacencia de creerse superiores, imbatibles o privilegiados y es a partir de ese momento que empiezan a deslizarse por la pendiente hasta que se hacen trizas contra el pavimento que de hecho, está totalmente deteriorado como las platinas de carreteras y autopistas de complacientes ciudadanos orgullosos de los chinos que pueden hacerles un estadio en el tiempo en que ellos pueden agregar un canal de la calle que bordea Sabana Sur y que más tarde o más temprano tendrá que ser refaccionado, antes de las primeras lluvias.
El individuo se complace muy fácilmente y descansa del estrés que le produce alcanzar una meta, o acaso el hecho de pensar cómo alcanzarla lo pone a un paso del surmenage y esto lo digo con conocimiento de causa porque no trabajé en dos o tres instituciones o empresas sino en más de 300 en 18 países, lo que hacía responder a mi viejo cuando le preguntaban de qué trabajaba su hijo, en vez de decir que era consultor de marketing, invariablemente respondía: “No lo sé con exactitud, pero lo que puedo decirle es que dura muy poco en cada trabajo y lo despiden a menudo”.
Ahora ya sé que mi viejo podía haber respondido: “Dura poco en cada chamba porque a poco sus clientes creen saber más que él y les viene un ataque de complacencia y consideran que pueden seguir sin ayuda.”
Es como cuando dejas de ir al médico al dentista porque no te sientes enfermo: solo te interesas por la salud cuando te falta e incluso cuando ya no tiene arreglo.
La complacencia es así: un sentimiento de placer que desaparecerá con la ausencia del amor, de la pequeña felicidad, de los amigos, de la decencia, el respeto… Sólo al perderlos te dolerá no tenerlos, hasta entonces vivirás un estúpido nirvana de descuido y complacencia. Al carajo con ella.
Leopoldo Barrionuevo
leopoldo@amnet.co.cr
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