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La credibilidad en los jerarcas

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 20 febrero, 2015


No hay mayor debilidad para quien tiene en suerte dirigir que perder la credibilidad de quienes debe guiar


Sinceramente

La credibilidad en los jerarcas

No hay una mayor fortaleza para quien dirige un país, que la credibilidad. Para ejercer el liderazgo resulta de fundamental importancia que los gobernados tengan confianza en la palabra empeñada de su dirigente.
No hay mayor debilidad para quien tiene en suerte dirigir que perder la credibilidad de quienes debe guiar.
De niños escuchamos el cuento … “ahí viene el lobo, ahí viene el lobo..” y tantas veces el pastorcillo engañó y “vaciló” a sus compañeros pastores, que al cabo cuando llegó, nadie le hizo caso.
La credibilidad debe preservarse a toda costa. La credibilidad debe conservarse, así como la integridad del líder o del jerarca, no prometiendo lo que no puede cumplir, no atacando lo que luego va a tener que adoptar por bueno y valedero.
Señala el viejo dicho: “Es de sabios a menudo cambiar de opinión, más no es de sabios cambiar de opinión a menudo”.
No puede el líder hablar de corrupción sin pruebas y en consecuencia estar expuesto a no encontrarla y perseguirla, porque la credibilidad se pierde y el pueblo en consecuencia juzga que cuanto hay es simple y llanamente impunidad y, claro, politiquería. Acusación sin pruebas es difamación.
No puede responsablemente un jerarca oponerse a proyectos calificándolos de nocivos, oponiéndose a financiamientos, a diseños y características para luego de demorarlos y sin modificarlos en lo fundamental, adoptarlos como suyos. ¿Dónde está el honor de actuar así?
La palabra dada, la confianza, la credibilidad, el sentido del honor y de respeto por lo dicho, no puede perderlos quien dirige una organización o un país.
Pocas situaciones más trágicas para la gobernabilidad que descubrir que quien a través de la palabra busca orientar, dirigir, y confortar a un pueblo en una encrucijada, podría al día siguiente decir lo contrario y devolverse en sus palabras e ideas. ¿Le creemos ahora o le creemos después?
Muy grave resultaría para la gobernabilidad encontrar contradicción, ausencia de credibilidad y de confianza en quien es llamado a caminar delante mostrando el camino. ¡La desconfianza genera ingobernabilidad!
“Solo los ríos no se devuelven…” Pero no pueden estarse devolviendo de manera continua. Podemos como excepción desdecirnos, podemos como excepción asumir como propia una ruta ajena y criticada a la que hicimos oposición.
No es un juego el gobernar. No es un juego ser opositor. No debe un líder, en quien las personas de una sociedad confían, atacar lo que luego va a abrazar. ¿A qué nos vamos a atener?
Insto con todo respeto y consideración a quienes incurren en esta actitud a que cuiden más el capital de credibilidad y de confianza que tienen con el país. No le hagan el daño a Costa Rica de profundizar la pérdida de confianza y credibilidad en la clase política.
La democracia funciona gracias a los partidos. Los partidos funcionan gracias a sus dirigentes. Si los dirigentes de los partidos son desacreditados, la democracia no va a funcionar.
Es menester hacer acopio de toda seriedad y de todo pensamiento antes de asumir una posición y antes de emitir un criterio a la sociedad que gobiernan.

Emilio R. Bruce

Profesor
ebruce@larepublica.net

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