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“La gente cree que soy cascarrabias, pero soy sensible”

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 13 julio, 2013


A los 50 años empecé a estudiar francés y quiero aprender alemán para hablar con mis nietos. Esteban Monge/La República


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“La gente cree que soy cascarrabias, pero soy sensible”

El camino al éxito de una generadora de opinión pública

Pocos conocen la historia detrás del éxito de una de las comunicadoras más influyentes en el país; su nombre es sinónimo de credibilidad para muchos costarricenses a la hora de encender la televisión.
Su camino inició cuando tuvo que abandonar Perú por persecución a su padre y llegó a un país del que solo sabía que producía café y banano, y que estaba entre Nicaragua y Panamá. Con una mirada atenta se dispuso a contar su viaje tras 59 años de vida.

¿Por qué se fue de Perú?
En febrero de 1972 mi papá era presidente de la única aerolínea de Perú, teníamos un dictador llamado Juan Velasco Alvarado y tras destituir al Presidente le pidió a mi papá que sacara del país al mandatario en uno de los aviones, mi padre se negó y lo llevaron a juicio por declaración de impuestos dos veces y los ganó, pero el dictador pedía cambio de juez, mi padre prefirió salir por temor a represalias.

¿Por qué vino a Costa Rica?
Mi papá tenía dos buenos amigos aquí, por lo que en lugar de irnos a España nos quedamos, pues esperábamos que esa situación cambiara pronto, pero nunca volvimos a Perú.

¿Se vino toda la familia?
No, solo mi papá, mi mamá y tres de mis hermanos menores porque somos diez hijos, yo soy la sétima, tenía 16 años cuando llegué.

¿Siempre quiso ser periodista?
No, quería ser abogada, mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo eran abogados, pero me quedé desilusionada de la justicia en mi país, fui a la Universidad de Costa Rica, vi la carrera de periodismo y pensé esta es, pues me gustaba leer y escribir.

¿Fue duro empezar de cero en este país?
Fue muy duro, porque nosotros éramos una familia muy unida con 28 primos hermanos, era como una fiesta permanente y venir a un país donde no conocíamos a nadie fue difícil, ni siquiera nos podíamos movilizar por las direcciones que nos daban, vivimos en una casa alquilada al lado de un aserradero donde ahora está la Universidad Latina.

¿Cuál fue su primer trabajo?
En 1974 en el Semanario Universidad, trabajé un año y aprendí muchísimo, la primera crónica que escribí me la rehicieron cinco veces y al final me la publicaron porque les daba pena decirme que no otra vez, reporteaba, diagramaba, escribía y vendía los periódicos, me pagaban ¢500.

¿Cómo nace su relación con la televisión?
Fue una casualidad, porque yo siempre trabajé en prensa escrita y en mi empresa de relaciones públicas, hasta estudié investigación en Estados Unidos; nunca pensé en televisión, nunca me gustó. Pero Rodrigo Fournier y Amelia Rueda salieron del canal en 1987, me ofrecieron ser presentadora a los 33 años, pero cuando vine me dijeron que iba a ser directora.

¿Fue un reto?
No sabía nada de televisión, ni hacer un guion, nunca me interesó para ser franca, pero siempre he sido arriesgada, acepté de salario la mitad de lo que ganaba en mi empresa, me sentaba en una mesita a la par de Marcelo Castro mientras presentaba, para ver cómo lo hacía.

¿Cómo fue la primera vez que presentó noticias?
Pasé con diarrea todo el día, fue horrible, pero aprendí; si uno no es tonto, aprende.

¿Cuál es la cobertura que más la enorgullece?
Cuando le puse la silla vacía a Daniel Oduber en el set, me canceló la entrevista tres veces y le dije, si usted no viene a la entrevista le dejo la silla, la gente me decía que estaba loca, pero no me preocupaba.

¿Cuál es su mayor pasión?
Observar aves, me voy a giras para ver especies, soy muy casera contrario a lo que la gente espera de mí, no voy a fiestas ni reuniones sociales, a menos que sea por algo de trabajo.

¿Es adicta al trabajo?
Definitivamente lo he sido, muchas veces trabajé en la edición de la mañana, el mediodía y la noche, jornadas de 16 horas.

¿Fue una madre ausente por el trabajo?
Sí, una vez mi hijo Alonso tenía una actividad del Día de la Madre en la escuela, le dije que iba a ir y pensé en no hacerlo, pero fui y cuando llegué los niños estaban cantándoles a las madres y lloré dos días seguidos, por el sentimiento de culpabilidad

¿Se pueden cumplir los sueños?
Nadie le impide a uno cumplir sus sueños, hay que atreverse, si usted quiere llegar a la otra orilla del río, pues tírese a nadar. En esta vida hay hombre montaña y hombre cordillera, muchos cumplen una meta y se conforman, uno tiene que ser cordillera, porque cuando ve arriba siempre habrá otra montaña más alta.

Angie Calvo
acalvo@larepublica.net







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