La peor crisis: indolencia y falta de estirpe
Claudio Alpízar redaccion@larepublica.net | Jueves 29 octubre, 2015
El peor condimento para esa crisis creciente de indolencia en Costa Rica es la falta de estirpe de quienes nos lideran
Sin tregua
La peor crisis: indolencia y falta de estirpe
Las crisis son de diferente índole y se dan en la familia, en una institución, en una comunidad y en un país. Es imposible mantenerse incólume y alejado de ellas.
Los chinos en su milenaria historia y cultura parten de la premisa de que una crisis es momento oportuno para reflexionar y seguir creciendo. Inclusive, cuando ellos observan un gráfico de pendiente positiva creciente esto enciende sus luces de alarma, atentos a que se avecina en cualquier momento una crisis y un pronto descenso.
Las crisis se deben enfrentar con prontitud y determinación. Lo peor que nos puede suceder es tomarlas con indolencia, actitud pasiva y despreocupada por lo que acontece, en la que no encontramos más culpables que a los otros.
Teniendo conciencia de las dificultades, pero no de las consecuencias, se pretende que sean otros quienes asuman los sacrificios y las responsabilidades para salir de crisis. Lo vemos con frecuencia en las largas y soñolientas crisis que venimos padeciendo en Costa Rica, para ejemplos: la crisis fiscal y la crisis de partidos políticos.
La indolencia lleva a percibir los problemas cotidianos como normales. Es común y tema de conversación de café la falta de infraestructura en el país, la pérdida de tiempo en largas y pesadas presas. Como normal es el despilfarro que hacemos en el consumo de gasolina; igual es normal la carencia de habilidades y capacidades de nuestra clase política.
Lo aceptamos, lo vivimos y punto.
De igual manera somos indolentes con quienes gobiernan, cuando ante la falta de horizonte y de metas nos limitamos a descalificar y a comparar a los partidos políticos y a sus dirigentes como iguales.
En el rango de la igualdad y la mediocridad encontramos el bálsamo para aceptar que nuestro partido siga en crisis, pues la lucha la enfrentaremos con otros igual de mediocres.
Indolentes somos cuando caminamos por nuestras ciudades —de día o de noche— acostumbrados a la miseria y a las ciudades descuidadas. Al ver gentes durmiendo en las calles en cajas de cartón damos brinquitos para continuar transitando insensiblemente por las aceras, sin importarnos que quienes yacen en ellas son personas desvalidas.
El déficit fiscal es una bola de nieve, ignorado en su importancia de gobierno a gobierno, visto con pereza y desidia, que por su impopularidad muchos pseudopolíticos no se atreven a tocar.
Los diferentes sectores sindicales y empresariales hablan y hablan de déficit fiscal, mas ninguno quiere asumir su parte de responsabilidad, pensando que la crisis nunca les afectará.
El peor condimento para esa crisis creciente de indolencia en Costa Rica es la falta de estirpe de quienes nos lideran —o creen hacerlo— que olvidan que este ha sido y es un país exitoso, antes gracias a grandes gobernantes, hoy a pesar de los malos.
Por su parte, el ciudadano olvida la sucesión hereditaria que le corresponde y su responsabilidad para que la nación siga y retome el camino al éxito, como obligados promotores de heredar a las futuras generaciones la esperanza y la ilusión de un mejor país, lo que se dará enfrentando las crisis con determinación e inmediatez.
Claudio Alpízar Otoya
Politólogo
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