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Miércoles, 30 de octubre de 2024



FORO DE LECTORES


La persona: no el político

| Lunes 24 febrero, 2014


Me convencieron las propuestas. Informamos y contagiamos alegría para convencer que otra Costa Rica es posible


La persona: no el político

Las elecciones del pasado 2 de febrero fueron memorables: un candidato de oposición obtuvo la mayoría de votos, a pesar del persistente abstencionismo. Muchos atribuyen este cambio, entre otras cosas, a la participación de los jóvenes, no solo porque representábamos el 40% de los votantes sino por nuestra labor activa en la campaña.
¿Por qué los jóvenes marcamos esta diferencia?
Tal interrogante me ha llevado a reconstruir mi propia historia: ¿qué es lo que ha provocado que el relato que yo cuento sea diametralmente opuesto al de mi abuela de 89 años?
En valores y aspiraciones una gran cercanía, pero en evaluación de actores y resultados… un abismo entre ambos.
¿Cómo empezó todo esto? En el colegio analizamos una vibrante década del 40 en la cual se inicia un proceso de reforma social orientado por la búsqueda de la equidad: se impulsa la Caja del Seguro Social, la Universidad de Costa Rica, las garantías sociales y luego el Instituto Costarricense de Electricidad… Sin embargo posteriormente, bajo el influjo de un largo bipartidismo, algunas de estas conquistas —defendidas en un inicio—, empiezan sistemáticamente a debilitarse.
Se genera así una permanente contradicción entre lo que esos partidos supuestamente representaban y lo que yo cotidianamente vivía bajo los gobiernos de esas mismas fuerzas políticas.
Mientras estudiábamos cómo Calderón Guardia había traído a la vida a la CCSS, su hijo estaba siendo condenado por el delito de peculado en detrimento de dicha Institución.
Más allá del problema de la corrupción, hemos asistido a una sistemática y voluntaria administración deficiente de las instituciones públicas, lo cual se refleja por ejemplo en la crisis financiera de la CCSS.
Mis años universitarios coincidieron con otro mandato liberacionista. En estos la tendencia continuó: la trocha, la platina, la avioneta supuestamente vinculada al narcotráfico, los fiascos ministeriales… A esto se suma el problema de la inseguridad ciudadana, fruto directo de la brecha social que se ha acrecentado durante estos últimos años y que vuelve creíble el relato de las cinco veces que me han asaltado a mis 21 años... Creo que toda persona que se ha visto avasallada por esta realidad, ha terminado hastiada.
A pesar de este desencanto político había que tomar una decisión en estas elecciones. Después de haber pasado ocho años criticando al Gobierno, mis deseos de un cambio no podían reducirse a marcar una equis en una papeleta como voto protesta.
No solo debía escoger un cambio, sino ser parte de él: para ello debía encontrar ese partido y candidato que me representara y lo encontré.
Me convencieron las propuestas de mejorar la Banca de Desarrollo con crédito diferenciado para las pymes, sin dejar de lado la importancia de atraer inversión extranjera; de establecer el acceso al agua como derecho humano, del desarrollo sostenible como pilar en la producción… Pero debo admitir que fue don Luis Guillermo Solís quien me convenció.
Me impresionó cómo su persona trascendía al político: su honestidad, su madurez y su receptividad.
Y convencida, actué: me hice parte de esta esperanzadora campaña, del trabajo boca a boca: informamos, contagiamos alegría y dimos un paso para convencer que otra Costa Rica es posible.

Gabriela Mora M.

Estudiante de derecho
Miembro de mesa del PAC






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