Las brechas de género en el deporte en Costa Rica: un obstáculo para el desarrollo de las mujeres
Victoria G. Ross Ross vross@ross.or.cr | Jueves 20 marzo, 2025

Victoria G. Ross
Experta en políticas públicas, comunicaciones y asuntos gubernamentales.
Instituto Aspen Líder Global.
Expresidenta de la UNAFUT
La semana pasada tuve el gusto de participar en el foro “Mujeres rompiendo la brecha en el deporte” organizado por la diputada Rosaura Méndez en la Asamblea Legislativa, y que contó con la participación de doña Rosaura, que además de diputada fue ciclista campeona nacional, Karla Alemán, excapitana de nuestra selección femenina de fútbol y directora técnica de selecciones nacionales como Costa Rica y Guatemala, la señora Nuria Marín, experta en temas de liderazgo y ascenso social de las mujeres, y la multiple campeona mundial de crossfit adaptado, Amalia Ortuño (cito algunas de las calificaciones de las participantes, no todas, para fines de este artículo). El propósito del foro era destacar de que a pesar de que el deporte es una herramienta poderosa para el desarrollo personal y social, en Costa Rica, las mujeres y niñas siguen enfrentando condiciones adversas que limitan su acceso, permanencia y crecimiento en diversas disciplinas deportivas. Desde tabúes culturales hasta la carga desproporcionada del cuido, la participación femenina en el deporte es desigual, afectando no solo su bienestar físico y mental, sino también su desarrollo profesional y económico. Hablamos las participantes de esto, y de como, desde nuestra experiencia personal, hemos hecho para enfrentar estos retos.
El panorama nos muestra una desigualdad estructural: a nivel mundial, las mujeres y niñas tienen un 20% menos de probabilidades que los hombres de practicar deporte con regularidad, según la UNESCO. En América Latina, solo el 32% de las deportistas tienen acceso a financiamiento o patrocinios comparado con el 68% de los hombres, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Costa Rica no es la excepción. Datos del Instituto Costarricense del Deporte y la Recreación (ICODER) indican que, aunque la población femenina representa el 50.5% del país, apenas un 35% de las personas inscritas en federaciones deportivas son mujeres. En disciplinas tradicionalmente masculinizadas, como el fútbol o el ciclismo, la cifra es aún menor.
La brecha de género no solo es numérica, sino también económica. En el fútbol femenino de primera división en nuestro país, el salario promedio de una jugadora es más de 80% menor que el de un jugador en la liga masculina, y muchas de ellas ni siquiera reciben un salario. Mientras que los clubes masculinos cuentan con contratos de patrocinio multimillonarios, los equipos femeninos muchas veces sobreviven con recursos limitados y sin contratos laborales formales para sus jugadoras. Conversamos también en este espacio del foro, sobre la debacle reciente del fútbol femenino, que contrasta con datos impresionantes del crecimiento económico del fútbol femenino a nivel mundial, y sobre las posibles raíces de este problema.
Todavía persisten muchos obstáculos invisibles para que las mujeres y niñas practiquen deporte en igualdad, y tienen que ver con temas culturales y sociales como los estereotipos persistentes o la carga del cuido. Así, las barreras para las mujeres en el deporte van más allá del financiamiento. Existen limitaciones arraigadas en la cultura y en las estructuras familiares. Desde la infancia, los estereotipos de género juegan un papel crucial en la práctica deportiva. Un estudio del INEC sobre usos del tiempo en Costa Rica revela que las niñas dedican un 30% más de tiempo a tareas domésticas y de cuido en comparación con los niños. Este patrón persiste en la adultez, donde el 77% de las mujeres costarricenses realizan trabajo doméstico no remunerado, mientras que solo el 38% de los hombres lo hace.
Este peso desproporcionado del cuido tiene consecuencias directas en la continuidad de las mujeres en el deporte. Muchas atletas abandonan sus carreras al convertirse en madres debido a la falta de apoyo en licencias de maternidad, infraestructura adecuada y oportunidades laborales compatibles con la vida familiar. Un claro ejemplo es el limitado acceso a guarderías en instalaciones deportivas y la ausencia de programas de reinserción para atletas después de la maternidad.
Además, persisten tabúes sociales que desincentivan la participación femenina en ciertos deportes. Expresiones como “el fútbol es para hombres” o la hipersexualización de las deportistas en los medios refuerzan la idea de que hay disciplinas que “no son para mujeres”. Esto no solo restringe el acceso, sino que también impacta la percepción pública y el apoyo institucional.
Es importante recalcar que la exclusión de las mujeres en el deporte tiene repercusiones que van más allá del ámbito deportivo. La actividad física es fundamental para la salud física y mental, la construcción de redes de apoyo y el desarrollo de habilidades como el liderazgo y el trabajo en equipo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la inactividad física es un factor de riesgo clave para enfermedades no transmisibles como la diabetes, cáncer, y enfermedades cardiovasculares, y afecta más a las mujeres que a los hombres.
Desde una perspectiva económica, la brecha de género en el deporte también limita el crecimiento profesional de las mujeres. Un informe del Foro Económico Mundial destaca que la participación deportiva está correlacionada con mayores oportunidades de liderazgo en el ámbito laboral. Un estudio del 2015 en Estados Unidos de la empresa consultora EY encontró que el 94% de las mujeres en puestos ejecutivos habían participado en deporte organizado, estableciendo un claro vínculo entre la práctica deportiva y el desarrollo de habilidades esenciales, como la competencia, la determinación, la ética de trabajo y el trabajo en equipo, el liderazgo y la resiliencia, entre otros, que son esenciales en el desarrollo y ascenso profesional. Quienes toman las decisiones también es un factor esencial en como se moldea y desarrollan los espacios y oportunidades de la práctica del deporte. En Costa Rica, menos del 20% de los cargos directivos en organizaciones deportivas son ocupados por mujeres, lo que restringe su influencia en la toma de decisiones. En deportes como el fútbol, estos números son todavía mucho más bajos.
Cerrar la brecha de género en el deporte requiere un enfoque integral que abarque desde políticas públicas hasta cambios en la mentalidad colectiva. Algunas estrategias clave pueden incluir una mayor inversión en el deporte femenino, garantizando financiamiento equitativo para equipos femeninos, infraestructura adecuada y programas de desarrollo a largo plazo. También, políticas de equidad laboral para deportistas, como el requisito de incluir contratos formales, licencias de maternidad y programas de reinserción post-maternidad.
Un tema esencial por la cascada de efectos posteriores es el fomento decidido de la práctica deportiva en niñas, implementando programas educativos y campañas de sensibilización para erradicar estereotipos de género desde la estructura educativa base.
Uno de los temas más urgentes es el de aumentar mujeres en puestos de liderazgo deportivo, impulsando intencionalmente y con incentivos la participación femenina en federaciones, clubes y organismos de toma de decisión. La inclusión de liderazgos y visiones plurales en todas las organizaciones humanas ha demostrado mayor eficiencia y eficacia, así como construcciones sociales más representativas y justas. Los medios de comunicación son una pieza clave en poder ir eliminando esta brecha, y algunos de los aportes en los que podrían tener un impacto profundo son en la promoción de una representación equitativa y digna de las mujeres en el deporte, evitando su hipersexualización y destacando sus logros deportivos en igualdad de términos.
El camino hacia la equidad en el deporte es un reflejo de la lucha por la igualdad en todos los ámbitos de la sociedad. No se trata solo de abrir espacios en las canchas, sino de derribar las barreras invisibles que limitan el potencial de millones de mujeres y niñas en Costa Rica. El deporte no tiene género; la oportunidad de practicarlo y vivir de él tampoco debería tenerlo.