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Las buenas políticas económicas deben de ser políticamente posibles

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 29 enero, 2024


Una lección del pasado que hoy me es más evidente es la necesidad de asegurar que buenas políticas económicas sean también políticamente viables.

Tuve la bendición de Dios de iniciar muy temprano y guiado por muy buenas manos mis tareas en la función pública.

Estaba trabajando en mi tesis para el PhD en Economía en la Universidad de California Berkeley cuando ganó la Presidencia don José Joaquín Trejos. Me había conocido como alumno y representante estudiantil cuando era Rector de Ciencias y Letras en la UCR. Y en su gabinete estaban queridos profesores y amigos míos: Alberto Di Mare, Álvaro Hernández, José Francisco Chaverri. Don Alberto con la aprobación del Presidente me llamó para que viniera a ser su segundo en la recientemente fundada Oficina de Planificación -que orgánica y físicamente estaba en Presidencia- y me invitaban a que participara en las reuniones del Consejo de Gobierno. Me permitieron mis profesores adelantar la finalización de mi tesis e ingresé al gobierno unos pocos meses después de su inauguración.

Cuento esto para indicar que estaba con mis estudios universitarios muy frescos cuando inicié el servicio público, con todo el entusiasmo por lo aprendido en la UCR y en Berkeley y deseoso de aplicar las políticas económicas que la teoría recomendaba. Y vaya que sí tuve oportunidad de contribuir en esa tarea ante la muy difícil situación fiscal y de balanza de pagos que había heredado la Administración Trejos Fernández.

En los primeros dos años mi función era más técnica, lo que bien se adecuaba a mis intereses y capacidades. El Presidente, don Alberto y don Álvaro y los diputados del partido se encargaban de las tramitaciones políticas. Solo actuaba en función política con explicaciones generales al público respecto a los planes de corto plazo y a los de mediano y largo plazo que elaborábamos, y en el BCCR, pero en este último caso se trataba de presentaciones más bien técnicas.

Después asumí la dirección de OFIPLAN que incluso era la entidad responsable de preparar y presentar el Presupuesto de la República, y ya mis tareas no solo tenían que ver con lo técnico y con su defensa en el BCCR, sino también con las relaciones directas con diputados de gobierno y de oposición, y con los medios de comunicación.

Empecé a aprender la diferencia entre la lógica económica y la lógica política.

Cuando desde ANFE y en la Academia de Centroamérica participé intensamente en los debates sobre como enfrentar la crisis que se nos avecinaba y que luego nos aplastó con desempleo, inflación y pobreza, volví a enfocar las políticas públicas desde la óptica económica.

Pero esto cambió años después cuando inicié mi participación política como aspirante a puestos de elección popular y cuando los ejercí.

En estos días he vuelto a reflexionar sobre las relaciones entre economía y política movido por la recomendación que compartí a principio de año con relación a nuestros propósitos propios de esa época. Señalé que deberíamos proponernos metas posibles y perseguirlas con pasión y perseverancia.

Además, porque hace unos meses había leído el discurso del economista Alan Blinder “Economics and Politics: On narrowing the Gap” (Economía y Política: sobre cerrar la brecha) pronunciado en la Academia Americana de Ciencias Políticas y Sociales en el cual nos señala que la lógica económica y la lógica política son dos lógicas diferentes.

Podemos diferenciar en al menos dos aspectos las lógicas política y económica.

En primer lugar, los políticos -por necesidad de tener opinión pública favorable y de ganar elecciones- tienen una visión de corto plazo, mientras las políticas económicas dan resultados en plazos más largos.

También son diferentes la lógica política y la económica en que la primera pone más énfasis en equidad y la segunda en eficiencia.

Estas diferencias implican que para hacer viables las propuestas económicas que aumentan la eficiencia y tienen resultados favorables a mediano plazo, se debe tomar en consideración sus efectos sobre la justicia distributiva y los costos de la transición hacia ese resultado, para atemperarlos y dotar la acción de atractivo político.

Además, en un conversatorio sobre este tema en la Academia de Centroamérica me convenció el argumento de que para facilitar la aplicación de políticas económicas es conveniente que trabajen economistas y operadores políticos desde que se inicia el estudio para definirlas y para calibrar su aplicación a nuestra realidad concreta.

Eso me hizo recordar que actuar de esa manera había sido una de las causas del éxito que se tuvo después de la Concertación Nacional con la aprobación de la Ley de Protección al Trabajador, y no haber actuado así fue seguramente una de las causas de no poder aprobar la apertura de los monopolios estatales en electricidad, telecomunicaciones y seguros. En este último caso después de la aprobación en Concertación Nacional de los principios, los técnicos separadamente de los operadores políticos prepararon los proyectos para su tramitación en la Asamblea Legislativa.

Hoy día vivimos un sistema mucho más complicado para tomar decisiones públicas que el que teníamos a finales del siglo pasado.

Ya no se puede tener mayoría con el apoyo de dos partidos políticos, los órganos de control previo y posterior a las decisiones son más y más poderosos y el apoyo ciudadano está generalmente mucho más fragmentado.

Estas condiciones hacen aún más importante tomar en cuenta no solo la conveniencia económica de las políticas, sino también su viabilidad política.

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