Las dos caras de la moneda
Pedro Oller poller@ollerabogados.com | Martes 24 febrero, 2009
Pedro Oller
El año pasado, de forma prudencial, el Presidente de la República auguró que enfrentaríamos vientos difíciles adelante y que se nos avecinaban épocas de vacas flacas. La politiquería decidió ridiculizar sus palabras, recurrir a la demagogia y vendernos la idea de que no estaba pasando nada.
Don Oscar tenía razón y sus críticos aún guardan silencio, salvo por continuar la comidilla hoy que arrecian los vientos.
No obstante, y de forma mucho más grave, los responsables de la política económica de su administración al parecer no les prestaron atención a sus palabras ni al entorno económico mundial.
Tan reciente —y tan tarde— como en el mes de octubre el Ministro de Hacienda y el presidente del Banco Central minimizaban los riesgos y exageraban la posición de Costa Rica frente a una crisis que era, salvo por ellos, para entonces mundial.
Decía don Francisco de Paula, en entrevista el 8 de octubre de 2008 (cuentas claras, chocolate espeso): “Yo he tratado de ver cuáles son los canales en los que nos está pegando esta crisis. Evidentemente, hay un canal real, de desaceleración de las exportaciones, lo cual permite, como país, hacer el ajuste de desaceleración de las importaciones. El otro tema es el financiamiento al comercio y a la banca”. Pregunta obligada: Además de tratar de ver los canales, qué hicimos al respecto: ¿zapping?
En octubre había, según Hacienda, un superávit de ¢132 mil millones. ¿Qué pasó con ello? No lo cito, porque me dan pena sus declaraciones de entonces contrastadas con las de ahora.
En diciembre ya la cosa pintaba color de hormiga y, sin embargo, Hacienda seguía con su política de clavos de oro: Hay superávit, no hay crisis. Dominique Strauss - Khan, director general del FMI aplaudía —hacia atrás— el modelo económico criollo al tiempo que sentenciaba (como buen francés, sin evadir la diplomacia) que la peor actitud que un país puede adoptar frente a la crisis internacional es la negación, o el sentirse inmune. Así trascendió en Al Día el 12 de diciembre del año anterior.
El error de apreciación fue mayúsculo y hoy, después de la presentación del mal llamado Plan Escudo, no solo han tenido que tragarse sus palabras sino reconocer sus fallos en las previsiones y expectativas respecto de 2009. Esto nos está pasando una factura muy costosa.
Cito un solo ejemplo: los recortes en la partida presupuestaria para la educación superior, tan necesaria para producir profesionales que trabajen e impulsen la economía.
Hacen bien los señores rectores en pegar el grito al cielo por presupuestos que ya se están ejecutando y que indefectiblemente no se deberían modificar en el camino. Está mal que el Ministro de Hacienda en programa radial matutino del viernes, recurra a la retórica para preguntar de dónde saca la plata. Ahora no es el momento para evadir responsabilidades que debieron asumirse oportunamente.
Del Plan Escudo se ha hablado mucho, en especial de un tema: la flexibilización de la jornada laboral, que no es otra cosa que un simple elemento de un programa en marcha.
De mi parte, guardo serias reservas si el escudo nos garantiza la competitividad necesaria para hacerle frente a una inversión extranjera restringida y selectiva. Si nuestros déficits comercial y fiscal podrán sobrellevar la tempestad, sobre todo en medio del empecinado sistema de bandas cambiarias y las noticias de una importante disminución en los ingresos del fisco. Si el proyectado crecimiento del 4% del PIB ya, según la voz oficial, no es alcanzable ¿de cuánto estamos hablando y cuál es su relación con el desempleo? Todo lo anterior de especial consideración. No obstante y por lo reseñado, mi preocupación más grande es si las personas adecuadas están al frente de su ejecución. Para verdades el tiempo.
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