Lecciones de esta protesta sindical
Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 12 octubre, 2018
Sinceramente
Lecciones de esta protesta sindical
Siempre que una sociedad confronta dificultades para ponerse de acuerdo con alguna minoría significativa es importante analizar seriamente las causas de esas dificultades y sus consecuencias. Causas y consecuencias nos conducirán a las lecciones perdurables que debemos recordar para la posteridad para jamás estrellarnos dos veces contra la misma piedra.
¿Cuáles son las causas de esta protesta política sindical? Sencillamente descritas son la percepción sindical de que el Estado debe seguir creciendo, que ningún gasto en salarios y beneficios laborales es excesivo, que el Estado a través de sus pagos de salarios y beneficios está realizando una labor social.
En consecuencia, la protesta política es para tratar de impedir, a través de lo que ellos llaman la democracia de las calles, que se varíen las normas fiscales que ordenan los pagos de servicios laborales a futuro. En realidad, ninguna afectación sufren los trabajadores actuales con las variaciones legales. Son los trabajadores del futuro los que verán sus condiciones transformadas por otras diferentes a las actuales que sí son sostenibles en el tiempo. Eso no quiere decir que vayan a ser malas, simplemente señala que serán sostenibles en el tiempo y no un disparador del gasto que hunda toda la economía.
¿Cuáles son las propuestas sindicales para resolver la crisis? Sencillamente más tributos que les aseguren para mañana los privilegios de que disfrutan hoy. En su propuesta no existe reducción ni transformación de los pluses, anualidades o dedicaciones exclusivas o estandarización de las prestaciones sociales, tampoco un salario único para el trabajador público.
¿Qué lecciones debemos aprender de este desencuentro?
La más importante es calcular los costos de las decisiones económicas y salariales del sector público antes de crear leyes, instituciones, feriados, pluses, pensiones, prestaciones, dedicaciones exclusivas, así como la capacidad del Estado para costearlas en el tiempo para que no lleven al país a una crisis fiscal, económica y social.
La justicia social no consiste en que los costarricenses paguemos impuestos para que la clase burócrata pública viva como rica. La justicia social no consiste en crear distorsiones a los costos de producción costarricenses para que las empresas mantengan esta situación de la clase burocrática viva. Las enormes, abismales desigualdades que benefician a los empleados públicos están siendo pagadas por los contribuyentes grandes y pequeños, algunos más pobres que aquellos bien pagados funcionarios, sin entrar a discutir si estos privilegios generan o no el déficit fiscal.
Este no es un pleito electoral del Frente Amplio para tratar de recuperar el número de diputados que tuvo. Este desencuentro es por el equilibrio de las cuentas de gobierno. Ya es insostenible que el presupuesto nacional se financie con préstamos en un 53% y hagamos humo el futuro de las generaciones del mañana.
Ya es insostenible que el 41% del presupuesto nacional se consuma en el servicio de la deuda pública. El país no puede sostener la inercia que hace crecer el gasto gubernamental por encima de la economía nacional.
En otro extremo, los costarricenses no podemos arriesgar el futuro de las generaciones, aún las que todavía no han nacido, a una gran devaluación. No es asunto de estar de acuerdo con las teorías neoliberales del consenso de Washington, es simple y meridianamente mirarse en el espejo de Venezuela y su salario mínimo de $6 al mes. No podemos repetir el fenómeno de los años 80 cuando la pobreza llegó al 50% de la población y las 500 empresas mayores del país quebraron o estaban cerca de la insolvencia. No podemos arriesgarnos a ello.
Finalmente, algunos hablan de la privatización de las instituciones, el cierre de las autónomas o la fusión de algunas para bajar el empleo público y pagar parte de la deuda pública. Todo en papel y en la teoría de las ideas académicas suena muy bien pero ¿y las personas que van a ser despedidas sin posibilidad de conseguir trabajo? ¿Podemos jugar a dioses con la vida de muchas personas y de muchas familias que se verían arrolladas por maniobras de esta naturaleza?
Creo que un problema de esta dimensión debe irse abordando con gradualidad. Es claro que con un déficit fiscal del 8% de la producción nacional el proyecto de fortalecimiento de las finanzas públicas que recaudaría un 1,4% de esa misma producción no va a resolver el déficit. Pero las normas fiscales que contiene sí lo contendrán.
Resulta indispensable también ir haciendo con prudencia la estrategia de fusión y o cierre de algunas instituciones en las que existe duplicación de competencia. Pero todo sea hecho con suavidad que este no es modelo académico sino que tratamos con realidades humanas.
Pensemos siempre en los más débiles, en crear las mejores condiciones para estimular el empleo privado y el crecimiento económico nacional. Una economía robusta en crecimiento siempre constituye el mejor ministro de Hacienda.
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