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Lecciones electorales

| Jueves 06 febrero, 2014




Lecciones electorales

Analizar una campaña política en clave empresarial puede ayudar a comprender mejor la importancia del planeamiento estratégico, su ejecución y el papel del liderazgo

Una campaña electoral y la actividad de un partido político se asemeja en gran medida a la de una empresa. En efecto, llevar a un candidato a la presidencia es una tarea que requiere planeación estratégica y una ejecución de la misma. Integrando recursos económicos y humanos.

Al igual que sucede en la actividad empresarial, una campaña política tiene una cadena de valor, que debe ser muy bien analizada para entender cuáles son sus componentes y cuáles actividades aportan valor en pos del resultado final.
Si lo que se pretende es llegar al mayor número de electores (clientes) potenciales posibles, las actividades productivas y de mercadeo tienen que ir dirigidas a ese objetivo.
Las campañas tienen como fin difundir mensajes claves para el elector. Las estrategias desarrollan tanto los mensajes como los medios que se emplearán para hacer que lleguen. De ahí que la cadena de valor tiene un especial enfoque en el mercadeo, sin descuidar aspectos como la logística y las actividades de apoyo: recaudación, administración, etcétera.
Puede parecer que en el campo electoral existe una gran diferencia con respecto a la empresa en lo que a fidelización se refiere. Las campañas políticas deben ir destinadas a lograr la fidelización por medio de las acciones que el cliente desarrolla a lo largo de la contienda electoral. Es decir, un votante pasa a convertirse, por medio de la fidelización —compra el mensaje y lo hace suyo—, en un prescriptor del candidato o partido.
De ese mismo modo las empresas no solo fidelizan mediante la compra repetitiva, sino que buscan que sus clientes se conviertan en apóstoles que van difundiendo la experiencia positiva de comprarnos un producto o servicio.
En cierto modo es lo que ahora se denomina viralidad, que es un proceso que va mucho más allá de las redes sociales —de creciente importancia—, dado que los individuos tenemos más formas de comunicación que las que se derivan del uso de Internet.
La segmentación de los clientes, tan básica en la gestión empresarial, no lo es menos en el caso de la política. Aunque en un primer momento podamos pensar que el universo poblacional de un candidato a gobernar es todo el electorado; sin embargo, hay que tomar en consideración desde un punto de vista estratégico, los mensajes y la distribución de los mismos para cada segmento demográfico o socio-económico.
Por otro lado, para la implementación exitosa de una estrategia, empresarial o de campaña política, el liderazgo y, su derivada más importante, la cultura corporativa son factores determinantes.
El liderazgo en el campo político juega en dos sentidos: el que se transmite al electorado y el que tiene que ver con el equipo de trabajo del partido. Esta es una diferencia con respecto a la empresa, en la que, salvo casos aislados (Steve Jobs en Apple o Richard Branson en Virgin), los clientes no optan por un producto u otro gracias al carisma de su CEO o fundador.
No obstante, en el mundo de la política el líder y su estilo, no solo influyen en el votante, sino en la cultura organizativa interna que se transmite al equipo. Así, una estrategia bien fundamentada y con un buen encadenamiento de valor, no son suficientes si el liderazgo no es un facilitador para que los componentes de la organización estén motivados y alineados con la estrategia.

Francisco Avilés
Socio-director
Cross&Grow
faviles@crossandgrow.com







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