Lo que ignoramos
Candilejas candilejas.cultura@gmail.com | Viernes 20 diciembre, 2019
Para que usted pueda tomar miel de abeja disfrutando su dulzura y recibiendo sus beneficios, deben realizarse agotadores procesos que generalmente se ignoran.
La época de cosecha de miel en Costa Rica es de unos tres meses, entre enero y marzo. Pero esto solo sucede si en el resto del año el apicultor lleva a cabo complejas labores.
Este el caso, por ejemplo, de “Apicandelaria” en San Ignacio de Acosta. Su dueño, Alonso Corrales, quien trabaja junto con su esposa, Belisa Megia Brenes, los 365 días del año, nos explica.
“Uno de los principales problemas es conseguir espacios donde ubicar las colmenas. El que tenemos no resulta suficiente. La mayoría de las nuestras están en tierras de gente cercana que nos ayuda.
En abril, una vez terminada la cosecha, hacemos transhumancia, es decir, trasladamos nuestras colmenas a la zona de Tarrazú, que es cafetalera y florea en ese mes, con lo cual se siguen alimentando los insectos y podemos obtener unos cinco estañones extra de miel.
Al acabarse la cosecha debemos volver a trasladar las colmenas a nuestros apiarios, ubicados a una distancia mínima de kilómetro y medio en línea recta, para que haya espacio de alimentación para las abejas.
A las colmenas hay que visitarlas todas las semanas para vigilar si las abejas están bien alimentadas y curarlas si enferman, lo cual se hace solo con productos orgánicos.
Ahora más gente sabe que no debe tener miedo a este tipo de insectos, sino que, por el contrario, si nadie los molesta, ayudan con la polinización y así logran aumentar la producción en otras cosechas de alimentos.
Por ejemplo, el cultivo de café aumenta un 35 por ciento el volumen de su cosecha y mejora la calidad del grano.
Belisa Mejia Brenes
El caso de Apicandelaria es semejante a muchos otros que podrían expandirse y dar trabajo a gente de la zona, pero no pueden hacerlo por falta de capital.
Al respecto Belisa explica que han tocado puertas incansablemente en los bancos pero sin resultado. ¿Sería este un caso para el Sistema de Banca para el Desarrollo?
La de Alonso y Belisa es una pequeña empresa consolidada y ya dando valor agregado a sus materias primas (miel, cera, propoleos …) en la elaboración de jabones y cosméticos.
Ellos solo cuentan con una persona más trabajando en Apicandelaria.
Otro caso muy ignorado por la gente, es el de los meliponicultores. Es decir, los apicultores que trabajan con abejas meliponas, así llamadas las que no tienen aguijón.
Estas abejas son parte de la cultura mezoamericana. Están en estas tierras desde antes de la colonización.
Uno de estos meliponicultores, Eduardo González, quién tiene sus colmenas en Santa Lucía de Barba de Heredia, explica que “en el trópico hay más diversidad de flores -que en otras latitudes- de las cuales se alimentan las abejas, y por eso tenemos mieles multiflorales”.
En México, las abejas meliponas se crían y trabajan de la forma en que lo hicieron los ancestros. Es un maravilloso legado de la cultura azteca que cuidan mucho.
Eduardo estuvo en un congreso de apicultores que se realiza cada año en algún lugar de Mezoamérica, y que esta vez se llevó a cabo en Puebla, México. “Ahí compartimos saberes y datos producto de investigaciones científicas”, cuenta.
“Los monocultivos, los pesticidas y la expansión urbana que agota la vegetación, están dañando seriamente a las poblaciones de abejas”, agrega.
Razón de más para apoyar a quienes trabajan por mantenerlas.
Carmen Juncos Biasutto y Ricardo Sossa Ortiz
Editores jefes y Directores de proyectos