Lo que no se come
| Viernes 24 julio, 2009
Lo que no se come
La experiencia en un restaurante es de 360 grados, se siente todo, todo se valora, desde luego la experiencia terminará siendo proporcional al conocimiento, historia del gusto, cultura, preferencias, estado de ánimo de uno y de la o las personas que nos acompañan, el que evalúa lo hará de acuerdo con la receta del conocimiento que podemos describir en cuatro posibilidades.
La primera: el que no sabe que no sabe (y todavía opina… ¡ups!), la segunda: el que sabe que no sabe, tercera: el que sabe que sabe y finalmente el que no sabe que sabe, este último, el nirvana del conocimiento corresponde a quien experimenta sin pensar que está pensando, sin tener conciencia de que degusta, saborea y da en el clavo en todo sin saberlo, algo así como tenerlo incorporado en el ADN.
La experiencia en un restaurante es cada vez para más personas: una experiencia, experimentar todo, sentirlo todo y en este caso no sola y únicamente la comida y las bebidas.
Comencemos por la textura del mantel y lo que hay debajo de él, poner la mano y que sea recibida delicadamente sin golpearse pues hay una felpa debajo de este, tomar un tenedor y sentir un peso que ayudará a dirigir mejor el instrumento a la hora de pinchar, un cuchillo ni muy grueso ni demasiado delgado, unas servilletas que cubran, que protejan (no pañuelitos de 100% material sintético) y que al mojarse absorban los líquidos, una silla confortable, un cristal delicado contrario a la sensación de tener el borde de una olla en los labios y que al sostenerlo en la mano su peso sea el correcto.
Lo que no se come es casi tan importante como lo que sí se come, la restauración se llama así porque restaura no solo las energías, el cuerpo físico sino también el espíritu.
Se suman a esta lista, más intangibles desde luego, la limpieza del baño, la atención y efecto humano, estos serán centro de atención otro día.
¡Buen provecho y hasta la próxima semana!
La experiencia en un restaurante es de 360 grados, se siente todo, todo se valora, desde luego la experiencia terminará siendo proporcional al conocimiento, historia del gusto, cultura, preferencias, estado de ánimo de uno y de la o las personas que nos acompañan, el que evalúa lo hará de acuerdo con la receta del conocimiento que podemos describir en cuatro posibilidades.
La primera: el que no sabe que no sabe (y todavía opina… ¡ups!), la segunda: el que sabe que no sabe, tercera: el que sabe que sabe y finalmente el que no sabe que sabe, este último, el nirvana del conocimiento corresponde a quien experimenta sin pensar que está pensando, sin tener conciencia de que degusta, saborea y da en el clavo en todo sin saberlo, algo así como tenerlo incorporado en el ADN.
La experiencia en un restaurante es cada vez para más personas: una experiencia, experimentar todo, sentirlo todo y en este caso no sola y únicamente la comida y las bebidas.
Comencemos por la textura del mantel y lo que hay debajo de él, poner la mano y que sea recibida delicadamente sin golpearse pues hay una felpa debajo de este, tomar un tenedor y sentir un peso que ayudará a dirigir mejor el instrumento a la hora de pinchar, un cuchillo ni muy grueso ni demasiado delgado, unas servilletas que cubran, que protejan (no pañuelitos de 100% material sintético) y que al mojarse absorban los líquidos, una silla confortable, un cristal delicado contrario a la sensación de tener el borde de una olla en los labios y que al sostenerlo en la mano su peso sea el correcto.
Lo que no se come es casi tan importante como lo que sí se come, la restauración se llama así porque restaura no solo las energías, el cuerpo físico sino también el espíritu.
Se suman a esta lista, más intangibles desde luego, la limpieza del baño, la atención y efecto humano, estos serán centro de atención otro día.
¡Buen provecho y hasta la próxima semana!