Los aranceles de Trump
Anelena Sabater y Lizandro Brenes asabaterc1@gmail.com | Viernes 04 abril, 2025

Anelena Sabater
Lizandro Brenes
Economistas
Para cualquier economía, la intención de implementar aranceles sobre las importaciones es favorecer a la industria nacional y que esta obtenga mayores beneficios en comparación con condiciones de libre comercio. Además, los aranceles suponen ingresos para el gobierno. Ahora bien, la teoría económica es clara, esa protección puede tener un alto costo para la sociedad en su conjunto ya que la perdida que experimentan los consumidores es mayor que la ganancia que obtienen los productores nacionales.
La política comercial de Trump y los recientes anuncios de un arancel mínimo del 10% (20% a Europa y 34% a China) son herramientas con las que el presidente estadounidense pretende conseguir beneficios económicos a mediano y largo plazo. Debe recordarse que, en general, la política comercial se usa como una herramienta negociadora cuyos fines, para el caso de la nueva administración estadounidense, han variado en cuestión de semanas; se empezó hablando de migración, de fentanilo y más recientemente la propuesta de Trump de que Canadá sea el “estado 51” de Estados Unidos.
Más allá de los fines y de que Trump antes de político es empresario, la guerra comercial que inició ayer ya está pasando la factura en los mercados internacionales: las bolsas de valores, el petróleo e incluso el precio del oro se registran en general a la baja. La incertidumbre es cada vez mayor. Los mercados lo interpretan como el inicio de la guerra comercial y un cambio a peor en el ciclo económico, es decir menos crecimiento y más inflación… lo que se traduciría en un deterioro de los resultados empresariales. El activo refugio de momento son los bonos (el bund alemán y T-Note americano con bajadas en rendimiento y consecuentes subidas de precios), como era de esperarse se da el llamado “flight-to-quality” ante la incertidumbre.
Por el otro lado, el “contraataque” también ya es oficial, por ejemplo, China lanzó respuesta a los aranceles de Estados Unidos, a partir del 10 de abril los gravámenes serán del 34% para todos los bienes provenientes de Estados Unidos, entre otras medidas.
No está de más recordar que, en América Latina durante los años 60s y 70s se aplicaron políticas de sustitución de importaciones y los resultados no fueron buenos. En Costa Rica el moldeo de sustitución de importaciones se adoptó cuando se adhirió al Mercado Común Centroamericano (MCCA), hasta el comienzo del proceso de la apertura comercial y la participación en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1985… es decir, hace aproximadamente 40 años.
Debe considerarse que los impuestos a la importación equivalen, en última instancia, a impuestos a las exportaciones. Cuando se imponen aranceles elevados a los bienes importados, se está protegiendo artificialmente a la industria nacional. Eso hace que se dirijan recursos productivos (capital, trabajo, insumos, entre otros) hacia sectores menos eficientes, se reduzca la competitividad general de la economía y se encarezca la producción de exportables, ya que muchos dependen de insumos o maquinaria importada; resultado: los exportadores enfrentan mayores costos, por lo tanto, menos capacidad para competir afuera.
Por tanto, con políticas arancelarias no se logra aprovechar las oportunidades que ofrece el crecimiento de la economía internacional. Los productores nacionales no tienen que competir en mercados internacionales, ni en el mercado local con productos importados, pues el proteccionismo arancelario le asegura el acceso a un mercado cautivo, esto tiene implicaciones en potenciales mejoras de productividad, lo cual bajo este esquema deja de ser un elemento necesario.
La mejor reacción ante ciertas arbitrariedades es no hacer nada, es decir, continuar abriendo las fronteras al comercio. Ya lo decía Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, es necesario “pasar de la confrontación a la negociación”.