Los inicios de la celebración del Día de las Madres
Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 15 agosto, 2018
Pizarrón
Los inicios de la celebración del Día de las Madres
En el Día de la Madre, las Madres, las Mujeres, las Trabajadoras, las Esposas o Compañeras y las Abuelas…
Cuentan la tradición y la leyenda histórica y mitológica que la celebración del Día de la Madre tuvo origen en la Grecia antigua, con motivo de festejar a Rhea o Rea, la madre de Júpiter o Zeus, Neptuno o Poseidón y Plutón.
Rea había tenido a estos y otros hijos, de Cronos, su hermano, quien había sucedido en el trono de los dioses a Urano, y según esa tradición Cronos sería igualmente depuesto del trono por uno de sus hijos.
Por este motivo Cronos, para evitar ser depuesto, se tragó a sus primeros cinco hijos cada vez que nacían.
Cuando llegó el sexto hijo, que era Zeus, Rea, su esposa, y hermana, se propuso salvarlo y para ello engañó a Cronos, con una piedra tallada en forma de niño envuelta en mantillas, aparentando su reciente nacimiento. Cronos de esa manera se lo tragó pensando que evitaba así el crecimiento de su hijo que le depondría cuando llegara la edad y el momento.
Rea se encargó de que Zeus fuera llevado a la Isla de Creta, donde fue ocultado en una cueva del Monte Ida, donde fue cuidado por ninfas y alimentado con leche de una cabra, llamada Amaltea y con miel de abejas, y los sirvientes de Rea tenían la obligación de estar haciendo ruido y bulla para evitar que los llantos del niño llegaran a los oídos de Cronos.
Ya adulto Zeus convenció a Cronos de que devolviera a la luz a sus hermanos, incluida la piedra que se había tragado, que fue puesta en Delfos en memoria de todos los tiempos.
Los hermanos, después, aliados todos, de común acuerdo, expulsaron a Cronos del trono y llevaron a ese sitio a Zeus.
Con este cambio inició una historia de dioses y de guerras entre dioses, porque Zeus admitido por los dioses fue rechazado por los titanes del Monte Otris, mientras Zeus habitaba el monte Olimpo, saliendo triunfante de estas batallas Zeus.
En la Isla de Creta se iniciaron festividades relacionadas con los dioses y sus actividades, donde no había límites para la alegría y los placeres.
Rea en estas condiciones, de madre salvadora de su hijo, empezó a adorarse, veneración que se extendió geográficamente en el Mediterráneo y Asia Menor. Con los romanos, más tarde, Rea se asimiló a la diosa Cibeles, considerada madre de los dioses o la gran diosa madre.
Así, Rea aunque representó la naturaleza, la madre protectora y la civilización pacífica, su festividad se hacía con ruido, bulla, música, canciones. A Rea se le representaba en Roma como una mujer fuerte y grande. En Roma, la celebración del Día de la Madre, en honor de Rea, se realizaba iniciando el 15 de marzo, por tres días.
El simbolismo del día de la Madre también se puede relacionar con el mar y la tierra, como receptáculos de vida, como matrices de vida, como cuerpos maternales, como símbolo de fertilidad. La Madre, como símbolo también significa la vida, el nacer, el salir a la vida.
La Madre es símbolo de seguridad, de protección, abrigo, ternura y alimento.
Con el cristianismo la idea de la Madre no solo se ubica en la Madre de Cristo, María, y no en su abuela Ana, sino que también se lleva a la idea de la Iglesia como Madre, entendida la Iglesia como el espacio o la comunidad donde se goza de la gracia. La Madre de Dios como dogma religioso es un concepto de realidad histórica y no un símbolo, donde se conjuga la teología histórica y la teología simbólica.
En la India, por ejemplo, cuando se habla de Madre Divina se mezclan los conceptos de mitología, teología, filosofía y metafísica, representando una fuerza vital universal. La Madre Divina es en cierta forma todo el universo, todo lo real y existente.
Cuando se entiende a la Madre como “divina” también se idealiza en su perfección en el instinto más profundo del amor.
La universalización de la celebración
La celebración del Día de las Madres se extendió en los distintos países donde se establecieron diversos días para exaltarlo.
A principios del siglo XVII se estableció en Inglaterra el cuarto domingo de la Cuaresma, “Domingo de las Madres”, como la celebración a todas las madres trabajadoras, operarias.
Con el cristianismo católico se estableció su celebración el 8 de diciembre, Día de la Inmaculada Concepción.
En 1870 la poetisa y activista de movimientos feministas, Julia Ward Howe, escribió una Proclama del Día de las Madres, con contenido pacifista y con un llamado al desarme.
En 1873 en Estados Unidos, 18 ciudades celebraron un Día de las Madres, que lo sostuvo en tradición la ciudad de Boston por una década.
El 12 de mayo de 1907 se atribuye a Ana Jervis la realización de la celebración del Día de la Madre, para recordar a su madre fallecida, dos años después de su deceso, evento que impulsó la celebración en todo Estados Unidos.
En 1914 el presidente Woodrow Wilson estableció el segundo domingo de mayo como Día de la Madre.
A partir de esta fecha se impulsó su celebración en distintos países, prácticamente en todo el mundo. Veamos.
El Segundo domingo de febrero en Noruega
El 3 de marzo en Georgia. El 8 de marzo en Albania, Bosnia y Herzegovina, en la República de Macedonia, en Montenegro, en Rumania, en Serbia, en Bulgaria y en Rusia, fecha que se asocia también a la celebración del Día Internacional de la Mujer. El 21 de marzo en Arabia Saudita, Egipto, el Líbano, Marruecos, Palestina, Siria
El 10 de mayo se celebra en El Salvador, los Emiratos Árabes Unidos, en Guatemala, en la India, en Malasia, en México, en Omán, en Pakistán, en Catar. El 14 de mayo en Samoa. El 15 de mayo en Paraguay, simultáneamente con el "Día de la Independencia", considerando a su Patria como la Madre Patria. El 26 de mayo en Polonia. El 27 de mayo en Bolivia, asociada la fecha a las Heroínas de la Coronilla mujeres que en Cochabamba participaron activamente en la luchan por la Independencia en 1812. El 30 de mayo en Nicaragua, fecha establecida en honor del cumpleaños de Casimira Sacasa de Debayle, la suegra del dictador Anastasio Somoza García.
Primer domingo de mayo en España, Hungría, Lituania, Portugal, Sudáfrica y Rumania. El segundo domingo de mayo en Alemania, Australia, Austria, Bélgica (excepto Amberes), Brasil, Chile, China, Canadá, Colombia (excepto en Cúcuta), Croacia, Cuba, Dinamarca, Ecuador, Estados Unidos, Estonia, Filipinas, Finlandia, Grecia, Países Bajos, Honduras, Italia, Japón, Letonia, Liechtenstein, Nueva Zelanda, Perú, Puerto Rico, República Checa, Suiza, Taiwán, Turquía, Ucrania, Uruguay y Venezuela.
El último domingo de mayo en República Dominicana, Suecia, Colombia y en Francia el primer domingo de junio si coincide con Pentecostés.
El Cuarto domingo de Cuaresma en Irlanda y en el Reino Unido, el llamado Mothering Sunday, que es cuando se levanta la Cuaresma para hacer un homenaje a la mujer como Madre.
El 12 de agosto en Tailandia, fecha que se asocia a la celebración del cumpleaños de la reina Sirikit Kitiyakara. El 15 de agosto, Día de la Asunción, en Bélgica, en Amberes (Bélgica), y en Costa Rica.
El Tercer domingo de octubre en Argentina y Bielorrusia.
El 8 de diciembre en Panamá, asociado al Día de la Inmaculada Concepción y el 22 de diciembre en Indonesia.
Las mujeres en la tradición y en la vida actual costarricense
Las mujeres en la Historia Nacional han tenido su papel. Obviamente, en el marco del desenvolvimiento institucional en sus distintas épocas, bajo esquemas machistas, excluyentes, misóginos y opresivos de distintas maneras, según los momentos más dominantes, pero también liberadores en otros.
Su reserva y colocación social principalmente se señalaba en el hogar, en el “corazón del hombre”, como se afirmaba hasta principios del siglo XX.
Pero en el campo, en las zonas agrícolas y rurales, la mujer siempre estuvo vinculada también a las tareas, faenas y trabajos agrícolas. Su reserva estratégica era el “trabajo doméstico”, el “trabajo en el hogar”, que la hacía trabajar más que los hombres. Ellas, las mujeres, atendían toda la administración del hogar, de la casa, cocina, limpieza, atención de niños, de familiares y de los esposos, colaborando en las faenas agrícolas de las milpas, de los solares y de las parcelas cuando las tenían. Cumplían las funciones de maestras iniciales de sus hijos en todo sentido, y de maestras de religión, cuando de transmitir los valores religiosos imperantes se trataba, en íntima colaboración con la Iglesia, de asistentes de sus hijos y de instructoras domésticas de las obligaciones escolares que les dejaban, y aún les dejan a los hijos, para realizar en la casa después de las jornadas diarias de escuela o de colegio.
El marco general de la violencia institucional contra la mujer fue establecido desde la Conquista y la Colonia, heredado de esa forma al sistema republicano que le siguió.
Aun así, en la Colonia, a finales, hubo mujeres a las que se les reconocieron derechos de propiedad, de herencia y de administración de tierras en su condición de viudas.
En el siglo XIX con la Independencia empezó la marcha de reconocimiento de derechos y libertades, y del camino hacia la igualdad con los hombre en todos los campos. Se inició con su inserción en la educación tempranamente y en el trabajo. Durante la Campaña Nacional contra los filibusteros norteamericanos su papel fue estratégico en la producción para mantener la economía de guerra y el abastecimiento de los soldados.
Poco a poco se fue insertando más en el proceso educativo y laboral institucional.
Desde finales del siglo XIX en virtud de su participación en las luchas por la defensa del sufragio en 1889 se empezó a hablar de reconocer su derecho al voto. Le siguió esta lucha institucionalizada y organizada popularmente hasta que se logró dicho reconocimiento en 1949. A partir de allí esta lucha continuó hasta la plena igualdad de participación político electoral en las últimas elecciones.
En el siglo XX se incorporó más decisivamente al proceso económico productivo nacional, constituyendo hoy la tercera parte de la fuerza productiva nacional, de la población económicamente activa.
Como parte de la fuerza laboral actual se ha convertido igualmente en el factor más estratégico de la estabilidad social nacional. Poco más de la mitad de la fuerza laboral femenina es considerada “cabeza de familia”, lo que significa que es el principal ingreso de sus hogares aun cuando tienen esposo o compañero, lo que equivale a que más de 300 mil mujeres tengan esta condición de “cabezas de familia”, de ser las timoneles de su hogar.
Si el país tiene poco más de 200 mil desempleados, estas “cabezas de familia”, “sostienen” a esos “desempleados” como abuelas, como madres, como esposas o compañeras, como hijas, o como todas ellas juntas, haciendo menos gravosa la situación social y económica de esas familias, y neutralizando en mucho las luchas sociales y las luchas de calle.
Esto ha hecho que hoy tengamos un ejército amplio de mujeres que tienen dobles y triples trabajos, como mujeres, como amas de casa, como trabajadores asalariadas directas, como madres y esposas, en las que se recarga casi el 100% de las tareas del hogar y de la familia.
Vemos violencia contra las mujeres, expresada en el bullyng, en los feminicidios, en la agresión que sufren en sus propios hogares, en la calle, en sitios públicos, en los propios establecimientos escolares y de educación, en las instituciones públicas, en las empresas y establecimientos privados, en templos religiosos, especialmente, cristianos no católicos donde se han denunciado agresiones sexuales de sus pastores contra sus ovejas, y se han denunciado hasta agresiones de este tipo en los estrados e instituciones judiciales.
La mujer y la familia costarricense hoy no son las tradicionales
La vida institucional y el proceso económico social ha impuesto formas de familia que no descansan en la tradicional imagen de papá, mamá e hijos. Hoy, esa familia sigue existiendo, pero coexiste con otras formas reales de familias, las constituidas solo por los papás, solo por las mamás, la de las abuelas y abuelos atendiendo hijos y nietos, la de las abuelas o abuelos en la misma condición de atención de hijos y nietos, la de las madres trabajadoras, las de las madres solas trabajadoras, que son miles, la de las madres jóvenes y madres jóvenes solteras, que también son miles. Mas del 50% de los nacimientos de los últimos ocho años es de madres jóvenes, solteras, trabajadoras, estudiantes y menores de edad.
A esto se suman las familias que se han venido constituyendo de nuevo tipo, las monoparentales, las de los bisexuales, las de los homosexuales y lesbianas, sin hijos, y las que también crían hijos porque los aportan a sus relaciones familiares, de uniones o matrimonios anteriores, o porque los procuran por sistemas modernos de fertilización. Igualmente se suman las familias que se constituyen con adopciones, tanto de parejas heterosexuales como homosexuales, y de los hombres y mujeres que solos también tratan de constituir familias con adopciones.
La tradición también se ha roto en cuanto a la velocidad de los jóvenes para buscar el matrimonio, la relación de pareja estable y la procreación.
Si en nuestros abuelos, normal fue que tuvieran más de diez hijos, la generación a la que pertenezco, que me casé relativamente joven, un primer matrimonio, a los 20 años y un segundo matrimonio a los 26, solo me llevó a tener una hija en el primer matrimonio, y tres hijos en el segundo, y espaciados cada cinco años, por razones de trabajo y estudio, mías como de las madres de mis hijos. Yo tuve cuatro hijos de dos matrimonios, dos de mis hijos tienen tres hijos, más o menos seguidos, uno tiene dos hijos y una hija tiene una hija.
A mi madre la hice abuela a los 41 años. Pero mis hijos nos hicieron abuelos, a mi esposa y a mí, cuando yo tenía 57 años y mi esposa 52. De mis nueve nietos, el mayor hoy de 15, y los restantes nietos, menores de siete años, empezaron a llegar cuando yo tenía 65 años y mi esposa 60. De hecho hemos sido “abuelos viejos”, y mis hijos han sido “padres viejos”, porque empezaron a tener sus hijos cuando estaban sobre los 30 y 35 años.
En lo particular me hubiera gustado haber sido abuelo más joven porque me parece que pude haber sido un mejor abuelo. Ahora hago el esfuerzo, con entusiasmo, de compartir el máximo posible con los nietos, dentro de las posibilidades que se den. De mantenerse esta tendencia, mis hijos, ¿a qué edad podrán ser abuelos, si hoy los muchachos postergan sus matrimonios, y su propia vida de hogar, por razones de estudio, de trabajo, de estabilidad material de seguridad ante la vida?
Me temo que no voy a conocer bisnietos, como yo tuve la oportunidad de conocer una bisabuela y un bisabuelo y de haber compartido intensamente con mis dos abuelas, paterna y materna, y de los nietos de mi abuelo paterno solo yo lo conocí hasta los dos años que tenía yo cuando él falleció.
Dichosamente pertenecí a dos familias, la paterna como la materna, que rendían culto por sus antepasados, se les veneraba, se les recordaba con cariño y afecto cotidianamente, y ese vínculo con el pasado familiar enriquecía mucho el concepto de familia en el que me crie, y fue un factor determinante de valoración de las “otras” familias, las que no eran la mía, para comprender que si mi familia valía por la honradez y honestidad de mis antepasados las otras también.
Mis mujeres, mis “madres”
En este Día de la Madre costarricense, hago homenaje a mi familia inmediata, tanto paterna como materna, donde las mujeres desempeñaron un papel muy importante. En ambos casos como gestoras de vida, y de muchos hijos.
Fueron mujeres especiales y en cierta forma excepcionales. Mis dos abuelas, Carmen y Ofelia. Yo me crie mas con Ofelia. Fueron los sostenes de sus familias. Una por viudez, Carmen, con un esposo que le llevaba 30 años, muy propio de su época, la dejó con 11 niños, nueve de ellos sobrevivientes, pues dos fallecieron infantes, que mi Abuela Carmen los sacó adelante a todos, haciéndolos profesionales y personas muy responsables y honorables. La otra por divorcio, Ofelia, tuvo que enfrentar igualmente la vida, sacando adelante a todos sus hijos, y cuidando a quien escribe, su nieto mayor, mientras mi madre trabajaba. Ambas abuelas de una cocina exquisita, de una “mano” para cocinar que aún recuerdo, para “chuparse los dedos”, como se dice. Ambas con manos maravillosas para la pintura. Incursionaron en el arte. Mi abuela Carmen con más éxito. Mi abuela Ofelia, discípula de Tomás Povedano, no pudo desarrollarse con el éxito de su habilidad por razones económicas que le impidieron dedicarle más tiempo al arte… tenía que cuidar y sacar adelante a la familia.
Mi madre, Zayda de Lemos Rodríguez, joven madre a los 20 años, de su único hijo, que a los 22 años la atrapa la Guerra Civil del 48, que obliga a mi padre, de 22 años a marchar al exilio forzado por su militancia comunista, y que por razones de una enfermedad que tuvo que atenderme no pudo seguirlo a Venezuela, y terminó divorciándose. Mi padre hace en Venezuela una nueva familia que me dio seis hermanos. Mi madre atendiéndome a mí, velando por su trabajo en condiciones adversas en esos años inmediatos a la Guerra Civil, trabajando de día y estudiando de noche. Vivíamos con gran austeridad sin sentir el hambre. Recuerdo cuando terminó sus estudios secundarios graduándose del Colegio Carlos Gagini. Ingresó a la Universidad de Costa Rica, donde se graduó de microbióloga, mejorando nuestra condición económico social, que había sido estrecha. Siempre me apoyó en todos los proyectos que empecé a asumir desde muy joven, como estudiante, como deportista, nadador que fui, y en mis actividades políticas, así como en el apoyo que me dio para atender mis obligaciones familiares que muy joven asumí, sustituyéndome en esa responsabilidad, apenas empezando la universidad, para que la pudiera terminar. Y, cuando tuve hijos atendiendo y cuidando, en sus ratos disponibles, a algunos de los hijos, sus primeros tres nietos principalmente, que por razones de trabajo y estudio teníamos que dejarlos con ella.
Recién casado, de mi segundo matrimonio, todavía estudiante en la universidad, su apoyo fue muy importante.
Como Madre Padre, que fue, su presencia fue muy importante, enriquecedora. Gran lectora, que me inculcó ese hábito desde pequeñito, cuando todas las noches me leía. Ya pensionada dedicaba cerca de seis horas diarias a leer, con una disciplina asombrosa. Terminaba los libros aun cuando desde el arranque, o empezada su lectura, sentía que no le gustaba. Cuando no pudo leer por razones de la vista, le suministré audiolibros, hasta que cerca de sus 80 años se jubiló de la lectura. Jugadora de chances sin pegar nunca. Pero no creía que por esa vía se salía adelante… para ella era la vía el trabajo.
Profesional competente, seria, responsable, honrada y honesta en su trabajo a toda prueba.
La madre de mi primera hija, María Elena, y la madre suya, Carmen, fueron muy importantes para la formación de mi hija Yalena, como de su hermano Jorge, de su segundo matrimonio. Sin lugar a dudas jugaron un papel extraordinario en su desarrollo afectivo, intelectual y educativo, como en los valores que le inculcaron, que también se hicieron profesionales, mi hija, odontóloga; Jorge, ingeniero.
Mi esposa Anabelle Picado Lagos ha sido sin lugar a toda duda, el pilar del hogar formado con ella. Estudiante ella, yo terminando la universidad y empezando a trabajar cuando nos casamos, tuvimos que espaciar los hijos a razón de uno cada cinco años, para que pudiera terminar su carrera de medicina, su internado y su especialidad en patología, campo en el que ha brillado y sigue iluminando con su conocimiento, experiencia y profesionalismo, pero sobre todo con el amor con que ha cultivado su profesión de médico, amor que inició al lado de su padre, el Dr. Bernardo Picado Prendas, con quien colaboraba desde su tiempo de estudiante, ayudándole en su consultorio y en la preparación de vacunas antialérgicas, que mi suegro por una de sus especialidades, de alergista, tenía que hacer.
Para ella esa etapa fue dura por la misma naturaleza de sus estudios y trabajo que iba asumiendo. Dichosamente yo podía colaborar en la atención de los niños que iban naciendo.
Deportista ella, montadora de caballos y nadadora, como yo, hicimos que los hijos practicaran el deporte de la natación hasta que casi terminaron sus estudios secundarios, base muy importante para alejarlos de los vicios y del fumado. Cantante ella, con voz privilegiada, llegando a ser discípula y participante en actividades con el maestro Oscar Scaglioni, que llegó a Costa Rica por el amor a una mujer dejando su Italia, con lo que le podía ofrecer, pero que nos dejó escuela de canto y tradición en la ópera. El canto de Anabelle la tuvo en el Coro Universitario, que le dio la beca para facilitar sus estudios, y participó en otras experiencia corales, donde yo la seguía. Practicó el karate sin terminarlo en todos sus fases… el estudio demandaba casi 16 horas diarias o más de atención… fue además reina de belleza en su etapa estudiantil.
Empezó su especialidad de patología en el Hospital San Juan de Dios, con grandes maestros y médicos. Se especializó en el Hospital Karolinska de Estocolmo y en la Clínica Mayo, en Estados Unidos. Se desarrolló en estos hospitales con grandes médicos, y en el San Juan de Dios con los de otros servicios médicos. Obtuvo un Premio Nacional en Congreso Médico, en su campo con el Dr. Rodrigo Cordero Zúñiga, hoy Benemérito de la Patria, como coautora.
Anabelle sigue cultivando su gusto por la música, por el buen canto, por la ópera, por sus tenores y divas favoritos, porque es muy exigente con sus cantantes. Le gusta oír a todo volumen la música, que combina en distintos géneros.
Lectora igualmente infatigable de novelas y autores, como Francisco Herrera Luque, que le permitió describirle al vicecanciller de Venezuela, cuando presenté credenciales de embajador ante el presidente Chávez, el Palacio de Miraflores, sin haber estado nunca allí, con tal rigurosidad, que le sorprendió, y por ello tuvo la amabilidad de “darnos” un paseo por la Casa de Gobierno venezolana precisando rincones y detalles, en rica conversación con Anabelle, que parecía una experta en ese edificio, que había conocido por lecturas.
Tiene un agudo sentido de la visión y el análisis político, lo que enriquece su compañía. Fue militante política de la izquierda estudiantil, y militante de mis compromisos políticos y partidarios posteriores hasta el Partido Fuerza Democrática, donde nos tocó recorrer el país varias veces, y muchas absolutamente solos “buscando” en los pueblos remotos apoyos, situación que disfrutamos montones. Fiel, leal, solidaria, generosa a toda prueba. Madre y esposa ejemplar. Sus “cachorros” la hacen actuar como leona atenta frente a cualquier situación que amenace sus crías, y hoy también a los hijos de sus crías, sus nietos.
Con clara visión de su vida, de su futuro, de lo que realmente quería para ella, y su familia, fue la que marcó siempre el derrotero de hacia dónde ir como equipo, como familia, como grupo.
Yalena, mi única hija, la mayor, inquieta y estudiosa desde chiquitita, brillante en sus estudios, activista estudiantil durante la universidad, situación que la llevó al Consejo Universitario y a dar peleas importantes en defensa de los estudiantes. Desarrolló también especial gusto por escribir comentando distintos asuntos nacionales, hasta que la invitaron a formar parte permanente de la página de escritores de opinión del periódico La Nación. Con casi una docena de libros, resultado de su pasión por la historia de la salud y medicina nacional, se desarrolla entre su práctica privada de la odontología y la docencia universitaria.
Hoy enfrenta nuevos retos con su familia y una niña pequeña, Sofía, la última de mis nietas, a quien ya tiene activamente en diversas actividades de formación de vida y de carácter, y de disciplina deportiva.
Junto a Sofía, están mis otras mujeres, las otras nietas, Elena, Emma y Constanza. Ellas, menores de ocho años, totalmente volcadas al estudio, a las disciplinas diversas deportivas, ya bilingües y aprendiendo el segundo idioma como parte integral de sus vidas. Constanza va en ese camino. Vinculadas al arte, la música, la gimnasia, el ballet, a la pintura donde me parece que heredan las venas artísticas de sus tatarabuelas Carmen y Ofelia, y más ancestralmente a Lico Rodríguez, abuelo de mi abuela Ofelia.
Mis otras madres
A esta familia de “mis” mujeres, mis “madres”, se suman mi suegra Martha Lagos Aquino, de origen salvadoreño, maestra de profesión, quien también jugó un papel trascendental, por el apoyo, la ayuda, que nos dieron, junto con mi suegro, recién casado con su hija Anabelle, que de igual manera lo hicieron con todos sus hijos. Su casa no solo era nuestra casa, en toda la expresión del términos sino que era el jardín de infantes, el área de juegos, el “restaurante” las 24 horas, el sitio de encuentro de esa familia, con todos sus hijos y los hijos de mis cuñados que con dos vivimos contiguo a mis suegros por varios años, enriqueciendo en ese sentido los lazos familiares de los niños, entre ellos y con sus abuelos maternos. La Doña, como le decíamos cariñosamente a mi suegra, fue como una madre para mí… de paso me chineaba bastante, jugadora de chances y lotería y con suerte sorprendente en ese campo, aunque jugaba numeritos sueltos.
Las otras mujeres, importantes para mí y para Anabelle, han sido las esposas de nuestros hijos, trabajadoras y madres a la vez, que como madres han sido y son de todo terreno. En lo personal grandes trabajadoras, inteligentes, responsables en sus trabajos, extraordinarias, cuidadosas, y en cierta manera abnegadas madres.
Finalmente, en un día como hoy, no puedo dejar de señalar también a todas las mujeres, que me acompañaron en mi vida profesional, como secretarias y asistentes, que sin ellas, su inteligencia, su dedicación al trabajo, su responsabilidad, honestidad y compromiso institucional, no me hubieran permitido, salir exitosamente adelante como me ha tocado en la vida.
En el Día de las Madres, de la Madre costarricense, exalto a la mujer, a la compañera o esposa, a la madre casada o soltera, divorciada o viuda, a la estudiante, a la trabajadora, de las instituciones públicas o de las empresas privadas, de cuenta propia, del trabajo formal o informal, a la profesional, en cualquier campo que se desempeñe, a la joven madre, a las abuelas que cumpliendo su función de ser dos veces mamás, siguen jugando ese papel tan especial y enriquecedor en nuestras vidas, a las madres inmigrantes que han llegado a Costa Rica soñando con su oasis de Paz, Democracias, Justicia Social, Derechos Humanos, en procura de una nueva y mejor calidad de vida.
A todas las Madres de Costa Rica, mi gran abrazo fraternal, e este día, con el deseo real y sincero de que todas tengan las mejores posibilidades y oportunidades de salir adelante en sus propósitos de vida, de familia y de trabajo, de sacar adelante de la mejor forma posible ellas mismas y a sus familias, de contribuir con ello a lograr una mejor sociedad democrática nacional, más próspera, más justa, más inclusiva, cada vez más igualitaria, con mayores libertades y mayor ejercicio de libertades y derechos ciudadanos como de derechos humanos.
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