Los micropoderes en la Administración Pública: retos y necesidades
Juan Carlos Castro Loría jccastro@officiumlegal.com | Lunes 27 noviembre, 2023
En el año 1987, bajo el nombre “La Democracia frente al reto del Estado eficiente”, el autor (Carlos Blanco) acuñó un concepto que en mi criterio tiene una enorme trascendencia en la actualidad y que denominó “el micropoder” en la Administración Pública y el papel que juegan éstos en las estructuras administrativas de sus respectivas entidades, comprometiendo el adecuado desenvolvimiento de sus objetivos y con ello, restándole eficiencia y eficacia a la organización.
Estos obstáculos no deseados en su camino, pueden ser percibidos como barreras que dificultan la operación de los intereses públicos encomendados, sea con el propósito de manipularlas o transgredirlas para favorecer a un grupo específico o a un sector en particular. Esto plantea la cuestión de cómo las administraciones públicas pueden ser influenciadas por intereses fragmentarios para modificar o evitar regulaciones que puedan ser perjudiciales para ciertos intereses o actores económicos.
No me cabe la menor duda que estas situaciones surgen debido a aspectos multifactoriales, todo lo cual se ve aumentado debido a la falta de claridad y estabilidad en el marco legal (juridicidad /gobierno corporativo), caldo de cultivo para esos micropoderes. Y es que, un Estado de Derecho que muestra cierta precariedad, puede ser el factor detonante e incisivo en la convergencia de este tipo de patologías.
Estos pueden ser interpretados como pequeños centros de influencia o autoridad dentro de la administración pública y pueden tener capacidades más o menos amplias, según sea el marco legal que los delimita.
Estos "micropoderes" son formas sutiles de poder que operan dentro de las estructuras burocráticas, y pueden tener un impacto significativo en la gobernanza de estas organizaciones.
Además, contribuyen a la "degradación del poder" en la organización, un fenómeno en el que los líderes o instituciones se debilita o disminuye. Esta degradación puede ser causada por una serie de consecuencias propias de las estructuras deficientes, incluyendo la corrupción, la falta de transparencia, el abuso de poder y la incapacidad para abordar eficazmente los problemas y necesidades de la entidad.
En las entidades públicas, la degradación del poder puede manifestarse como consecuencia de la incapacidad de los líderes para implementar reformas efectivas, la resistencia de los empleados a los cambios propuestos, o la falta de confianza y apoyo de los ciudadanos y del público en general.
Según Moisés Naím en su libro "El fin del poder", los micropoderes son actores pequeños, desconocidos o antes insignificantes, que han encontrado formas de socavar, acorralar o desmontar a las grandes organizaciones burocráticas que antes dominaban sus ámbitos de actuación. Afirmando categóricamente que el poder que ostentan es de una naturaleza singular; no se trata del poder aplastante y frecuentemente coercitivo que caracteriza a las gigantes organizaciones con vastos recursos y una dilatada trayectoria, sino más bien de la facultad para objetar, contrarrestar, luchar y restringir el campo de acción de los principales protagonistas. Consiste en negar a "los titanes de siempre" los territorios de actuación y el influjo que solían dar por sentado.
Sin embargo, no porque reconozcamos su existencia nos debemos mover a su aniquilación. Por el contrario, a partir de la identificación de posibles riesgos dentro del ejercicio administrativo, debe consolidarse una estructura de gobierno corporativo que posibilite un equilibrio de micropoderes dentro de la organización, evitando de forma saludable que se produzca la hemiplejía en ella.
Es motivo de alarma aceptar que la degradación del poder puede llevar a la parálisis política, la falta de gobernabilidad y la incapacidad para abordar los problemas y necesidades de la sociedad de manera efectiva. Esto puede afectar negativamente a las administraciones públicas, ya que pueden tener dificultades para tomar decisiones y llevar a cabo políticas eficientes. Además de que podemos terminar transformándonos en democracias disfuncionales.
El problema no debe afrontarse con una actitud maniquea, sino que debe mover a un fortalecimiento del gobierno corporativo y de las estructuras de control.