Malos perdedores
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 06 mayo, 2011


Malos perdedores
El cambio de poder en el Congreso, más allá de un desagradable espectáculo político, dejó en evidencia la falta de prudencia y pericia con la cual se legisla en Costa Rica, así como la maltrecha lógica que a algunos asiste.
Ganar a toda costa y querer tener la razón en todo momento, son hábitos de los malos perdedores.
Por un lado, el partido, que ante la amargura de la derrota, recurre a argumentos ad hominem, que terminan siendo falacias para descalificar el inminente triunfo del adversario.
Por otro lado, aquellos que una semana antes pregonaron sus deseos abiertos de que la oposición fracasara, hoy tras el mal cálculo se lavan la cara atacando ex concessis a la desdichada fracción oficialista y descubriendo que obviamente el voto no siempre es secreto.
Del acta de la sesión “solemne” del 1º de mayo sale suficiente leña del árbol caído: el disimulo de una votación a medida de “traidores”, la huida insólita por el cafetín, el nombramiento iluso y a la brava de un presidente liberacionista, y finalmente la victoria de la oposición reconocida entre falsas sonrisas.
Ya es sabido que nuestros diputados han sido capaces de aprobar leyes sin ni siquiera leerlas.
Pero lo más grave que se ha suscitado es la intención in principia de querer torcer las leyes a su favor.
El desprecio al imperio de la Ley (nuestra Constitución) y a las responsabilidades que se derivan del mandato del pueblo, se consuma también en actos impasibles de renuncia.
El compromiso que se adquiere para ser diputado es voluntario, al igual que su postulación y por ende la responsabilidad que se asume de cara a la ciudadanía es moralmente irrenunciable.
El juramento constitucional así lo establece: “¿Juráis a Dios y prometéis a la Patria, observar y defender la Constitución y las leyes de la República, y cumplir fielmente los deberes de vuestro destino? Si así lo hiciereis, Dios os ayude, y si no, El y la Patria os lo demanden”.
Y si así lo hiciesen, cómo pasar por alto el Artículo 105: “La potestad de legislar reside en el pueblo, el cual la delega en la Asamblea Legislativa por medio del sufragio. Tal potestad no podrá ser renunciada ni estar sujeta a limitaciones mediante ningún convenio ni contrato, directa ni indirectamente”.
Los lamentables hechos del pasado fin de semana demuestran que el poder legislativo no está dentro de la Asamblea.
Luis Alberto Muñoz
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