Mano hipócrita
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 19 agosto, 2011
Mano hipócrita
La hipocresía con que se proclaman los referentes de democracia, civilidad y refinamiento cultural llega a niveles patéticos, más si se considera la postiza autoridad moral con que aleccionan a otras partes del planeta.
El caso británico es el ejemplo más reciente.
Tan solo unos meses antes de los disturbios en diversas ciudades inglesas, que provocaron la destrucción de cuadras enteras de residencias y comercios, el Reino Unido había confirmado su participación militar en Libia.
La consigna que todavía continúa los sangrientos enfrentamientos es liberar al pueblo libio de la opresión, una que de la noche a la mañana cayó en desgracia ante los ojos europeos, liderada por el coronel Muammar al-Gadafi, quien se enquistó en el poder desde 1969.
La rebelión cuenta con el apoyo internacional, incluido el británico, y estalló gracias a los disturbios de insurrección coordinados a través de las redes sociales.
Precisamente una de las primeras acciones de defensa de Gadafi fue restringir el uso de Internet y establecer toques de queda.
Tras la espiral de violencia inglesa, generada por la muerte a principios de agosto de un hombre de 29 años con cuatro hijos por un disparo de la policía en Tottenham, las medidas de mano dura anunciadas por el primer ministro, David Cameron, merecen atención.
Entre las acciones estudiadas está restringir el uso de las redes sociales. Sumada a ello, la posibilidad de imponer toques de queda con el fin de reprimir más disturbios.
Lo que llama la atención es que estas medidas de mano dura han sido utilizadas también por Gadafi.
La nobleza de las intenciones en ambos casos es defender a su propio pueblo, sin embargo para el mundo euroatlántico la restricción de libertades fundamentales sí es “aceptable” dentro de su definición de democracia.
Del mismo modo, es noble la intervención bélica, un droit d'ingérence que les cuesta a Francia y al Reino Unido más de un millón de euros diarios.
Al mejor estilo “thatcheriano”, Cameron, descendiente de la monarquía, y cuya familia amasó su fortuna en negocios inmobiliarios y bancarios, ahora demuestra al mundo una nueva versión de la imposición del “orden”, conveniente para un imperio cuyo desempleo entre jóvenes de 16 a 24 años supera el 20%.
Sería mejor que en lugar de aleccionar al mundo y desatar aventuras bélicas, dedicase más tiempo a arreglar la casa.
Luis Alberto Muñoz
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