Más allá del 48
| Viernes 14 marzo, 2008
Más allá del 48
La Revolución de 1948 hay que verla más allá de los hechos bélicos que se produjeron, y valorar el caudal de iniciativas sociales y económicas, el impulso a la educación y la intensificación de programas de salud, todo ello en beneficio del pueblo costarricense.
Don Pepe Figueres, junto con un pequeño grupo de hombres, inició el movimiento armado el 11 de marzo de 1948, hace 60 años, y ya para el 20 de abril, más o menos, el triunfo de los alzados estaba consolidado. Fueron unos 40 días de agitación intensa.
Decía Benjamín Franklin que “nunca hubo una buena guerra, ni nunca hubo una mala paz”. Lo doloroso del 48 fueron los muertos de uno y otro bando, las hostilidades bélicas y odios que se desataron, la zozobra nacional y la erosión espiritual, emocional y material que pudo haber provocado.
Todas las guerras son malditas. Toda paz es bendita de Dios. Entre lo bueno del capítulo del 48 cabe mencionar la catarsis, la depuración que pudo haber producido, al revisarse y replantearse viciados procedimientos políticos, especialmente de tipo electoral, y establecerse mecanismos que condujeran a la pureza en los comicios y cimentaran la confianza del electorado en esos procesos cívicos.
A la luz de nuestra historia, el 48 indudablemente fue un salto hacia delante de una Costa Rica que atrás dejaba, en muchos aspectos, un modelo patriarcal y se abría paso hacia un Estado moderno, con vías más firmes y definidas en pos del desarrollo social y económico.
Al cabo de seis décadas de ese acontecimiento hay que sumar todo lo positivo, entre otras cosas, la ratificación que el nuevo equipo en el Gobierno hizo de medidas inteligentes del Dr. Rafael Angel Calderón Guardia, la pureza electoral que desde entonces se practica cada cuatro años en los comicios nacionales, la elaboración de una nueva Constitución Política por una Asamblea Nacional Constituyente, el voto de la mujer, la creación de la Contraloría General de la República, y el empuje hacia la modernización que recibió el Estado costarricense.
Al día de hoy, cuando se rememoran 60 años de la última Guerra Civil, entre lo bueno está, asimismo, que atrás han quedado los odios, salvo en algunos poquísimos resentidos que a veces chillan en la prensa. También, que en estas seis décadas Costa Rica ha sido, fundamentalmente, un país de trabajo, de progreso y de paz, donde los diversos sectores resuelven sus diferencias en las urnas, en los tribunales de justicia, o en la mesa del diálogo y dentro del imperio de la razón, como debe ser en una sociedad civilizada con un sólido Estado de Derecho.
Enrique Tovar
Periodista, escritor e investigador de asuntos históricos
La Revolución de 1948 hay que verla más allá de los hechos bélicos que se produjeron, y valorar el caudal de iniciativas sociales y económicas, el impulso a la educación y la intensificación de programas de salud, todo ello en beneficio del pueblo costarricense.
Don Pepe Figueres, junto con un pequeño grupo de hombres, inició el movimiento armado el 11 de marzo de 1948, hace 60 años, y ya para el 20 de abril, más o menos, el triunfo de los alzados estaba consolidado. Fueron unos 40 días de agitación intensa.
Decía Benjamín Franklin que “nunca hubo una buena guerra, ni nunca hubo una mala paz”. Lo doloroso del 48 fueron los muertos de uno y otro bando, las hostilidades bélicas y odios que se desataron, la zozobra nacional y la erosión espiritual, emocional y material que pudo haber provocado.
Todas las guerras son malditas. Toda paz es bendita de Dios. Entre lo bueno del capítulo del 48 cabe mencionar la catarsis, la depuración que pudo haber producido, al revisarse y replantearse viciados procedimientos políticos, especialmente de tipo electoral, y establecerse mecanismos que condujeran a la pureza en los comicios y cimentaran la confianza del electorado en esos procesos cívicos.
A la luz de nuestra historia, el 48 indudablemente fue un salto hacia delante de una Costa Rica que atrás dejaba, en muchos aspectos, un modelo patriarcal y se abría paso hacia un Estado moderno, con vías más firmes y definidas en pos del desarrollo social y económico.
Al cabo de seis décadas de ese acontecimiento hay que sumar todo lo positivo, entre otras cosas, la ratificación que el nuevo equipo en el Gobierno hizo de medidas inteligentes del Dr. Rafael Angel Calderón Guardia, la pureza electoral que desde entonces se practica cada cuatro años en los comicios nacionales, la elaboración de una nueva Constitución Política por una Asamblea Nacional Constituyente, el voto de la mujer, la creación de la Contraloría General de la República, y el empuje hacia la modernización que recibió el Estado costarricense.
Al día de hoy, cuando se rememoran 60 años de la última Guerra Civil, entre lo bueno está, asimismo, que atrás han quedado los odios, salvo en algunos poquísimos resentidos que a veces chillan en la prensa. También, que en estas seis décadas Costa Rica ha sido, fundamentalmente, un país de trabajo, de progreso y de paz, donde los diversos sectores resuelven sus diferencias en las urnas, en los tribunales de justicia, o en la mesa del diálogo y dentro del imperio de la razón, como debe ser en una sociedad civilizada con un sólido Estado de Derecho.
Enrique Tovar
Periodista, escritor e investigador de asuntos históricos