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Pedro Oller poller@ollerabogados.com | Martes 30 octubre, 2007


Don Marcelo Pignataro, quien comparte estas páginas y a quien tengo la dicha de leer, tiene ya algún tiempo de cuestionarse: ¿De qué vamos a hablar después del referéndum?

La preocupación, que en cualquier otro país podría tener asidero, desgraciadamente está mal dirigida en el nuestro que sigue sin superar la barrera mental que representó la decisión en torno al TLC con Estados Unidos.

Sobre todo, de manera clara e indubitable, para quienes por años han sostenido su inconveniencia ideológica y que, de forma también palpable, no han querido aceptar el resultado de una decisión soberana del pueblo. No se vale, sin pruebas en la mano ni más razones que el descontento por una victoria efímera de encuestas que se enterró en las urnas, hablar de sobornos, complots y boicots. Por encima de cualquier otra cosa, resulta añejo.

No se vale como partido político serio y responsable de oposición, misma que está ayuna en las otras aceras, que el PAC se declare contrario a la obstrucción tras una reunión en Casa Presidencial y luego presente 1.200 mociones al proyecto de Obtenciones Vegetales que forma parte de la agenda de implementación del tratado. ¿Cuándo esperan considerarlas, discutirlas y evacuarlas sin que haya un atropello por respuesta a tan exagerado planteamiento? Válida es la consulta constitucional en torno a la reforma de la ley de Representantes de Casas Extranjeras, porque forma parte de nuestra institucionalidad.

Como tampoco es válido que, con el dinero nuestro —el suyo y el mío que es el que les paga las dietas a los diputados—, se genere un fondo de compensación para recompensar a quienes con su ausencia no contribuyen a la discusión del país que queremos. El deber del diputado, sobre todo del que adversa la agenda de implementación al TLC está en la Asamblea y en el plenario, no a distancia. Eso, señores apropiados de la moral, se llama corrupción y, el clima de crispación de forma irresponsable, ha ido en aumento por esos mismos sesgos. Este pueblo merece más respeto después de la jornada cívica que culminó el 7 de octubre. Los movimientos patrióticos harían más honor a su nombre si llamaran al diálogo y dejaran la elucubración por sentido de lucha post-resultado. Esperamos aportes y no paranoias.

Dan pena las manifestaciones de estos antilíderes y da pena, que se siga tratando de reabrir una discusión que decidimos votando y no en el seno de las universidades que también, pagamos todos y que también, constituye corrupción en ese tanto. Ya habíamos tenido visos de una actitud comparable tras el resultado, mucho más ajustado, de la elección presidencial del año anterior.

Pero los últimos 15 días han sido de desenfreno incluso, a lo interno, donde ya los moderados parecieran no tener campo. ¿No valdrá la convocatoria en Caracas a referéndum de reforma constitucional para que estos se ocupen y nos desocupen el espacio para avanzar?

A mi muy estimado don Marcelo le digo que compartimos las mismas preocupaciones y frustraciones en torno a discusiones eternas, a decisiones que no se toman y a la actitud (como escribía él ayer) que nos debe enfrentar a la vida. El problema es que no todos compartimos y nos partimos por voluntad y no por necesidad.

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