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Mentiras, mentirillas y mentirotas

Tomas Nassar tnassar@nassarabogados.com | Jueves 18 septiembre, 2008


VERICUETOS
Mentiras, mentirillas y mentirotas

Tomás Nassar

Filósofo y periodista, el famoso iconoclasta Isidor Feinstein Stone, editor del I.F.Stone's Weekly, que circuló con gran influencia en los medios americanos el siglo pasado, dijo: “Cada gobierno es conducido por mentirosos y nada de lo que ellos digan debería ser creído”.
Asumiendo que, en el contexto de lo afirmado por Stone un gobierno no lo integra un Presidente, sino el conjunto de funcionarios políticos y administrativos, resultaría que somos gobernados por una manga de chaneros a los que no se les puede creer ni el nombre.
Claro que hay mentiras de mentiras. Las hay piadosas, las hay por omisión, las hay malintencionadas y las hay, por supuesto, muy interesadas. Ah, y claro hay auto-mentiras que pueden ser peligrosísimas para la propia integridad del mentiroso.
Si asumimos como un axioma que todos los presidentes, ministros, diputados, alcaldes, etc. mienten y mienten sin ponerse colorados, deberíamos al menos clasificar las mentiras de acuerdo con su intención y el efecto que producen.
Hay mentirillas “light” o medias verdades, depende de como se mire: “no le he puesto una mano encima a la Lewinsky” (Bill Clinton) sería una verdad a medias; “Meripepa es una Embajadora Cultural” (Oscar Arias) es otra mentirilla del mismo tipo, que no deberían haber producido mucha alharaca fuera de la alcoba imperial.
Las “prudentes omisiones” no tienen que ser malintencionadas: “no vamos a establecer relaciones con China” (Oscar Arias) tiene que apreciarse en el contexto de la sensatez con que debe manejar un gobernante los asuntos de Estado. ¿Puede un presidente tener incontinencia verbal?
Las hay que cuestan miles de vidas y terminan llevando la economía al colapso: “Irak está preparando una invasión global con sus armas de destrucción masiva” (yo no fui fue Teté).
Dios nos mantenga los pies bien pegaditos en el suelo para no inventarnos nunca una auto-mentirilla: “mucha gente me pide que sea candidato” (ponga aquí el nombre de su político conocido más cercano); “Costa Rica valora altamente el trabajo de la Asamblea” (¿aló?); “qué chiquito más inteligente” (la mamá); o “que flaca que estoy” (espejito espejito).
Hay mentirotas tan grandotas que dan risa y, por lo general, ganas de llorar: “en Cuba el pueblo elige a sus gobernantes” (la nomenclatura); “el gobierno del poder popular” (anote aquí el nombre del presidente bolivariano de su elección); “el pueblo está mejor ahora” (ídem); “Obama es comunista y musulmán” (adivina adivinador); “nunca he tomado café con galletitas” (¡ups!).
Pero las más dramáticas mentiras son las que malintencionadamente buscan la crispación de la población. Algunos de esos mentirosillos son muy conscientes de su objetivo, mienten porque en río revuelto ganancia de pescadores, sin percatarse del daño que infligen a la institucionalidad y a la democracia. Estos son los que están en campaña permanente contra todo y contra todos, porque miente miente que algo queda, aunque con ello se ensucien honras ajenas. De esos mentirosillos, de los que se rasgan las vestiduras sin haber constatado previamente los hechos como ciertos o como ilegales, son de los que la prensa responsable tiene que tomar distancia para no ser útil en su empeño de destruir el sistema.

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