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Mujer ante invasión

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 31 diciembre, 2010


El 2010 no podrá ser olvidado por los libros de historia sobre Costa Rica.

Un año en que por primera vez en nuestra vida democrática, una mujer, Laura Chinchilla asume la silla presidencial del país.

Posiblemente, ya nos hemos acostumbrado a esta idea, sin embargo, es una muestra de madurez democrática, igualitaria, de la sociedad costarricense. Hoy todavía muchos países llamados “desarrollados”, potencias mundiales, no han tenido este privilegio.

Sin dudas, es algo especial, ya que menos de un siglo atrás, las mujeres eran excluidas en la mayoría de países de educación, oportunidades de trabajo y participación política.

Nuestro país fue por una senda de inclusión, de amplitud, y hoy como resultado de esta lucha de los forjadores visionarios de nuestra sociedad, tenemos a una mujer destacada, con una exquisita preparación académica y una carrera profesional envidiable como nuestra Presidenta.

A un nivel personal, no dejo que este hecho se dé por sentado, pues la batalla por una verdadera equidad para la mujer dentro de nuestro país aún no ha terminado, sino más bien empieza.

Es tan fácil como recorrer la zona rural de nuestra nación, para darse cuenta de que la mujer carece de futuro, no hay empleo, oportunidades de desarrollo técnico ni profesional.

Mi esperanza es que la Presidenta Chinchilla ponga atención a esta problemática, que genere las políticas de inversión y de exención de impuestos que favorezcan el desarrollo empresarial en zonas rurales, para que las oportunidades para la mujer no solo sean para quienes viven en la zona metropolitana.

El segundo hecho por el cual 2010 no podrá ser olvidado por las futuras generación, es la invasión temeraria de Nicaragua sobre territorio costarricense al sur de la rivera del Río San Juan en Isla Calero.

Esta, sin duda, ha sido una de las afrentas más delicadas que ha sufrido nuestro país en su vida democrática. Ha sido una prueba máxima de tolerancia, coraje y convicción sobre nuestras creencias en relación con la paz.

No creo que ningún otro país en el mundo hubiese actuado de forma tan paciente como lo ha hecho Costa Rica.

Sin embargo, la embestida de barbarie sandinista ha sido dura y desgarradora, tanto como la apática respuesta internacional, de un mundo supuestamente civilizado, legalista, dispuesto a hacerse de la vista gorda cuando sus intereses económicos no están en riesgo, capaz de darle la espalda a la paz y a una nación que ha decido vivir sin ejército.

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