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Nadadito de perro

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 15 julio, 2011



Nadadito de perro


Es urgente sacar a Costa Rica del “nadadito de perro” con que viene pretendiendo alcanzar el anhelado desarrollo.
Uno, sin mirar más allá de nuestra propia nariz; dos, pidiéndole permiso a un pie para mover el otro, y tres, con pereza para levantar las obras que reclama el futuro, no llegaremos lejos.
Primero, una prueba irrebatible es que frente a nuestros ojos el mundo avanza, y parece importarnos poco.
A pesar de sus fallas y carencias como cualquier sociedad, Panamá ha logrado iniciar la construcción de una impresionante infraestructura, no solo para responder a las necesidades inmediatas, sino prevista para potenciar el desarrollo de sus generaciones futuras.
Al igual que Costa Rica, los canaleros tienen cuestionamientos sobre corrupción, discusiones acaloradas por las decisiones presidenciales y una intensa lucha por el poder político-empresarial; sin embargo, esto no ha sido una evasiva para caer en la inmovilidad, la desconfianza y el desquicio para oponerse de maneras estúpidas al progreso.
Segundo, el letargo costarricense es producto de la falta de agallas para ponernos de acuerdo. Por mucho tiempo la escasez de dinero fue el principal factor limitante, hoy, a pesar de la disponibilidad de créditos internacionales para obras, aún el Congreso no logra fijar su uso.
La Asamblea Legislativa es en la actualidad el mejor ejemplo sobre cómo los intereses partidistas o “particulares” pueden obstaculizar el bienestar nacional. El clientelismo, la mezquindad política, los cálculos, intrigas y maniobras electorales parecen consumir la mayor parte de la agenda-país.
Tercero, “desde que se inventaron los pretextos, se acabaron los culpables”, hoy este refrán es lapidario para Costa Rica. Estamos envueltos en una estructura burocrática que no permite avanzar y que nos ha paralizado principalmente de forma mental. Cada ley existente se ha convertido en una razón para no hacer nada o no dejar a otros hacer.
Por una parte, el Estado ha quedado desmantelado, con capacidad si acaso de abrir una trocha; por la otra, se desconfía enormemente de la concesión, en el hecho de que terceros, generalmente extranjeros, lucren por construir las obras que no fuimos capaces de concretar.
¿Solución? Si los políticos no entran pronto en razón, la indignación llegará a las calles. Los partidos políticos pueden discrepar la mayoría del tiempo, sin embargo debe existir al menos una agenda básica de consenso nacional, de lo contrario solo están calentando la curul.

Luis Alberto Muñoz

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