Navidades y bienaventuranzas
Macarena Barahona lmacarena62@hotmail.com | Viernes 24 diciembre, 2010


Cantera
La alegría de obsequiar presentes es la fastuosidad que se apodera para que la pobreza no nos alcance, sueño terrible de cualquier habitante del tercer mundo
Navidades y bienaventuranzas
Ser en el tiempo, en nuestro tiempo, el que nos corresponde en el trayecto social y biológico, nos encamina en cada etapa, a buscar y valorar en esperanza y desesperanza nuestro entorno, el íntimo y familiar, ineludible de afectos y desafectos. El social, de nuestras pertenencias, y también de lejanías y cercanías, y el global, porque la patria chica deja de ser cada vez, o tenemos más de una, dos o tres, y decidimos pertenecer al mundo, porque la conexión nos lleva a sentirnos parte de todo, y esto nos lleva a ser un atajo de esperanzas, en el devenir con los otros, y profunda tristeza de ver las injusticias, los dolores humanos, las traiciones y los sinsentidos.
Sinsentidos de la producción de mercancías innecesarias y aisladas de la pobreza y la humilde verdad de los otros que carecen de lo indispensable.
Si Jesús vino a su destino, cumplió su liderazgo por los siglos siguientes, fue a dar enseñanza de la homilía de la igualdad y semejanza entre los seres humanos.
La alegría de obsequiar presentes es la fastuosidad que se apodera para que la pobreza no nos alcance, sueño terrible de cualquier habitante del tercer mundo. Donde la mayoría es la que produce la riqueza y no obtiene más que valores menores a su trabajo.
Si Jesús volviera a nacer, debería nacer no en pesebre, sino en la lujuria de nuestros ricos, que viven del aumento de la pobreza y no saben compartir ningún cambio de justicia y semejanza.
Nacería en un barrio de los que emergen rápido, al sol de las bandas cambiarias, y podría ver en su alma divina cómo las cosas llenan a las casas y la soledad humana los abraza como en una noche de estas frías decembrinas.
Yo rezo por que la desesperanza no me encuentre en estas mañanas tibias donde las tristezas afloran y la soledad de nuestro destino recaba mi lucidez, rezo alejada de bullicios mercaderes, porque el devenir de nosotros no sea marcado con la roja cara de la violencia y el resentimiento, porque alguna brisa del tercer mundo perfore los rudos propósitos de los líderes económicos y sea, como enseñó el nacido en Navidades, tiempo para más justicia e igualdad, tiempo, también mío, de compartir paz entre los hombres y las mujeres y tiempo también para la bienaventuranza y la alegría. Feliz Navidad para todos.
Macarena Barahona
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