No es momento para acobardarse
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 02 mayo, 2008
Hemos llegado a la mitad del río, a la mitad de un gobierno y, como la sabiduría popular señala, es mejor continuar con toda fuerza en el plan trazado y no intentar devolverse.
El temor es real, no una simple percepción, ya que el río que debemos cruzar ha empezado a ponerse turbulento.
El alto costo de los combustibles, la mala situación de la economía estadounidense y las alzas mundiales en el precio de los alimentos han llevado el caudal a un nivel intenso y preocupante.
Definitivamente, no es un momento para acobardarse, y el discurso de ayer del presidente Oscar Arias tuvo la intención de transmitir confianza y seguridad en la estrategia planteada para lo que queda de su administración.
La tónica escogida por el mandatario es la correcta, por lo que la retórica de la oposición deberá afinarse para lograr pasar de una simple obstrucción a un verdadero planteamiento de soluciones alternativas que permitan al país paliar la crisis mundial con sabiduría.
Por su parte, el gobierno, ahora con mayor razón, deberá adoptar una postura más abierta y escuchar con cuidado a aquellos, que a pesar de no compartir el criterio oficialista, han señalado problemas que de haber sido atendidos antes, hubiesen generado menores repercusiones negativas.
Y es que la situación es delicada, Costa Rica sin dudas enfrentará mayor presión. Dos ausencias en la disertación de ayer llaman la atención.
Primero, pese al sentimiento de aislamiento que ha caracterizado al costarricense, debemos despertar y darnos cuenta de que países vecinos como Panamá y El Salvador se han percatado de que la única forma de avanzar es mediante el esfuerzo.
Estas naciones luchan en la actualidad de forma decidida para demostrar que son capaces de progresar más rápido, su énfasis ha sido la infraestructura.
En este aspecto, en Costa Rica nos hemos quedado dormidos.
Está claro que el país no tendrá la capacidad de enfrentar un entorno mundial competitivo si no logra ser más eficiente.
Para esto se necesita infraestructura, es decir carreteras, aeropuertos, puertos, trenes y dejar simplemente de detener el desarrollo a punta de burocracia obsesiva.
Segundo, es imperante mantener una lucha frontal contra la corrupción. Al igual que con la delincuencia, se deben enfrentar con valentía los delitos de cuello blanco y no permitir que la impunidad gane la batalla.
Este cáncer de la sociedad actual está propagado en muchos niveles.
No nos dejemos hundir, ni permitamos que nos lleve el río del pesimismo, lo que actualmente nos detiene es un asunto de voluntad.
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