Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Sábado 08 diciembre, 2007
Muy cerca de la eliminatoria al Mundial en Sudáfrica y no precisamente por la derrota del Saprissa en la final de Uncaf, ni la eliminación del Alajuelense en el mismo torneo, es urgente que la dirigencia del fútbol costarricense decida un replanteamiento sobre lo que sucede con nuestro deporte favorito.
Entendemos que el deporte es industria y hasta podemos vanagloriarnos de contar con la suficiente capacidad intelectual para comprender que hoy las cosas en el deporte han cambiado sustancialmente y que son los deportistas los generadores de las sumas multimillonarias que rodean a los espectáculos. Pero no nos parece, y lo señalamos como uno de los tumores causantes del subdesarrollo del balompié nacional, que el poco o mucho dinero que genera el fútbol en Costa Rica se deposite mayoritariamente en el bolsillo de los jugadores.
Desde Italia 90 y después de que futbolistas como Gabelo Conejo, Juan Cayasso, José Carlos Chávez, Ronald González y Hernán Medford, por citar solo algunos, pasaron a ser los nuevos millonarios del fútbol costarricense gracias a los contratos que firmaron en Europa, los dirigentes de los clubes nacionales de la época se volvieron locos y decidieron cancelar a los otros mundialistas radicados y trabajando en el país, salarios cuadruplicados a los que devengaban, dando el primer paso en falso hacia la inflación del fútbol nacional que hoy los tiene atragantados.
Reconociendo que sin futbolistas no hay fútbol y que sin fútbol no hay flujo de dinero para las empresas televisivas y otros medios de comunicación, y hasta aceptando que el 90% de la prensa deportiva sobrevive también gracias a la pasión que genera este deporte en Costa Rica, es hora de sentarse a conversar para ver qué se hace con los rubros que genera la práctica competitiva del fútbol, con el propósito de que exista algún sobrante que permita educar en ese juego a nuestros jóvenes talentos.
No existen en Costa Rica maestros capacitados y titulados en la enseñanza del fútbol y urge contratarlos, desde luego de naciones extranjeras.
Los dirigentes deben reordenar los presupuestos de manera tal que los ingresos no se vayan masivamente en el pago de la nómina de jugadores, sino que exista un remanente que permita firmar a maestros del fútbol que vengan a enseñar los fundamentos del juego a nuestros niños.
Fíjense nada más como juega Pablo Herrera, por citar un solo ejemplo de un talento que muy joven pertenece a dos selecciones nacionales, la sub23 y la mayor y observen que no maneja los fundamentos del juego.
¿Quién le enseña, quién lo pule, quién lo orienta?
¿Quiénes han sido sus profesores?
¿Cómo hacemos para no perderlo y que aprenda a jugar de verdad y no solo a correr?
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