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NOTA DE TANO


Nota de Tano

Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 19 febrero, 2014

Gaetano Pandolfo

No me canso de repetirlo.

El tumor mortal número uno que enfrenta la sociedad costarricense es que los escándalos solo duran tres días.

De esto se aprovechan los sinvergüenzas de todo linaje y los corruptos.

Uno de los pocos periodistas que no cedieron a la tentación de acabar sus denuncias en los tres días de rigor fue Parmenio Medina: y lo mataron.

Y disculpen que me ponga de ejemplo.

Cuando los dirigentes del fútbol nacional despidieron a Badú como técnico de la Selección Nacional, con argumentos pueriles, en esta Nota duramos casi un año cuestionando a esos dirigentes, denunciándolos, exhibiéndolos y tal fue nuestra vehemencia y apasionamiento por el caso, que terminamos acusados por el hombre que ocupaba la presidencia de la Federación en el momento que echaron a Badú, el directivo ganó el juicio y a Tano lo sentenciaron a tres años de prisión. Nos dieron libertad con ejecución condicional de la pena.

Nunca me sentí más orgulloso de ser periodista que en ese momento, con esa condena. El debate en el juicio entre los abogados Francisco Castillo de la parte acusadora y Ricardo Harbottle de la defensa fue histórico. Todos los estudiantes de Derecho de nuestro país deberían repasar ese expediente.

Fue en 1994.

El periodismo investigativo en nuestra prensa es serio, sus periodistas valientes, honestos y valiosos, pero los denunciados pocas veces, por no decir que nunca, reciben sanción.

Greivin Moya en Canal 7 publica informaciones de corruptela espectaculares. Se arma el alboroto un par de semanas o días y se terminó.

¿Quiénes, de los denunciados por Moya van a prisión?

Escribo este prólogo solo para llamar la atención, porque estoy completamente seguro de que el escándalo mediático de estos días por los actos de violencia en los estadios, me suena tan repetitivo como será repetida en pocas horas la falta de sanción y el archivo del caso.

Ya verán que este fin de semana, la programación del clásico entre Alajuelense y Saprissa enterrará la correntada de opiniones y la procura de soluciones al problema de las barras bravas.

Este cáncer de la invasión de delincuentes a los estadios no será resuelto; el país no está preparado para resolverlo; la próxima semana nadie hablará del escándalo y los pachucos escondidos en sus madrigueras, reirán con la misma sabrosura que los políticos que quedan libres no por probar su inocencia, sino porque las pruebas que los condenaban “eran ilegales”.


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