Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 13 octubre, 2014
La muerte de Manuel Vargas Castaing no solo enlutó al béisbol nacional.
También llenó de pesar al periodismo deportivo costarricense.
Escribo esto porque en mi larga carrera profesional y desde diferentes medios de comunicación, siempre, pero de verdad que siempre, tuve la gentil colaboración de Manuel en asuntos de béisbol.
Desde los escritorios de La Nación, Semanario Universidad, Triunfo, La República y Al Día, hice timbrar cada domingo en horas de la tarde el teléfono de Manuelito, para que “me salvara” con los datos del béisbol.
Desde el mismo teléfono, Vargas nos transmitía la información; centenares de ocasiones nos decía que pronto nos devolvería la llamada, porque estaba atendiendo a La Prensa Libre, La Hora, Extra o las decenas de llamadas de la prensa radial.
Fue un amigo y colaborador de los periodistas deportivos, excepcional, incondicional, atento, amistoso, generoso, sin horario. La pura verdad y en esto mis colegas deberíamos sonrojarnos, no le permitimos a Manuel un solo domingo libre.
El Parque Antonio Escarré fue su segundo hogar; el coliseo de los jonrones y las bolas perdidas e irrecuperables que pegan en los techos del Barrio La Cruz y San Cayetano, fue otra casa para Manuel. Vargas fue jugador, técnico, mecenas, orientador, formador.
Vivió una época dorada como “mánager” cuando dirigió a la UIA y la hizo monarca en temporadas consecutivas. Nos parece verlo sonriente y triunfante con aquella gorra verde y amarilla, cuando arrasó como piloto profesional.
El deporte rey, reinó en un hogar donde se desayunaba, almorzaba y cenaba béisbol. Doña Cledy, su madre, una apasionada del diamante; su hermano Rodrigo “Pillín” Vargas, leyenda e inmortal, miembro de la Galería del Deporte; el recordado colega Flavio Vargas, columnista de pluma picante y que tanto ayudó al béisbol con su punzante verbo. Ni qué decir de don Paco Vargas, pluma de oro de La Nación en temas de béisbol. La casa de los Vargas, su hermana Ana Ligia, primos, tíos, sobrinos fue cuna del deporte soberano y Manuelito siguió la tradición.
Existen personajes en el campo del deporte que nos resultan esenciales e imprescindibles para los periodistas. Fueron y son nuestros amigos y colaboradores. Recuerdo a don Antonio Bastida con tenis, don Carlos Manuel Barrantes con pesca; ahora se nos fue Manuel Vargas y por dicha nos queda otro amigo y colaborador incondicional, el popular Roberto “Chamaco” Chavez en boliche.
¡Descansa en paz Manuelito y gracias por tanta bondad!
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