Nuestro campeonatillo no obliga a la exigencia
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 18 enero, 2023
El campeonato mayor de fútbol es el tumor maligno que mata a la Selección Nacional. Lo dijimos ayer y fue suficiente la primera fecha del rutinario torneo para comprobarlo.
En todos los deportes los clubes grandes y millonarios se tragan a los pequeños y les quitan a sus mejores jugadores. Esto marca grandes diferencias sobre todo en países que no son potencias del fútbol y le quitan competencia, valga la redundancia, a la competencia.
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Para la temporada 2023, equipos chicos como San Carlos, Santos, Pérez Zeledón, Guadalupe, fueron sangrados por los clubes grandes que les ficharon a sus mejores jugadores: los Toros del Norte perdieron a sus cuatro defensas estelares y los guerreros del sur a futbolistas determinantes de su formación como Moura, Mesén, Monge y Leiva. A Santos ya lo habían decapitado con los fichajes de East y Paradela y ahora se marchó Josimar Méndez.
Entonces, y esta es la tragedia, nuestro campeonato es muy desigual por la marcada diferencia entre los cuatro grandes y los otros ocho equipos, incluyendo a algunos que como Sporting y Puntarenas se la juegan todavía y pueden retener a sus mejores figuras.
¿Qué sucede?
Qué Saprissa y Alajuelense aplastan a sus rivales de turno, Guanacasteca y Santos y en estos partidos se lucen varios de los jóvenes “talentos” que se supone, serán la base de la Selección Nacional en el Mundial 2026. Los rostros nuevos que descubrió Luis Fernando Suárez.
Alvaro Zamora, mundialista de Qatar anota dos goles y es portada de los tres periódicos impresos de los lunes e incluso de esta misma Nota.
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Jeffrey Valverde, Ian Lawrence, Carlos Mora, Aaron Suárez, Orlando Sinclair, Luis Ronaldo Araya, Jefferson Brenes se distinguen, simple y llanamente porque juegan solos, nadie los marca, nadie los presiona, nadie los estorba y como tienen calidad, se lucen.
Y como diría Cantinflas: ¡aquí está el detalle! Estos jóvenes, quizá participan en unos seis juegos de alto nivel competitivo en todo el campeonato y el resto son un pastel. Juegan en un campeonato que no exige, que no obliga al máximo esfuerzo, donde todo es fácil por la diferencia enorme de las nóminas.
Entonces, cuando llegan los partidos de “verdad” como en un Mundial, estos muchachos no saben qué hacer con la bola y sucumben ante colegas que juegan en ligas de alto nivel competitivo. Así vienen las palizas, los fracasos y las humillaciones.
Y la UNAFUT: muy bien, gracias.
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