Nuestro "circo político"
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 15 abril, 2011


Nuestro “circo político”
Agotado el razonamiento y bajo un claro predominio de los argumentos emocionales, la política costarricense da muestras de decaimiento.
Hoy las discusiones en el país giran en torno a figuras, y no a proyectos que resuelvan los verdaderos problemas de los ciudadanos.
Sufrimos una enorme falta de imaginación, los legisladores se mueven como rebaños de un lado a otro, simplemente asumen posiciones, con lamentable autismo hacia el pueblo que representan.
El control político se convirtió en una nueva Inquisición, donde lo que importa es perseguir a las personas, en lugar de resolver los defectos que hacen fallar nuestro sistema.
Es posible contar con los dedos de una mano, las iniciativas “puras”, las “ideas frescas” de un legislador, sus proyectos para mejorar a sus comunidades o al país.
Nuestro primer poder democrático, nuestra Asamblea, se exhibe subordinado, si el Ejecutivo no lo acompaña o el Judicial no lleva su ritmo, no tiene la suficiente independencia para marcar su propio paso en la danza republicana.
Porque en todo caso, de qué vale tener una República, si no es para estar fundamentada en el “imperio de la ley” (la Constitución) y no en el de los “hombres” (las oligarquías).
Bien decía Aristóteles que un montón de gente no es una República.
Sin embargo para fines electorales, la clase política parece haber convertido al pueblo en “un montón de gente”, que le permite simplemente llegar al poder.
Y aquí es donde se ha desmerecido nuestro sistema.
Hoy en día, los gobernantes sin ningún tapujo, ofrecen a la ciudadanía planes y acciones que no cumplen y el pretexto es que en el país no se puede gobernar.
Si este es el caso, la propuesta de campaña electoral debería ser entonces convocar fuerzas para asumir un cambio de nuestro sistema, las reformas necesarias para que el mandato del pueblo se cumpla.
Lo delicado es que en la actualidad, el clamor de los ciudadanos a sus representantes no es por meras banalidades, son asuntos críticos y fundamentales. Los habitantes de nuestro país están viendo sus “libertades civiles” atropelladas; el crimen, la delincuencia y la violencia han limitado la vida en Costa Rica, mientras la respuesta de los gobernantes es parsimoniosa e ineficaz.
Desgraciadamente, nuestra democracia se ha convertido en un juego político, cuyo máximo objetivo es la popularidad.
Si nuestra sociedad no toma con una participación cívica activa medidas para detener este “circo político”, ojalá pasajero, en poco tiempo estaremos condenados a alguna de las nefastas formas de populismo, que tanto se han extendido por nuestra doliente América Latina.
Luis Alberto Muñoz
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