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Nuevo intento de introducir los biocombustibles en el país

Roberto Dobles roberto.dobles@gmail.com | Lunes 16 julio, 2018


Nuevo intento de introducir los biocombustibles en el país

En un artículo publicado el mes pasado en el periódico La Nación con el título “Por octava ocasión, Gobierno ofrece vender gasolina con etanol” se informa que el Gobierno tiene la intención de buscar introducir de nuevo los biocombustibles en el país en el corto plazo y se hace un relato resumido de los intentos sin resultados que se han dado desde 1973 (hace 45 años). 

La producción local de biocombustibles crea efectos positivos en los países donde se producen y es uno de los componentes de la política energética para aumentar la producción nacional de energía. 

En los países donde se usan biocombustibles, estos se utilizan mezclados con los derivados de petróleo (gasolina y diésel) en proporciones pequeñas que a menudo van del 5% al 10%. 

En general, la utilización de biocombustibles siempre requerirá el uso mayoritario de derivados de petróleo en la mezcla, por lo que el efecto en la reducción del consumo petrolero y de las emisiones al ambiente está limitado a la proporción de la mezcla de los biocombustibles en la gasolina o en el diésel. Si esta proporción es mayor, el efecto positivo también sería mayor. 

Debido a esta particularidad, y a pesar de sus efectos favorables y positivos, los biocombustibles no revertirán el crecimiento del consumo nacional de derivados de petróleo importados porque las necesidades energéticas crecen conforme crecen la economía del país y la población. 

La producción nacional de biocombustibles (etanol y biodiésel), utilizando como materia prima diferentes tipos de biomasa, particularmente cultivos, ha sido estudiada en el país durante varias décadas sin que a la fecha se comercialicen en el mercado nacional. 

Prácticamente todos los Planes Nacionales de Desarrollo y los Planes Nacionales de Energía de los gobiernos de turno desde 1973 han incluido esta opción energética. 

Uno de los documentos más detallados que se han hecho sobre la producción de biocombustibles en el país es el “Programa Nacional de Biocombustibles”, publicado en febrero de 2008, el cual fue elaborado con la participación activa de muchos expertos de diferentes disciplinas y de muchos entes públicos y privados.

Como parte de este plan, en marzo de 2009 se publicó en La Gaceta el “Reglamento de Biocombustibles” (Decreto Ejecutivo No. 35091), también elaborado con una amplia participación de muchos expertos, el cual tenía el objetivo de “propiciar el desarrollo de una industria nacional de biocombustibles”. 

Uno de los intentos más recientes se dio en el gobierno pasado, donde se indicó que “la meta de biocombustibles del Plan Nacional de Desarrollo (2014-2018) se transformó de un 5% de etanol en las ventas de gasolinas, a un concepto más amplio que busca incorporar un 5% de sustitución por combustibles producidos con fuentes renovables en el total de los combustibles utilizados en el país”. 

Lo señalado en este plan no solamente no se cumplió, sino que más bien en 2015 se canceló el programa piloto que Recope había iniciado en 2006 en el Pacífico Norte donde se agregaba etanol a la gasolina Plus 91 que se vendía en varias estaciones de servicio de esta zona.

Durante el periodo 2006-2015, los niveles de mezcla de etanol con gasolina distribuidos en esta zona oscilaron entre un 2% y un 4%. Entre las razones para su cancelación en 2015 se encuentra el alto costo del etanol, además de que este era importado porque no ha existido producción nacional. 

En 2012, un artículo publicado por El Financiero, titulado “Programa de biocombustibles en la picota”, indicaba lo siguiente:

  • “Los precios… no han sido suficientemente altos para atraer a las empresas locales”. 
  • “La iniciativa para incorporar biocombustibles como el etanol en la matriz energética del país está conectada a un respirador artificial, a punto de tener que ser desconectada o resucitada”.
  • En 2016, otro artículo publicado por El Financiero, titulado “Gobierno gatea hacia el biodiesel”, indicaba lo siguiente: 
  • “Para producir biodiesel y sustituir al menos un 5% del diesel que ahora se consume en el país (según la meta del Ministerio de Ambiente y Energía), se necesitan 15.000 hectáreas sembradas de palma africana con una productividad de 20 toneladas por hectárea”.
  • “En este momento, la productividad por hectárea es de solo cuatro toneladas. Tiene que lograr ese salto de productividad en una industria golpeada por los bajos precios del aceite —que suele descender conforme caen los del petróleo—, pues es la principal materia prima para producir biodiesel en el mundo”. 
  • “El precio a la baja (entre otras causas técnicas) desincentivó la producción de la palma y el mantenimiento de los cultivos, por lo que descendió su productividad”.


Una columna mía titulada “Los biocombustibles y el petróleo”, publicada en el periódico La República el 28 de marzo de 2016, describía un resumen de varias publicaciones que se referían a diversos aspectos relacionados con la problemática de los altos costos de los biocombustibles. Con base en lo indicado en esas publicaciones, yo señalaba que los costos de los biocombustibles en el país tendrán que bajar significativamente para poder ser competitivos con respecto a otros combustibles. 

En otra columna mía titulada “Los biocombustibles en Costa Rica”, publicada en el periódico La República el 11 de abril de 2016, yo señalaba también, entre otros aspectos, que los elevados costos nacionales de producción de biocombustibles, el pequeño porcentaje (en la mezcla) de sustitución de los derivados de petróleo y los altos riesgos económicos y financieros percibidos de esta actividad en el país, han impedido el desarrollo de la producción nacional de los biocombustibles. 

Todavía no se conocen públicamente cuáles son los nuevos estudios técnicos, económicos, financieros y de mercado sobre los que se basa este nuevo intento de introducir los biocombustibles en el país. 

No se conocen aún varios aspectos claves, como por ejemplo los siguientes:

  • ¿Cuál es el costo actual de los biocombustibles por litro al consumidor final que se ofrecerían en las mezclas con gasolina y diésel?
  • ¿Se comercializarían estas mezclas al consumidor final como un producto más en las estaciones de servicio para que los consumidores escojan (como ocurre en muchos países donde se comercializan biocombustibles) o se comercializarían como un producto único eliminando las gasolinas puras Súper y Plus 91 y el diésel puro, lo que obligaría a los consumidores a usar solamente estos dos derivados de petróleo mezclados con una pequeña proporción de biocombustibles? 
  • ¿Serían los biocombustibles producidos en el país o se importarían (como ocurrió hasta 2015 en el programa piloto en varias estaciones de servicio en la zona del Pacífico Norte, cuando Recope mezclaba etanol importado con gasolina importada)?
  • ¿Cuáles serían las materias primas a utilizar en el caso de una eventual producción nacional? 
  • ¿Cuál sería el EROI (“Energy Return On Investment”) de los biocombustibles producidos en el país según las materias primas que se utilizarían y la comparación con el EROI de la gasolina y del diésel que se usan actualmente?
  • ¿Cuál sería el sistema de trazabilidad de las emisiones al ambiente que se utilizaría para contabilizar la reducción de las emisiones con las proporciones de las mezclas que serían comercializadas?


Aunque los efectos en el abastecimiento energético nacional son limitados por su reducida proporción de las mezclas con gasolina y diésel, los biocombustibles son una opción muy valiosa y ojalá que la iniciativa actual prospere con costos competitivos. 

Su introducción en el mercado energético nacional hay que verla también como parte del desarrollo de un conjunto de fuentes nacionales potenciales de energía que se complementan entre sí. 

Hay que desarrollar todas las fuentes nacionales de energía que:

  • Reduzcan el creciente consumo de los caros derivados de petróleo importados.
  • Sean competitivas internacionalmente.
  • Reduzcan o eliminen las grandes cantidades de recursos fiscales que se transfieren continuamente a los países de donde provienen las crecientes importaciones petroleras actuales.
  • Reduzcan los costos nacionales de la energía.
  • Reduzcan las emisiones al ambiente.
  • Aumenten la seguridad y la independencia energética del país.
  • Aumenten la generación de recursos fiscales.
  • Mejoren significativamente la competitividad nacional con el fin de fortalecer el desarrollo económico y social.

Al no haberse desarrollado aún las fuentes de energía nacionales que sustituyan a los caros combustibles importados, como sí lo están haciendo exitosamente muchos otros países en el mundo, las importaciones petroleras del país (gasolina, diésel, búnker, gas licuado de petróleo, entre otros combustibles) continúan creciendo aceleradamente y ya tenemos una dependencia energética (petrolera) del exterior que es de casi las dos terceras partes del consumo energético nacional.

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