Obesidad crecerá más si alimentación no respeta genética humana
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 23 marzo, 2012
Obesidad crecerá más si alimentación no respeta genética humana
La epidemia de obesidad seguirá creciendo si no adaptamos la alimentación a la evolución que ha sufrido la genética humana desde el Paleolítico, según el doctor José Enrique Campillo, que acaba de publicar el libro “¡Adelgaza! Sin que te tomen el pelo ni te quiten salud”.
“Nuestros genes de la Edad de Piedra no soportan la alimentación ni la forma de vida de la Era Espacial” y, si no firman la paz, seguirá creciendo la obesidad, dice.
Este especialista en medicina darwiniana explica cómo muchas de las patologías que hoy padecemos se deben a “una incompatibilidad entre nuestro diseño evolutivo y el uso que de él hacemos”.
Los seres humanos han pasado mucha escasez y hambre a lo largo de los tiempos y, como cualquier otro animal, han tenido que cazar o recolectar si querían comer, de modo que, subraya el especialista, “nuestros ancestros paleolíticos se dotaron de un ‘genotipo ahorrador’ que no se ha modificado en los últimos 100 mil años”.
Estas mutaciones, precisa Campillo, proporcionaban una gran eficiencia para acumular grasa en situaciones de abundancia y una gran capacidad de ahorro en condiciones de escasez.
Desde hace tres siglos, sin embargo, los avances tecnológicos han permitido desarrollar nuevas formas de alimentos y planificar la producción agrícola y ganadera, de tal forma que las sociedades desarrolladas han cambiado “la escasez por el exceso constante”, surgiendo lo que este autor denomina “el mono obeso”.
“Los genes paleolíticos se enfrentaron a nuevos alimentos refinados y artificiales, al aumento de tóxicos y sustancias extrañas, a los aditivos y a las máquinas que ahorran esfuerzos”, argumenta.
Los principales errores de la Era Espacial o del siglo XXI, según el doctor, son la excesiva densidad calórica, las grasas saturadas y las “trans”, los azúcares de absorción rápida, el embudo alimentario —cada vez comemos más de menos alimentos diferentes— y, por supuesto, el sedentarismo.
Campillo advierte de que no todas las personas tienen igual carga del “genotipo ahorrador”, lo que explicaría que unas engorden más que otras.
Madrid / EFE
La epidemia de obesidad seguirá creciendo si no adaptamos la alimentación a la evolución que ha sufrido la genética humana desde el Paleolítico, según el doctor José Enrique Campillo, que acaba de publicar el libro “¡Adelgaza! Sin que te tomen el pelo ni te quiten salud”.
“Nuestros genes de la Edad de Piedra no soportan la alimentación ni la forma de vida de la Era Espacial” y, si no firman la paz, seguirá creciendo la obesidad, dice.
Este especialista en medicina darwiniana explica cómo muchas de las patologías que hoy padecemos se deben a “una incompatibilidad entre nuestro diseño evolutivo y el uso que de él hacemos”.
Los seres humanos han pasado mucha escasez y hambre a lo largo de los tiempos y, como cualquier otro animal, han tenido que cazar o recolectar si querían comer, de modo que, subraya el especialista, “nuestros ancestros paleolíticos se dotaron de un ‘genotipo ahorrador’ que no se ha modificado en los últimos 100 mil años”.
Estas mutaciones, precisa Campillo, proporcionaban una gran eficiencia para acumular grasa en situaciones de abundancia y una gran capacidad de ahorro en condiciones de escasez.
Desde hace tres siglos, sin embargo, los avances tecnológicos han permitido desarrollar nuevas formas de alimentos y planificar la producción agrícola y ganadera, de tal forma que las sociedades desarrolladas han cambiado “la escasez por el exceso constante”, surgiendo lo que este autor denomina “el mono obeso”.
“Los genes paleolíticos se enfrentaron a nuevos alimentos refinados y artificiales, al aumento de tóxicos y sustancias extrañas, a los aditivos y a las máquinas que ahorran esfuerzos”, argumenta.
Los principales errores de la Era Espacial o del siglo XXI, según el doctor, son la excesiva densidad calórica, las grasas saturadas y las “trans”, los azúcares de absorción rápida, el embudo alimentario —cada vez comemos más de menos alimentos diferentes— y, por supuesto, el sedentarismo.
Campillo advierte de que no todas las personas tienen igual carga del “genotipo ahorrador”, lo que explicaría que unas engorden más que otras.
Madrid / EFE