Opciones ante la crisis del COVID-19
Ennio Rodríguez ennio.rodriguez@gmail.com | Martes 07 abril, 2020
Las estrategias sanitarias para enfrentar la pandemia del COVID-19 pueden tener consecuencias económicas muy diferentes. Podemos identificar, con riesgo de simplificar demasiado, dos estrategias básicas, no necesariamente excluyentes; una se basa en pruebas masivas para identificar a los casos positivos y proceder a su aislamiento para prevenir el contagio. La segunda se concentra en el confinamiento y aislamiento general, mientras se trata de identificar la red de contagios. La primera no requiere detener la economía.
Sur Corea, por ejemplo, solo cerró las escuelas y las fronteras, la economía siguió su curso. Realizó pruebas masivas a pesar de que tuvo poco tiempo para prepararse, pues el contagio de la primera persona ocurrió relativamente rápido por su cercanía y vínculos con China. Hicieron pruebas a personas con síntomas y sin ellos, alrededor de 1.5% de la población fue analizada en pocos días. Usaron, además, inteligencia artificial para identificar las redes contactos de los positivos. Taiwán también hizo pruebas masivas y aisló a los casos positivos en hoteles pagado por el gobierno. Hicieron pruebas a todos los que ingresaron del exterior mediante el cruce entre la información de migración y la de salud. Detuvieron la pandemia sin desencadenar un parón económico. El liderazgo político en Sur Corea y Taiwán fue clave, primero en tener una estrategia coherente y, segundo, en saberla implementar.
China realizó confinamiento en Wuhan y detuvo toda actividad económica y social en la provincia, mientras el resto del país continuó su actividad económica. Occidente se ha inclinado por el modelo del confinamiento, pero las democracias liberales, con liderazgos más débiles tanto en cuanto a la claridad de la estrategia como en su implementación, han dependido mucho más en la persuasión, y las medidas de confinamiento solo se fueron endureciendo con el avance de la pandemia. Las consecuencias económicas del confinamiento son brutales, la economía se apaga conforme más sectores se van contagiando.
Las pruebas del COVID-19 pueden ser caras, pero es muchas veces más caro provocar una profunda recesión y tener que efectuar mayores gastos hospitalarios, de compensación social y de reactivación económica; además, la recesión tendrá mayores consecuencias sociales que se suman a las de la enfermedad. Una estrategia centrada en pruebas masivas resulta, a la postre más barata. Incluso España, después de sus fracasos, ahora anunció un millón de pruebas.
Los países que se han auto-inducido una recesión ahora se plantean el desafío de la reactivación. Estados Unidos ha planteado una política keynesiana integral en sus aspectos monetarios y fiscales de un alcance sin precedente (tres billones de dólares -nomenclatura inglesa-). Luego de un claro liderazgo demócrata, particularmente el Congreso, los republicanos en el poder, esta vez no han tenido pudor en aumentar el papel del Estado; muy distinto a su comportamiento durante la crisis de 2008-2009 cuando le abortaron prematuramente su programa fiscal a Obama. A su vez, los demócratas exigieron beneficios para los desempleados y pymes para complementar el diseño republicano centrado en ayudas a las grandes empresas. Ambos son necesarios. Los Estados Unidos de América, desde los padres fundadores (“founding fathers”), han encontrado un equilibrio entre las libertades de los estados y el espacio para las acciones federales.
La Unión Europea se debate, como lo adelantamos también con respecto a la crisis de 2008-2009, en su proyecto incompleto de integración económica. Luego del avance en materia comercial y de armonización de la legislación económica, introdujeron el euro y establecieron frenos a las políticas fiscales nacionales (Acuerdo de Maastricht) sin introducir espacios “federales”. La crisis de 2008-9 fue enfrentada con una política monetaria expansiva, pero con un modelo fiscal de austeridad liderado por Alemania, con consecuencias devastadoras en los países del sur europeo, principalmente Grecia. Algunos pensamos que la unión monetaria requiere algún grado de unión fiscal para poder enfrentar las crisis y recesiones. La discusión hoy día se centra en el planteamiento de la emisión de eurobonos, que beneficiarían a los países en mayores dificultades, probablemente los del sur. Esto sería un programa fiscal “federal” limitado. Me temo que, si vuelven a prevalecer las tesis de austeridad fiscal, podríamos ver otros países siguiendo el camino del brexit. La Unión Europea podría verse reducida a un área económica armonizada, sin pretensiones de unión monetaria o fiscal.
A los países como Costa Rica, que agotaron su espacio fiscal con gran indisciplina durante el periodo expansivo, hoy, la realidad económica les pasa la factura. El financiamiento internacional, si se consigue, será mucho más caro. Tendrá que recurrirse al financiamiento de los organismos internacionales y, considero deseable, bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional. Populismos en lo fiscal, monetario y de reservas atizarían el fuego de la crisis económica en el marco de una deuda pública (resultado que resume la inacción fiscal decidida de la última década) que amenaza llegar al 70% del PIB.