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COLUMNISTAS


Página en blanco

Marilyn Batista Márquez mbatista@batistacom.com | Jueves 15 octubre, 2020


Hacia algunos meses que no me pasaba. Detenerme por demasiados minutos, sin saber que escribir frente a una página en blanco que espera ser llenada por 4,000 caracteres con espacios.

Aturdida con la humedad sofocante provocada por una frágil, pero recurrente lluvia, que desde hace tres meses inicia afanada después de las dos de la tarde, me encuentro a solas frente a la computadora y no sé qué escribir. Estoy decepcionada, confundida y afligida por los acontecimientos de las últimas semanas. Ticos contra ticos, pueblo contra pueblo, almas contra almas.

Policías heridos y paleados, patrullas encendidas, bombas molotov lanzadas al libre albedrío, gases lacrimógenos esparcidos dentro de humildes viviendas, mujeres abofeteadas, jóvenes fichados, empresarios desprestigiados, políticos vilipendiados. La iglesia distante. La fe ausente.

¡Diálogo! Esa es la palabra que reclaman todos los bandos. ¿Diálogo? Con más pesos que contrapesos. ¿Diálogo?, con la ausencia de algunos protagonistas y la presencia de varios oportunistas. ¿Diálogo?, mientras continua los bloqueos y los infiltrados. ¿Diálogo?, a sabiendas de que se negociarán impuestos y el préstamo con el FMI. ¿Diálogo?, conociendo que hay que reducir el gasto. ¿Qué gasto? Algunas comidas, viajes, publicidad y pichuleos, cuando todos conocemos que las medidas a tomar, tanto de aumentos y nuevos impuestos, como las de reducción del gasto público, deberán ser amplias, radicales y contundentes, y acarrearán algún tipo de disconformidad en todos los sectores.

El Papa Benedicto XVI, concibió el diálogo como “colocar la propia fe al mismo nivel que las convicciones de los otros, sin reconocerle por principio más verdad que la que se atribuye a la opinión de los demás”. Quiero tener fe y confianza en este diálogo, porque supongo que es el inicio de una genuina consulta, participación, negociación y concertación para alcanzar objetivos compartidos, con acuerdos sólidos y duraderos, que mejorarán –a mediano plazo- la calidad de vida de todos los ciudadanos.

Me preocupa que las partes involucradas no entiendan o estén preparados para efectuar concesiones recíprocas. Me preocupa que no habrá tiempo para discutir y profundizar en la raíz de los problemas que nos han llevado a un estado de cuasi insurrección popular, y que las decisiones sean parches que al poco tiempo dejen al aire la llaga.

Vuelvo nuevamente a mi página ahora media en blanco …o media escrita. Reflexiono. Para que el diálogo sea asertivo, eficaz y legítimo, ni el Gobierno ni nadie debe escoger a los participantes, sino los sectores involucrados. Muy bien la propuesta de que participen los sectores sindical, empresarial, estudiantil, entre otros, pero, en dónde están Célimo Guido, José Miguel Corrales y Óscar Campos, los que lideraron las protestas, marchas y bloqueos. “Es que no fueron electos por el pueblo en las urnas”, “No representan a ningún grupo en particular”, “Son los responsables del caos”. Ninguna de las anteriores aseveraciones son correctas, o por lo menos adecuadas, cuando se trata de un diálogo forzado por la protesta del pueblo y la presión pública, en el cual se excluye a los protagonista interlocutores sociales que supieron organizar a un segmento de la población dentro del marco de libertades públicas.

Estos tres ciudadanos –nos guste o no afirmarlo- abrieron camino para que los cooperativistas, solidaristas, empresarios, mujeres, estudiantes universitarios, municipalidades, etc., tenga un espacio en la mesa de diálogo multisectorial. Su exclusión es un error y un olvido imperdible, que me obliga a mencionar la frase de John Stuart Mill: “Como fuerza social, un individuo con una idea vale por noventa y nueve con un solo interés”.

Me parece que este gobierno pierde la oportunidad de conocer cómo don Célimo, don José Miguel y don Óscar contribuirían con sus argumentos, ideas y posición en ¿Cómo lograr una mejora permanente de al menos 2.5 puntos porcentuales del PIB en el déficit primario del gobierno central y una disminución a corto plazo del monto de la deuda pública (de unos 8 puntos porcentuales del PIB), mediante una mezcla de acciones de ingresos, gastos y gestión del endeudamiento público, para evitar que el Estado caiga en una cesación de pagos?

Cierro mi otrora página en blanco. Ya empezó a llover.

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