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Pasión en Colombia

Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Jueves 28 marzo, 2013


Los entejados y estructuras coloniales de Popayán le dan un encanto que la han dado a conocer como “Ciudad Blanca”. Luis Alberto Muñoz/La República


1983 es el año en que un terremoto casi destruye Popayán. Su restauración llevó a los colombianos a valorar más su patrimonio


SEMANA SANTA

Pasión en Colombia

Popayán, a 90 minutos de Cali en carretera, ofrece en Semana Santa una vigente tradición de 457 años

La vida es un peregrinaje. Viajar permite conocer, comparar, en especial modos de vida, formas de afrontar las dificultades, vicisitudes. Son experiencias que nos dejan salirnos de nosotros mismos y expandirnos.
La Semana Santa es un espacio reflexivo para algunos y si se acompaña de expresiones culturales ricas en tradición, ayuda a despertar el discernimiento.
He tenido la oportunidad de entrar en contacto con una prescripción de la vida, un viaje al pasado: un recorrido por la ciudad de Popayán, Colombia.

Jóvenes cargadores trabajan con el Paso, el cual pesa alrededor de 600 kilos y es llevado en procesión por más de cuatro horas. Luis Alberto Muñoz/La República

Este pequeño pueblo colonial en el sur, cuenta con una particular importancia al ser uno de los asentamientos españoles que concentraban funciones administrativas destacadas en los tiempos de la Gran Colombia.
Como parte de su herencia cultural, la vivencia de la Pasión y Resurrección de Cristo durante la Semana Mayor se ha convertido en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, declarado por la UNESCO en 2009.
Pueblo que ha entregado 18 presidentes y vicepresidentes a su país, las procesiones se viven por la mayoría de los payaneses con determinación en el corazón, una tradición de 457 años, aún vigente.
No en vano fue declarada única en el mundo, no solo por la solemnidad y los detalles en joyería y carpintería del arte religioso concentrado en su imaginería, sino por la forma en que la procesión la llevan por dentro en esta comunidad.
Sus participantes, en buena parte jóvenes devotos, cumplen con preservar esta herencia. Más que una obligación constituye un honor que algunas familias guardan con recelo, pues desde 1556 han vivido las procesiones como cargueros, regidores o sahumadoras, que llenan de fervor cada uno de los pasos que constituyen las distintas estaciones de la Pasión y Muerte de Jesucristo, a lo largo de un recorrido en forma de cruz por las calles de casas blancas adoquinadas y techos de tejas que forman el ambiente particular de Popayán.
Luego del terremoto que casi la destruye en 1983, su restauración llevó a los colombianos a valorar más el patrimonio concentrado en esta pequeña capital cultural.
Hoy los amplios zaguanes y estancias internas de espíritu sereno y reflexivo de sus construcciones dan las condiciones para disfrutar las agradables temperaturas de su entorno, en medio de hermosos paisajes montañosos.
En sus vías se comunica además del benevolente clima, el gozo y fervor con que se vive la Semana Mayor, que invitan en este peregrinaje a encontrar un mensaje de la fe, abandonar el egoísmo, el odio, las venganzas y divisiones, representadas en las crudas heridas que en arte religioso son el centro de la procesión.
Popayán es un lugar preservado en el tiempo, para nada ajeno a nuestra realidad, que nos recuerda los valores que construyen una parte esencial de nuestra identidad.

Popayán, Colombia

Luis Alberto Muñoz
lmunoz@larepublica.net







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