Patrimonio e identidad: puntos clave en la reactivación del país
Embajada China en Costa Rica cr.chineseembassy.org | Martes 01 febrero, 2022
Sylvie Durán Salvatierra
Ministra de Cultura y Juventud
A partir del establecimiento de vínculos diplomáticos entre Costa Rica y la República Popular China en 2007, surgieron acciones que han profundizado nuestras relaciones en diferentes ámbitos. Una importante expresión de ese proceso en materia cultural se ha dado alrededor de un tema que conviene destacar ante la necesidad de reactivación económica de los sectores a los que se aboca nuestro Ministerio, tras la afectación de estos dos años de crisis pandémica. Me refiero al patrimonio y a su potencial como factor de desarrollo local.
Ante la meta sobre gestión integral de destinos turísticos propia del actual Plan Nacional de Desarrollo e Inversión Pública 2019-2023 en el área estratégica de desarrollo territorial, en el año 2019, una delegación interinstitucional costarricense participó de un curso en China sobre reactivación económica y desarrollo local a partir de productos y recursos patrimoniales tangibles e intangibles, especialmente diseñado para generar visión compartida y promover los puentes entre nuestras entidades que –desde diferentes perspectivas y competencias – nos encontramos en el territorio y de cara al acervo cultural que da identidad singular a cada una de nuestras comunidades.
Colegas del Ministerio de Cultura y Juventud del Museo Nacional de Costa Rica, del Centro de Patrimonio y la Dirección de Cultura, así como de Cooperación Internacional, del Centro de Producción Artística y Cultural y del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo junto a personas funcionarias del Instituto Costarricense de Turismo, del Ministerio de Comercio Exterior, del Instituto Mixto de Ayuda Social, del Ministerio de Economía, Industria y Comercio, del Instituto de Desarrollo Rural INDER, y del Instituto Nacional de Aprendizaje, compartieron una experiencia de aprendizaje en la República Popular China que contribuyó a compartir y redimensionar la importancia de los elementos patrimoniales e identitarios de nuestros territorios como vector central de su desarrollo y bienestar.
Los aprendizajes compartidos no podían ser más virtuosos y sinérgicos: van desde la puesta en valor de nuestra diversidad cultural en su dimensión territorial para la autoestima de nuestras comunidades y la preocupación sobre cómo mantener vivas las manifestaciones culturales de generación en generación; a las diversas formas de organización, encadenamientos y estructuración de ese acervo cultural – con sus oficios, productos y manifestaciones – en experiencias que además de preservarlo permiten a las personas creadoras, portado-ras y gestoras, vivir y mantener vigentes sus saberes y habilidades.
Se fortaleció la integralidad de lo que concebimos nuestro “bosque primario de la cultura” – los aspectos que abonan al sentido comunitario, aseguran tejido social, valores compartidos, formas de sociabilidad, arraigo, solidaridad, corresponsabilidad y nos dan habilidades para la convivencia – y su relación con los bienes y ser-vicios culturales que se generan para propiciar empleo, ingresos y continuidad del trabajo a sus responsables a partir de nichos y audiencias específicas y de la monetización.
En procesos de cooperación, la experiencia de conocer una realidad externa que resulta de referencia – en esta caso la de la República Popular China – , lo es también de espejo y auto-reflexión. La visita y sus contenidos fueron tan relevantes como el intercambio entre pares y la posibilidad de aquilatar procesos que venían dándose ya en nuestro país y que buscaban interconectarse cada vez más activamente.
Hoy miramos con agradecimiento esa oportunidad de intercambio y articulación; y celebramos las experiencias de gestión integral de destinos turísticos, programas como Descubre de COMEX o más tarde Crea-C con AUGE de la UCR y el Sistema de Banca para el Desarrollo, pero también las relaciones de alianza trabajadas por más de un lustro en diseño, artesanía, patrimonio alimentario y gastronómico, estrategias de aglomeración productiva y desarrollo emprendedor “con identidad”, espacios feriales para el mercado interno, el turismo o a los productos o servicios exportables sectoriales y regionales. También al enorme potencial del uso de tecnologías como la realidad virtual o la realidad aumentada para poner en valor lo subyacente en nuestros patrimonios o en productos cuya trazabilidad, marketing y expresión digital pueden alentar procesos de producción-consumo o simplemente intercambio más informados, conscientes y corresponsables.
Cultura ancestral, diversidad, singularidad territorial, diálogo inter-cultural e intergeneracional, innovación en relación con la tradición; son de especial reverencia en China y otras culturas asiáticas. En nuestro intercambio humano o al incorporarse a productos y servicios, son aspectos que invitan a una ética particular de construcción del bienestar y la convivencia.
Con el apoyo de países amigos como China, hemos avanzado en esa dirección, impulsado las políticas que nos competen – derechos culturales y juventudes –, y la relación entre la salvaguarda del patrimonio y la promoción de las artes asumiendo su dimensión económica y su sostenibilidad desde la innovación o los encadenamientos. Lo hacemos en atención a la ética del desarrollo de la que el país es líder en el mundo.
Nuestro compromiso como sociedades y una “comunidad de futuro compartido” – idea fuerza en su política exterior desde 2012 – es tan relevante y exigente en cuanto a las acciones que debemos em-prender en cultura, como lo que enfrentamos ante la crisis climática. Hemos de seguir poniendo en valor y potenciando nuestro capital cultural y creativo tanto en sus formas vernáculas y tradicionales como contemporáneas y en intercambio con el mundo.
De ahí que sea fundamental sumarse en la comunidad internacional para fortalecer nuestras capacidades e identificar soluciones realistas que nos mantengan en esa dirección con la celeridad que requieren nuestro planeta y nuestra convivencia.