Pekín y exilio tibetano cruzan acusaciones
| Jueves 20 marzo, 2008
Al menos 105 tibetanos se entregaron a autoridades chinas
Pekín y exilio tibetano cruzan acusaciones
Territorios escenarios de protestas siguen aislados de la prensa extranjera
Pekín
EFE y Xinhua
Los gobiernos de China y el exilio tibetano continuaron el miércoles su cruce de acusaciones sobre la ola de violencia desatada en los últimos días en el Tíbet y varias provincias chinas, territorios que siguen aislados a la prensa extranjera e independiente y ante la incertidumbre generalizada.
Mientras el régimen comunista aseguró que la región tibetana recupera poco a poco la normalidad tras las revueltas que arrasaron Lhasa, el gobierno tibetano en el exilio se esfuerza en desmentir la versión oficial china y admite que cada vez es más difícil obtener información alternativa.
Así, la agencia oficial Xinhua anunció el miércoles que 105 tibetanos se han entregado a la justicia durante los registros ejecutados en la capital tibetana, y describió que todos los “rendidos” admitieron su participación en palizas, saqueos y e incendios, y lamentaron haber sido “contagiados” por la enfurecida masa.
Estas “entregas voluntarias” fueron calificadas por la Administración Central Tibetana, el gobierno en el exilio en la ciudad septentrional india de Dharamsala, como “detenciones arbitrarias casa por casa” efectuadas en base a fotos e imágenes captadas en los disturbios por las cámaras de seguridad instaladas en la capital.
Los medios oficiales chinos tratan además de transmitir una imagen de tranquilidad en la convulsa región autónoma: comercios que vuelven a abrir sus puertas, escuelas repletas de alumnos y ancianas tibetanas que cumplen 117 años gracias al “desarrollo económico” y “la mejora de la asistencia sanitaria” que China ha llevado en tren al Tíbet.
Frente a una fotografía de Xinhua en la que varios jóvenes chinos, con uniformes médicos y batas de enfermeras, atienden a campesinos tibetanos, el Dalai Lama denunció el miércoles, en una entrevista con el diario italiano “La Repubblica”, que “los muchos tibetanos heridos no reciben asistencia en los hospitales”.
El Papa Benedicto XVI, expresó el miércoles su “dolor y tristeza ante el sufrimiento de tantas personas” en el Tíbet e hizo votos para que se que elija “la vía del diálogo y la tolerancia, ya que con la violencia no se resuelven los problemas, sino que se agravan”.
Mientras Pekín asegura tener Lhasa bajo control, los grupos de derechos humanos y tibetanos en el exilio confirmaron que las revueltas se han extendido a las provincias de Sichuan y Qinghai (limítrofes con el Tíbet) y Gansu (al norte de ambas), con amplia población tibetana.
Según la ONG Centro Tibetano para los Derechos Humanos y la democracia, las manifestaciones de el martes en Gansu dejaron varios muertos, bajas que el gobierno chino se niega a reconocer, y que según Dharamsala, ya ascienden a casi un centenar en el total de la represión.
Pese a que la censura contra los medios extranjeros se ha extremado e internet apenas funciona, algunos canales internacionales como la CNN o la BBC han dejado de sufrir apagones en sus retransmisiones aunque nunca son completos.
Los chinos con acceso a estos canales pudieron observar el miércoles las revueltas registradas el viernes en Lhasa gracias al vídeo grabado por un turista desde su hotel, en el que se percibe claramente la entrada de varios tanques en las calles de la capital y el destrozo de las calles por una masa de civiles y monjes.
Asimismo, la población china pudo observar el ataque de decenas de tibetanos montados a caballo y en bicicleta contra un edificio gubernamental de Hezuo, ciudad de Gansu, en el que los civiles lograron arriar la bandera china, destrozarla, e izar acto seguido un emblema tibetano, antes de la llegada de los antidisturbios.
Precisamente, la cobertura de los hechos a cargo de la prensa extranjera fue el miércoles calificada como “escandalosa y hostil” por Ragdi, un veterano funcionario del Gobierno chino en el Tíbet.
Por su parte, el secretario del Partido Comunista en la región, Zhang Qingli, aseguró, en declaraciones al oficial “Tibet Daily”, que China está “en medio de una fiera lucha con sangre y fuego, a vida o muerte, contra el enemigo”, y calificó al Dalai Lama como “un lobo envuelto en un hábito, un monstruo con rostro humano y corazón de animal”.
Pekín intentó también minimizar los efectos de la crisis en los próximos Juegos Olímpicos, y aseguró que dentro de varias semanas la antorcha olímpica visitará el Tíbet y escalará el Everest pese a los disturbios, pidiendo, una vez más, que no se mezcle política y deporte.
Pekín y exilio tibetano cruzan acusaciones
Territorios escenarios de protestas siguen aislados de la prensa extranjera
Pekín
EFE y Xinhua
Los gobiernos de China y el exilio tibetano continuaron el miércoles su cruce de acusaciones sobre la ola de violencia desatada en los últimos días en el Tíbet y varias provincias chinas, territorios que siguen aislados a la prensa extranjera e independiente y ante la incertidumbre generalizada.
Mientras el régimen comunista aseguró que la región tibetana recupera poco a poco la normalidad tras las revueltas que arrasaron Lhasa, el gobierno tibetano en el exilio se esfuerza en desmentir la versión oficial china y admite que cada vez es más difícil obtener información alternativa.
Así, la agencia oficial Xinhua anunció el miércoles que 105 tibetanos se han entregado a la justicia durante los registros ejecutados en la capital tibetana, y describió que todos los “rendidos” admitieron su participación en palizas, saqueos y e incendios, y lamentaron haber sido “contagiados” por la enfurecida masa.
Estas “entregas voluntarias” fueron calificadas por la Administración Central Tibetana, el gobierno en el exilio en la ciudad septentrional india de Dharamsala, como “detenciones arbitrarias casa por casa” efectuadas en base a fotos e imágenes captadas en los disturbios por las cámaras de seguridad instaladas en la capital.
Los medios oficiales chinos tratan además de transmitir una imagen de tranquilidad en la convulsa región autónoma: comercios que vuelven a abrir sus puertas, escuelas repletas de alumnos y ancianas tibetanas que cumplen 117 años gracias al “desarrollo económico” y “la mejora de la asistencia sanitaria” que China ha llevado en tren al Tíbet.
Frente a una fotografía de Xinhua en la que varios jóvenes chinos, con uniformes médicos y batas de enfermeras, atienden a campesinos tibetanos, el Dalai Lama denunció el miércoles, en una entrevista con el diario italiano “La Repubblica”, que “los muchos tibetanos heridos no reciben asistencia en los hospitales”.
El Papa Benedicto XVI, expresó el miércoles su “dolor y tristeza ante el sufrimiento de tantas personas” en el Tíbet e hizo votos para que se que elija “la vía del diálogo y la tolerancia, ya que con la violencia no se resuelven los problemas, sino que se agravan”.
Mientras Pekín asegura tener Lhasa bajo control, los grupos de derechos humanos y tibetanos en el exilio confirmaron que las revueltas se han extendido a las provincias de Sichuan y Qinghai (limítrofes con el Tíbet) y Gansu (al norte de ambas), con amplia población tibetana.
Según la ONG Centro Tibetano para los Derechos Humanos y la democracia, las manifestaciones de el martes en Gansu dejaron varios muertos, bajas que el gobierno chino se niega a reconocer, y que según Dharamsala, ya ascienden a casi un centenar en el total de la represión.
Pese a que la censura contra los medios extranjeros se ha extremado e internet apenas funciona, algunos canales internacionales como la CNN o la BBC han dejado de sufrir apagones en sus retransmisiones aunque nunca son completos.
Los chinos con acceso a estos canales pudieron observar el miércoles las revueltas registradas el viernes en Lhasa gracias al vídeo grabado por un turista desde su hotel, en el que se percibe claramente la entrada de varios tanques en las calles de la capital y el destrozo de las calles por una masa de civiles y monjes.
Asimismo, la población china pudo observar el ataque de decenas de tibetanos montados a caballo y en bicicleta contra un edificio gubernamental de Hezuo, ciudad de Gansu, en el que los civiles lograron arriar la bandera china, destrozarla, e izar acto seguido un emblema tibetano, antes de la llegada de los antidisturbios.
Precisamente, la cobertura de los hechos a cargo de la prensa extranjera fue el miércoles calificada como “escandalosa y hostil” por Ragdi, un veterano funcionario del Gobierno chino en el Tíbet.
Por su parte, el secretario del Partido Comunista en la región, Zhang Qingli, aseguró, en declaraciones al oficial “Tibet Daily”, que China está “en medio de una fiera lucha con sangre y fuego, a vida o muerte, contra el enemigo”, y calificó al Dalai Lama como “un lobo envuelto en un hábito, un monstruo con rostro humano y corazón de animal”.
Pekín intentó también minimizar los efectos de la crisis en los próximos Juegos Olímpicos, y aseguró que dentro de varias semanas la antorcha olímpica visitará el Tíbet y escalará el Everest pese a los disturbios, pidiendo, una vez más, que no se mezcle política y deporte.